Diciembre 26, 2024

Ricardo Lagos, el malabarista artero

Prepotente por antonomasia y descarado por naturaleza, el ex presidente Lagos tiene la patudez de comparar al gobierno venezolano con la dictadura de Pinochet.

 

 

Autoerigido como un estadista al que nadie le va en saga, Lagos no es otra cosa que un peón de las peores fuerzas antidemocráticas en Chile y el mundo. Sus amigos más dilectos son sujetos turbios de los que no se yerra mucho si se los vincula con las más abyectas organizaciones y servicios de seguridad imperialistas.

 

Regalón de los empresarios chilenos, probadamente corruptos, vinculados desde la primera comunión con la dictadura, financistas de la ultra derecha y expertos en violar las leyes tributarias para comprar políticos por docenas, no ahorran aplausos cuando se trata de elevar a condición de salvador nacional a un ex presidente que montado en su egolatría, asumió la desfachatez de intentar cambiar el nombre de la Constitución en un acto faraónico que debería recordarse como un completo ridículo. Lagos no es otra cosa que un político travestido.

 

Fatuo, su obra más recordada será el adefesio que hoy opera como sistema de transporte público que no hace sino castigar al ya castigado pueblo santiaguino obligado a someterse al castigo inhumano que significa subir cada mañana y tarde a esas máquinas hediondas, inseguras, incómodas, caras y peligrosas. De lo que por cierto, se cuida de no decir esta boca es mía.

 

Pero que fue diseñado por su megalomanía imbricada con su incapacidad para vincularse con otra realidad que no se la que le devuelve el espejo en la mañana.

 

Operador de maniobras delincuenciales que triangularan dineros al más puro estilo mafioso, financió con dineros oscuros a sus sosías, y demolió o regaló lo que quedaba de obras que alguna vez fueron patrimonio histórico de Chile, lo que, por cierto, quedó en la más perfecta impunidad.

 

El tándem de políticos que ha emporcado el país, tal como se demuestra por estos días, y que son todos en conjunto y cada uno por sus méritos, una burla para todos, hizo lo suyo en ese tiempo y las transacciones delincuenciales y los escándalos quedaron en el más perfecto de los olvidos.

 

Lagos no tiene más mérito que haber sido capaz de montar una acción comunicacional que enfureció al dictador, y no más que eso.

 

Todo el resto, el sufrimiento, la lucha, los muertos, presos y desaparecidos, lo puso el pueblo. Al que desprecia.

 

Y durante su gobierno no se avanzó un paso en la dirección que se requería para democratizar la sociedad. A contrario, los únicos ganadores fueron de nuevo y como en dictadura, sus amigos empresarios, los más poderosos y peligrosos que se pueda imaginar.

 

Sin embargo hoy se da al lujo de entregar lecciones de democracia a Venezuela, poner en duda la legitimidad de sus dirigentes e instituciones, mintiendo con descaro respecto del estado en que se encuentran los presos por los cuales intercede de la manera más escandalosa, y compara ese gobierno democrático, institucional y legítimo, con la dictadura de Pinochet.

 

Personajes como este deberían guardarse en el lado más oscuro del baúl de la historia. Esta chusma le hace mal a los niños, a las generaciones futuras llamadas a hacerse cargo del país, quienes pueden crecer que mentir y manipular es una condición de la política.

 

Y por sobre todo, porque generan una perniciosa escuela de seguidores, falsos socialistas, conversos y fariseos muchos de ellos afirmados de modo ilegítimo en el recuerdo de sus padres que sí se la jugaron, gente sin luces y apernadas para toda la vida en condiciones de virreyes, intocables, poderosos millonarios, asépticos y que miran al pueblo con un dejo de cosa peligrosa, como perros con arestín, que desprecian todo lo que sus antepasados respetaron y por lo que murieron. Una verdadera plaga.

 

Esta época, estos mismos meses alucinantes que vivimos, no podrán sino ser recordados con la perspectiva del tiempo como de vergüenza, como la época en que a este castigado país le correspondió transitar hacia la nada, dirigido por una verdadera cultura de la sinvergüenzura y la traición.

 

Y uno de sus constructores indiscutidos es Ricardo Lagos.

 

 

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