Los sistemas electorales de las democracias representativas, se dividen en proporcionales, cuando dan a cada fuerza política en el Parlamento una representatividad en escaños proporcional a su apoyo electoral o bien, mayoritarios, cuando sobrerepresentan en dicho cuerpo legislativo a la agrupación que obtiene la primera mayoría en apoyo electoral, como ocurre con el sistema uninominal inglés.
Nuestro peculiar sistema binominal, en tanto, no es ni lo uno ni lo otro, o sea, no es ni proporcional ni menos mayoritario, sino, más bien, configura un auténtico fraude electoral. Esto porque es un sistema minoritario (sic), en la medida que sobrerepresenta a la minoría (la segunda fuerza en apoyo electoral) y subrepresenta a la primera mayoría (33%=66%), lo cual, va contra la naturaleza misma de todo sistema electoral democrático, que ha de respetar el principio mayoritario, por el cual, la fuerza con mayor apoyo electoral, ha de ver reflejado éste en la composición del Parlamento.
Atribuir al binominal la denominación de “sistema mixto” dentro de la clasificación de los sistemas electorales en sistemas proporcionales y mayoritarios, hace que aquélla carezca de objeto. Es cierto que la cientista política y actual senadora Ena von Baer ha voceado el carácter de “proporcional muy mayoritario” para el binominal, pero ello resulta tan absurdo y sin sentido como hablar de una “monarquía muy republicana” o de un “infierno celestial”.
En efecto, la democracia se define como el gobierno de la mayoría y el fraude binominal está diseñado y funciona para impedirlo. Se trata de un sistema de cuoteo 50/50 que torna irrelevante la voluntad de los electores y que no se aplica en ninguna democracia del mundo y tiene por único antecedente su aplicación por la dictadura comunista del recientemente fallecido general Jaruzelski en Polonia.
Consecuentemente, nuestro recién reemplazado antidemocrático y fraudulento sistema binominal minoritario, no admitía reformas ni perfeccionamientos, sino sólo su eliminación y reemplazo, como el que acaba de producirse y que celebramos.
Por otra parte, el ya olvidado proyecto de reforma (Patricio) Walker-Larraín (Peña) resultaba especialmente hipócrita, en la medida que, lejos de eliminar el fraude binominal, sólo lo enrocaba y mantenía a buen recaudo en el Senado, con lo que subsistía el poder de veto que aquél otorga a la minoría y que es como ha cogobernado la derecha siendo minoría durante estos largos años de postdictadura.