Marco Enr
íquez Ominami despliega un extraño esgrima verbal para intentar demostrar lo que no tiene ninguna importancia: que no recibió lo que fue a pedir al Gerente de SQM. Algo parecido dice la senadora Von Baer y casi lo mismo todo el resto de políticos sinvergüenzas y corruptos.
Lo grave del caso de Enríquez Ominami lo pone el mismo: de tanto intentar diferenciarse de aquellos a los que critica, termina haciendo lo que critica.
En este, como en todos los otros casos negados hasta el cansancio, lo que vale para la gente silvestre es una intuitiva mala fe, una sana presunción de culpabilidad, un pesimismo que ponga a todos en el mismo saco, porque en el fondo, lo que los diferencia es solo la verborrea con la que disparan sus mentiras y chamullos.
Marco Enríquez Ominami no niega haber recibido ese oro maldito, sino que dice que no sabe si lo hizo. Y que su padrastro que sí recibió con los ojos cerrados el óbolo de los dueños de la política, no le habría pasado ni un solo peso. Le faltó agregar que de sus andanzas se enteró por la prensa.
Lo que no niega, y que reconoce solo porque la secretaria del gerente pagador lo atestigua, es haberse reunido con él para conversar acerca de la nacionalización del litio. Y como Marco cree que los chilenos son más huevones aún, agrega que esa reunión es comparable a las que ha tendido con la CUT, con un sindicato o con un club de abuelitas.
Ya se ha dicho en tonos y énfasis variados. Lo realmente sano es que se vayan todos, que no quede ni uno.
Pero como lamentablemente sabemos, mientras el pueblo no esté en la calle desordenándolo todo con su fuerza avasalladora, el sistema tendrá aún márgenes para maniobrar en busca de las soluciones tramposas que les permita seguir chupando sangre.
Por eso vemos que, tanto asustados como apurados, un amplio arco de políticos marrulleros se disponen a pactar para pasar la aplanadora, y dejar este mal paso debajo de varias capas de auto perdón y amnesia.
Para el caso de salvar el negocio de todos, nada como olvidar las querellas, los rencores y los odios y generosamente disponer los corazones para aquello que es común a todos: el poder en cualquiera de sus formatos o envases.
Es lo que ha hecho siempre el sistema: acudir a la toxina corrosiva de la impunidad y esta vez no será distinto. Y en poco tiempo, luego de prometer tramitar un proyecto de ley que ponga las cosas en su lugar, y volver a advertir que en Chile las instituciones funcionan, ya estaremos pasando a otra cosa y este largo verano se recordará solo como un mal momento, un traspié, incluso necesario.
Mientras tanto, el recurso de la mentira descarada, burda y sin medida seguirá dando los réditos de siempre, el descaro seguirá explicando lo inexplicable y el dinero, quizás en formatos menos explícitos, seguirá comprando políticos de principios febles o desgastados por el poco uso. Y el mundo seguirá andando.
Eso lo sabe hasta el que menos sabe, incluso Marco Enríquez Ominami que había intentado demostrar que se puede ser político sin parecer político, pero le fue mal. Y ahora lo veremos intentado esos mandobles verbales a los que tiene tan acostumbrados a sus imitadores.
Y cuando las cifras comiencen a reverdecer en las encuestas, entonces ya todo estará hecho.