El 24 de abril de 1915, durante la Primera Guerra Mundial, las autoridades del Imperio Otomano detuvieron a varias decenas de miembros destacados de la comunidad armenia en Estambul, entre ellos intelectuales nacionalistas. La redada fue el pistoletazo de salida para una serie de detenciones masivas, deportaciones y matanzas de armenios y otras minorías cristianas del Imperio. Decenas de miles de personas, incluyendo mujeres y niños, fueron obligadas a marchar a través del desierto hacia lo que hoy es Siria, sin víveres ni agua.
Homenajes, actos y conferencias recordarán, a lo largo de este año, los sucesos de hace un siglo, tanto en la pequeña República de Armenia, situada en el Cáucaso sur, entre Asia y Europa, como en todos aquellos países donde viven armenios o sus descendientes, que son muchos: en Armenia viven 3 millones de personas, pero la diáspora está formada por más del doble, y es muy numerosa en países como Rusia, Francia, Líbano o Argentina.
La memoria histórica sigue viva en una antigua reivindicación: que el mundo, y en especial Turquía, reconozcan que lo ocurrido fue un genocidio, el primero del siglo XX y antecedente directo del Holocausto.
“En la mente de todos los armenios”
Para los armenios no hay ninguna duda: los testimonios de sus mayores y antepasados, los informes de la época, la evidencia del exilio forzado y los restos humanos encontrados en el desierto sirio son suficiente prueba de un crimen de guerra perpetrado para exterminarles como pueblo. Los armenios insisten en dar la cifra de 1.5 millones de muertos desde el comienzo de la I Guerra Mundial hasta 1923.
El embajador de Armenia en Madrid, Avet Adonts, considera que solo hay una manera de calificar los acontecimientos de hace cien años. “Si la razón de los asesinatos es el origen,entonces el nombre es genocidio. Si hay alguna otra alternativa bajo la ley internacional, las convenciones o las normas internacionales, dígamelo”, declara a RTVE.
Adonts recuerda que 22 países, junto con entidades políticas menores y organizaciones internacionales (como el Parlamento Europeo) reconocen oficialmente el genocidio. España no es uno de ellos.
“Lamentablemente, el reconocimiento depende mucho de los conflictos políticos y la política internacional. Pero en realidad, el único país que niega que hubiera un genocidio es Turquía”, alega el Embajador.
“Cuando se intenta manipular la Historia, no es posible ningún lugar común”, insiste el Embajador.
La postura turca
La Historia, una vez más, se ha transformado en un terreno para la confrontación política. Turquía reconoce que hubo masacres y deportaciones pero las sitúa en el contexto de la represión de los levantamientos internos y la violencia interétnica durante la guerra, en la que también murieron turcos. La cifra de armenios muertos no sería superior a los 300.000.
Ankara niega tajantemente que pueda hablarse de un plan de exterminio y, por tanto, de genocidio, una definición con graves implicaciones legales al tratarse de un delito que no prescribe y que podría dar lugar a compensaciones económicas. Turquía recuerda además que los supuestos responsables políticos de las matanzas fueron juzgados al terminar la guerra pero nunca condenados.
Es por esto que Ankara protesta cada vez que una institución internacional o un gobierno utilizan esta expresión para referirse a los sucesos de 1915, como ha ocurrido en las últimas semanas con las palabras del papa Francisco o la declaración de la Eurocámara.
“En Turquía, reconocemos que ocurrió una tragedia muy triste durante la Primera Guerra Mundial, y que muchos armenios murieron”, explica a RTVE.es el embajador turco en España,Ömer Önhon. “Estamos listos para sanar las heridas y construir buenas relaciones con Armenia”, añade.
Önhon asegura que Turquía ha dado pasos hacia ese entendimiento, como la propuesta para la creación de un comité conjunto de historiadores, la apertura de los archivos y declaraciones al más alto nivel reconociendo la tragedia sufrida por los armenios (el ahora presidente Recep Tayyip Erdogan lamentó los hechos en unas históricas declaraciones [EN] en 2014, cuando era primer ministro). Pero insiste en que no hay ninguna evidencia de un exterminio planificado. “Estamos seguros de eso, si no no habríamos propuesto el comité”, subraya.
“La gente que vivía en el Imperio son nuestros padres y abuelos. Es a nosotros a quienes están culpando”, lamenta Önhon. “El genocidio es el peor crimen en el mundo, y nadie debería culpar a otro de algo así por razones políticas”, añade con firmeza.
Önhon acusa a las autoridades armenias de “engañar” a representantes políticos de todo el mundo con poco o nulo conocimiento de los hechos históricos para obtener declaraciones de condena. “Ni los parlamentarios son historiadores, ni los Parlamentos son tribunales internacionales”, sentencia.
