Tal como a inicios de la década el lucro empresarial cruzaba las manifestaciones estudiantiles y su fin en la educación se instalaba como una demanda ciudadana, hoy es la erradicación de la corrupción enquistada en los poderes económicos y políticos, la exigencia que cohesiona y potencia las marchas de los estudiantes y otras organizaciones ciudadanas.
El país vive un episodio no observado desde el fin de la dictadura, proceso que se abre día a día exhibiendo un deterioro institucional cuya profundidad muy pocos observadores lograron adelantar. En este cauce, que probablemente está en sus primeras etapas, y pese a los intentos de bloqueo y cierre impulsados por los más comprometidos y las elites relacionadas, decanta la percepción de una fase terminal, de las últimas pulsaciones de un largo ciclo. Por la magnitud del deterioro, por la penetración de la corrupción, ya con características de metástasis, lo que la sociedad advierte parece el fin de un proceso histórico, el inicio de un cierre que debiera conducir a la apertura de nuevas fases.
Gabriel Boric Font (29 años, egresado de derecho) ha sido protagonista y cercano observador de este proceso. Presidente de la Fech durante los combativos primeros años de esta década y diputado independiente por Magallanes desde 2014, es también una de las voces más claras no sólo al denunciar la connivencia entre los poderes económicos y políticos en las instituciones del Estado, sino también por su lejanía de ellos. Con un Parlamento elegido bajo el sistema binominal hundido en la corrupción por sus dos extremos, una crítica y una reflexión sólo puede ser legítima desde la independencia.
La conversación con Boric -que encabeza el movimiento Izquierda Autónoma- sucede en medio del fragor de la crisis política e institucional de alcances históricos, un problema que si bien tiene sus raíces en la dictadura, es un problema intencionado “desde el retorno a la democracia por los gobiernos de la Concertación”. Una forma de hacer política por más de 25 años, que el diputado dice que se “veía venir” por la escasez democrática binominal.
El 24 de abril la presidenta Bachelet recibió las propuestas del Consejo Asesor con mecanismos para enfrentar la corrupción y salir del atolladero. Para Boric, sin embargo, este tipo de herramientas, lo mismo que aquel acuerdo entre presidentes de partidos, no contribuye a abrir la política, sino a cerrarla. Sólo con más democracia puede superarse la crisis de democracia, con espacios y acuerdos que incorporen a la ciudadanía.
El llamado de Boric es a mantener las investigaciones y dejar que sigan su curso “caiga quien caiga”: asegurar el esclarecimiento de la verdad. Estamos, dice, “en un momento clave para nuestra democracia, el cual permite la recuperación de la política por la sociedad organizada. Por ello, son cruciales las movilizaciones, que la democracia vuelva a las personas. Esta indignación tiene que servirnos para actuar, para movilizarnos, para reclamar la democracia que unos pocos se han querido llevar para la casa”.
Es tarde y ya no hay espacios para acuerdos y reformas entre cuatro paredes. La relación entre políticos y electores se ha quebrado. El deterioro es tal, que “no hay acuerdo posible en los marcos de la política de la transición que sea capaz de recomponer la relación entre lo social y lo político”. Esta profunda desvinculación, dice, no se arregla con una ley, ni con una comisión de expertos, ni con un par de empresarios encarcelados. Sólo con la participación ciudadana.
El problema que vive el país tiene sus raíces en la dictadura, algo que representan la figura del ex yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou, y la privatizada Soquimich. ¿Qué características tiene esta crisis? ¿Cómo definiría el momento político actual y cuáles son sus alcances o profundidad?
“Sin lugar a dudas hoy estamos en una crisis de legitimidad de las instituciones democráticas. Esta crisis tiene raíces muy profundas, esto no se explica porque al hijo de la presidenta se le pasó la mano con unos negocios truchos o por los abusos de un grupo de empresarios sin escrúpulos que los pillaron transando boletas falsas. Tienes razón, el comienzo de este problema se remonta a la dictadura. Y sobre todo a la política posterior, intencionada desde el retorno de la democracia por los gobiernos de la Concertación. Esta manera de hacer política -que aún vive en la Nueva Mayoría- se basa en una profunda desconfianza en la ciudadanía y en la decisión consciente de excluirla de la construcción del país. O sea, desde hace más de veinte años que los gobiernos democráticos le han dado la espalda a la ciudadanía y han sido capturados por los intereses del gran empresariado. Es lo que una y otra vez hemos estado diciendo los distintos actores que nos movilizamos cuando reclamamos sobre lo estrecha que nos quedó nuestra democracia. Esto se veía venir”.
