Ayer quedaron de manifiesto algunas cuestiones importantes con esta elección. En primer lugar, que con el inexplicable giro conservador dado por el electorado inglés el día de ayer, otorgando 323 escaños a los tories (de un total de 650), con lo cual -fuera de todo pronóstico- bordea inapelablemente la mayoría absoluta, cobra sentido aquella vieja sentencia popular que señala que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”.
Solo así se puede intentar explicar el sinsentido que representa el triunfo del “austericidio” versus estimular crecimiento e inversión social para enfrentar la crisis, que virtualmente ha destrozado a buena parte de la clase media de este país, a la cual, después de este espaldarazo electoral, le seguirá metiendo la tijera; y que trasunta, por lo además, el anhelo oculto del cínico electorado inglés respecto de abandonar la zona UE.
En segundo lugar, que el desplome de la socialdemocracia inglesa, producto de la “derrota de las ideas”, de la que habla el historiador británico Perry Anderson, es mucho más profunda de lo que se pensaba, como quedó demostrado en la votación obtenida tanto por Laboristas (con 228 escaños), de algún modo, por los Liberal Demócratas (perdieron 47 escaños), víctimas –ambos- del llamado “voto táctico”. Junto con ello la casi sentencia definitiva del duopolio -aunque con algunas razonables dudas- a la par de la carrera política de Nick Clegg y de Ed Miliband, al menos este último ya anunció su renuncia. Algo, por lo demás, completamente desacostumbrado en otras realidades políticas, como la nuestra.
Y, en tercer lugar, que las encuestas se están develando, claramente, como verdaderas armas (de guerra) políticas, lo cual explica que casi todas hayan equivocado sus pronósticos más evidentes (hablaban de un empate técnico entre las dos fuerzas políticas mayoritarias), con excepción de los sondeos realizados a pie de urna por la BBC. Lo cual no hace más que corroborar el factor político distorsionador que representa.
Estamos hablando en su mayoría de demoscopias impulsadas por medios de comunicación, con su enorme poder y privilegiada capacidad para construir realidad social y que, ante el ostensible desprestigio de la política y sus instituciones, como diría Emir Saer, están operando virtualmente como partidos políticos, el medio como “actor político” que habla Dominique Wolton. La explicación sociológica señala que los medios no te dicen lo que tienes que pensar, pero te hacen pensar en lo que ellos quieren y, más aun, en cómo quieren que lo hagamos.
Otra de las cuestiones a las hemos de estar atentos –habida cuenta del panorama de concentración de medios- y que nos parece de lo más peligroso de lo evidenciado con la jornada electoral inglesa de ayer. Ya lo decía Churchill, “sólo me fío de las estadísticas que yo mismo he manipulado”.