Un sueño común
Hablar en Turquía de los sucesos de 1915 puede tener graves consecuencias. El periodista Hrant Dink, miembro de la exigua comunidad turco-armenia (unos 70.000, concentrados en Estambul) fue asesinado en 2007 por un ultranacionalista. Y el escritor Orhan Pamuk fue condenado en 2011 por “insultar al país” al mencionar, en una entrevista, al “millón de armenios asesinados”.
Pero la opinión pública turca no es monolítica. “El genocidio ya no es un tabú en Turquía. Se ha convertido en un debate público”, asegura a RTVE.es Samim Akgönül, profesor de la Universidad de Estrasburgo y experto en minorías religiosas. “Dink abrió la opinión pública de los turcos, los armenios y los paises occidentales”, añade.
Akgönül cree que hay que salir de la trampa dialéctica que implica el uso de la palabra. “La existencia del genocidio no es histórica o legal, sino sociológica – explica el profesor – Hay un grupo de gente, repartida por todo el mundo, cuya identidad está basada en que hubo un genocidio. Y eso hay que respetarlo
Akgönül es uno de los firmantes de la iniciativa “Nuestro sueño común”, que quiere abrir paso a un diálogo mutuo entre turcos y armenios y explorar una posible vía para que hacer las paces con un pasado ya lejano. Otra de las firmantes de la iniciativa es la viuda de Hrant Dink, Raquel.
En el “sueño común”, expresado en un manifiesto, “la memoria de Turquía, a través de sus relatos y de sus lugares, honra a los muertos armenios al admitir que fueron víctimas de un genocidio y al designar los hombres y las ideas que lo causaron”.
Las víctimas
“Debajo de los símbolos -advierte Akgönül -hay personas reales, víctimas y sus descendientes, que aún sufren”.
El periodista y escritor español Xavier Moret tuvo ocasión de encontrarse con algunas de estas personas en un viaje al país en 2013 del que salió su último libro, “La memoria del Ararat” (Península). La palabra que más se repite en las páginas de esta crónica de viaje no puede ser otra.
“Me di cuenta que todos sacan el genocidio tarde o temprano, es algo que les ha marcado”, explica Moret en una conversación con RTVE.es
Moret tuvo la suerte de poder entrevistar a uno de los últimos (si no el último) supervivientes, Movses Haneshanyan, que hoy tiene 105 años. Su familia fue expulsada de su aldea natal,Kebusie, y forzada a marchar a pie y sin víveres hasta Siria, donde fueron ayudados por un árabe que negoció su liberación; de allí pasaron a Líbano y, tras la Segunda Guerra mundial, se instalaron en Armenia, entonces una república de la URSS.
“Fue horrible lo que vivieron, muchas familias destrozadas, perdieron sus hogares, tuvieron que emigrar, pero además hay un factor psicológico que pesa sobre las siguientes generaciones”, cuenta el escritor.
“Los armenios – continúa Moret – tienen este sentimiento de que el mundo no reconoce lo que les pasó, y piensan que si al menos el mundo lo reconociera sería un punto de partida hacia la esperanza. Sería un primer paso, según me decía el director del Museo del Genocidio, que les permitiría hacer las paces de algún modo con la memoria histórica”.
2015, con su carga simbólica, podría ser la oportunidad para este primer paso, pero parece más que improbable. Las autoridades turcas han hecho caso omiso de la invitación de Armenia para asistir a los actos de homenaje el 24 de abril. Ese mismo día, Turquía ha decidido celebrar su propio centenario, el de la batalla de Galípoli, una victoria otomana en la que se destacó un coronel que luego llegaría a ser el padre de la República: Mustafá Kemal.
El peor crimen del mundo
El término “genocidio” (del griego genos, pueblo o raza, y el sufijo latino -cidio, asesinato) fue acuñado por el jurista polaco Rafael Lemkin para definir la exterminación premeditada de todo un pueblo. Aunque el trabajo de Lemkin se centró en la persecución de los judíos en la Europa ocupada por los nazis, el jurista citaba otros crímenes en la historia de la Humanidad que debían ser calificados de genocidio, como la persecución y matanzas de armenios durante la Primera Guerra Mundial.
La definición legal e internacional fue establecida por la ONU en la Convención para la Prevención y el Castigo del delito de Genocidio de 1948, después de los juicios de Nuremberg y cuando habían pasado 33 años desde las deportaciones masivas de armenios.
La Convención define como genocidio “cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.”
*Periodista español indignado
Título original: El centenario del ‘genocidio’ armenio enfrenta una vez más a Turquía y Armenia