Natalia Compagnon no entiende que no es una especuladora inmobiliaria privada, sino que también nuera de la Presidenta de la república, hecho este último que la incluye dentro de los miembros de la casta política, por consiguiente, no se le puede aplicar las reglas de la ética privada.
Para profundizar en este tema me permito recurrir a los dos grandes autores del realismo en la política, Nicolás Maquiavelo y Max Weber:
Maquiavelo no tiene nada que ver con la torpe y desinformada imagen que han transmitido, por ejemplo, los jesuitas y tiranos ilustrados, como Federico de Rusia y Napoleón Bonaparte; este pensador jamás sostuvo que “el fin justifica los medios” que, algunos ignorantes, repiten diariamente haciéndonos creer que su teoría política es inmoral o amoral, pues el verdadero aporte de Maquiavelo consiste en separar la ética cristiana de la ética política, que viene del concepto de virtud de la república romana – véase La primera década de Tito Livio – que supone que la ética privada está escindida de la ética pública, así, una persona puede ser, por ejemplo, un muy buen padre de familia, puede optar por seguir la filosofía de Epicuro – retirarse al “Jardín” y prescindir de los asuntos de la polis, pero si elige ser político, debe someterse a la ética del poder y, en esta esfera, buscar la virtud pública, que no es lo mismo que la privada, de ahí su sentencia en que el Príncipe si no logra ser amado, debiera ser temido.
Max Weber, en su obra El político como vocación plantea, con claridad meridiana, que quien se quiera dedicar a la política debe pactar con el diablo, pues “tiene que aplicar la violencia legítima”, que es lo que caracteriza al Estado, como poseedor de su monopolio.
Pensar que en una sociedad humana no exista la corrupción sería algo así como resucitar la utopía del famoso monje Girolamo Savonarola, quien instaló en la depravada Florencia del Renacimiento una especie de dictadura teocrática, con la pretensión de eliminar la corrupción instalada por la familia de banqueros de los Medici. Entre el realismo político y la pureza conventual hay una incompatibilidad total, como también de la política con respecto a la ética religiosa – es la es razón por la cual me parece un absurdo el concepto de humanismo Cristiano pues dos son términos antitéticos -.
La casta política no entiende nada de que lo está ocurriendo en Chile y, a causa de ceguera e ignorancia, no tienen nociones – ni prácticas ni teóricas – de ética política. Veamos algunos pruebas al canto: la famosa “declaración“ conjunta de todos los partidos políticos, firmada y comunicada en día 10 de abril, es sólo una pieza literaria vacía e inútil, por ejemplo, para qué diablos sirve pedir perdón a los ciudadanos cuando nadie les cree y no se les ve ninguna voluntad de corregir sus faltas – la situación es parecida a la de los católicos, que consiguen el perdón en la confesión, para luego recaer en el mismo pecado – y, por otra parte, entregar a una Presidenta que cuenta con sólo el 30% de apoyo de la ciudadanía la solución de una crisis que requiere el concurso de toda la ciudadanía, me parece, al decir lo menos, una ilusión. Además, creer que las comisiones organizadas por el gobierno sirvan para algo, cuando son siempre un distractor burocrático, es una insensatez, pues los miembros del Congreso van a aprobar lo que a ellos les conviene.
La entrevista de la nuera de Michelle Bachelet, aparecida en el diario La Segunda, cuyo evidente objetivo es mejorar la imagen, de poco ha servido, pues sólo personas muy ingenuas se tragan la historia de que la Presidenta no tenía ni idea de los negocios de su familia y que su nuera tiene una verdadera veneración por su suegra. Lo único que le devolvería la reputación a Natalia Compagnon es devolver el dinero, “ganado a la pasadita”.
Otro caso patético es el de la senadora Ena von Baer, quien se declara, por enésima vez, completamente inocente de los cargos que se le imputan, una verdadera virgen impoluta y, para variar, nadie cree en su germana pureza.
Así las cosas, “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” y, en este plano, mi héroe sigue siendo Emiliano Zapata, que al ser invitado por Pancho Villa en el sillón presidencial, expresó que no lo hacía, pues en este sillón se sienta un hombre bueno y termina como un corrupto”.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
12/05/2015