¿En qué momento de la crisis estaríamos? ¿Hasta qué niveles o qué estructuras podría golpear?
“Es muy difícil decirlo todavía. Por la magnitud que parece tener la situación, deberíamos estar en el comienzo. Lo que vemos es que la vieja política cae más rápido que la capacidad de la sociedad de construir una alternativa. Por supuesto, ya se han activado las viejas guardias y mecanismos de la transición que están trabajando arduamente para armar un cierre ficticio, con la misma lógica excluyente que ya les conocemos. Los comités de expertos y las cumbres entre presidentes de partidos son ejemplo de esto”.
Las propuestas de reparación que se han hecho, como la Comisión Asesora Presidencial, o el acuerdo entre los partidos tradicionales, ¿tienen algún futuro?
“Acá estamos ante una crisis de la democracia. La única manera de enfrentarla es con más democracia. Convocar a un grupo de expertos no abre la política a la sociedad, la cierra más. Buscar un acuerdo con presidentes de partidos, los mismos que son vistos como los responsables de la crisis, tampoco. El camino democrático es de cara a la ciudadanía, con espacios y acuerdos que incorporen a la ciudadanía”.
¿Es una solución sacrificar a algunos empresarios y políticos y después legislar?
“Es que eso no soluciona el problema de fondo, sólo maquilla la crisis para hacerla más llevadera. No hay acuerdo posible en los marcos de la política de la transición que sea capaz de recomponer la relación entre lo social y lo político. Esta profunda desvinculación no se arregla con una ley, ni con una comisión de expertos, ni con un par de empresarios encarcelados”.
Llama la atención la apatía ciudadana ante los casos de corrupción. ¿Es esperable movilizaciones de rechazo?
“La marcha de los estudiantes del 16 de abril tuvo un ingrediente importante de indignación contra la corrupción. Y de eso se trata: que ocupemos nuestra indignación para construir. Acá no sirve el ‘son todos corruptos, que se vayan todos’. Esta indignación tiene que servirnos para actuar, para movilizarnos, para reclamar la democracia que unos pocos se han querido llevar para la casa”.
Si estimamos que vivimos una crisis de grandes proporciones, la mayor desde el fin de la dictadura, como han dicho varios observadores, ¿cómo deberá ser su solución?
“A nosotros nos parece evidente que la única manera de salir de esta crisis es que la política se abra a incorporar a los actores sociales que hemos empujado reformas reales, para hacer de una vez por todas esas reformas. Hay que asegurar el esclarecimiento de la verdad en los casos de corrupción -pese a quien pese- y recuperar el control de la sociedad sobre la política. Estamos en un momento de definiciones cruciales para nuestra democracia y urge que salgamos y nos movilicemos para que los cambios sucedan. Es imposible ampliar la democracia delegando la solución en otros”.
¿Es posible una reparación desde las actuales instituciones, desde el Ejecutivo y Legislativo?
“Creo que todavía nos queda un rato para pensar en reparaciones. Ahora hay que poner el foco en llegar al fondo de cada uno de los escándalos de corrupción y evitar que la vieja Concertación trate de cerrar este problema por arriba, de espaldas a los chilenos y chilenas. La reparación de confianza y credibilidad tiene que hacerse de la mano con una nueva forma de enfrentar la relación sociedad-política. No puede ser una pura campaña de marketing”.
¿Está tocado o dañado el modelo neoliberal? La casta política parece no darse cuenta. ¿Es el núcleo más duro?
“Hay un núcleo duro de la casta político-empresarial que pareciera no dimensionar la magnitud de lo que ha estado pasando en Chile en los últimos años”.
¿Las propuestas que circulan sobre levantar un “partido del orden” le parecen viables o apuntan a resguardar el modelo?
“Me parece una idea inviable en el actual estado de correlaciones de fuerza, tanto dentro de las coaliciones como entre el mundo social y el político. Las voces que se han levantado en ese sentido apuntan justamente a lo que mencionaba, este grupo que no entiende los cambios que han ocurrido en Chile y que pretende cerrar una crisis por secretaría”.
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 827, 1 de mayo, 2015