“La Unión Portuaria de Chile apoya y aprueba con todas sus fuerzas la idea de reformar la legislación laboral en todos los aspectos que permitan real libertad sindical, negociación colectiva efectiva y equiparación de poderes entre trabajadores y empresas, de modo que permitan una mejor distribución de los ingresos generados por todos y todas. Pero así como defendemos la idea, afirmamos que lo presentado el 29 de diciembre de 2014 es insuficiente al dejar importantes puntos fuera, pero además por agregar aspectos que van en contra de la defensa de los intereses de los trabajadores, desequilibrando aún más el poder en favor del empresariado …”
“No respaldaremos, ni aprobaremos que nuevamente se vuelva a la política de los consensos con los sectores conservadores del país”. Así se expresaba, en una carta pública en enero pasado, acerca del proyecto de reforma laboral del gobierno, la organización de trabajadores portuarios que, en los últimos años, se ha transformado en una de las más combativas mancomunales sindicales de Chile.
DE ARICA A PUNTA ARENAS,
CONSTRUYENDO LA UNION
Cuando en 2010 surge la Unión Portuaria del Bío Bío (UPBB), ésta retoma el hilo rojo de una larga historia de luchas que corre en las venas de un sector económico estratégico. Hoy, los dirigentes de esa unión regional se acuerdan de la importancia del precedente que sentó en los años 2000 la Coordinadora Regional Portuaria, bajo el impulso de Jorge Silva (puerto de Iquique). También valoran el papel de líderes aún activos, como Robinson Avalos (Unión Portuaria del Norte Chico) o de impulsores como Dante Campana, destacado dirigente sindical del Bío Bío, fallecido en 2009. La Unión Portuaria saltó de una escala regional a nivel nacional (Unión Portuaria de Chile) en junio de 2011 (con la visita de dirigentes del puerto de San Antonio a la Octava Región) y se consolidó durante un encuentro en Tocopilla, en octubre de 2011.
Cuando conversamos hace algunos meses con José Agurto (más conocido como “El Ñarro”), en la sede del Sindicato de Estibadores de San Vicente, el actual vocero de la UPBB subrayó, con vehemencia, la fuerza lograda por la unificación de cinco uniones portuarias regionales desde Arica a Punta Arenas: “¡Una unión potente como 5 manos!”, como bien resalta el logo que identifica la organización, aunque cruzada por múltiples conflictos y permanentes tensiones entre dirigentes o sindicatos: “La gracia de los portuarios es que todos se creen el cuento. Todos son caciques. Aquí no hay ningún soldado de tropa (…) Además, en el rubro portuario se mueve mucho dinero. Entonces todos andan viendo quien está ‘mojado’. Y al que no está ‘mojado’, hay que inventarle algo para cagarlo no más… Este es un desorden que tenemos ahí. Hay muchos dirigentes que quieren un sillón desocupado, para tomarlo. Por eso también somos una organización ‘de hecho’, y no queremos ser de derecho, ¡para que no haya un ‘apernamiento’ dirigencial!”.
Si todavía la historia de estos trabajadores queda por escribir, es indudable que los portuarios fueron un componente esencial de la estructuración del movimiento obrero chileno -participaron activamente del surgimiento de una conciencia de clase en el “bajo pueblo” y dieron a luz múltiples organizaciones, encabezando huelgas generales, paralizando en apoyo a asalariados de otros sectores, solidarizando con el movimiento popular, doblegando al empresariado y a los gobiernos-.
Cerca del 95% del intercambio de mercancías con el exterior (Chile es el país que ha firmado más tratados de libre comercio en el mundo), se realiza a través de los terminales marítimos. Ubicados en el corazón del sistema primario-exportador extractivista, los portuarios ven desfilar las principales riquezas de Chile. Hoy, el salitre ha sido reemplazado por el cobre, el vino, la producción agrícola o la madera, y los lujosos productos importados de Europa fueron sustituidos por contenedores de productos asiáticos manufacturados… Pero los trabajadores portuarios siguen peleando por sus derechos, abriendo camino para la reorganización de un movimiento sindical clasista, en un contexto de neoliberalismo maduro y frente al creciente descalabro de la política institucional post-pinochetista.
ENFRENTANDO A
LOS DUEÑOS DE CHILE
Sometidos a extenuantes condiciones de trabajo, a veces en puertos siniestrados por terremotos o el desuso, estos asalariados han tenido que resistir numerosos ciclos de represión por parte del Estado, como también el ensañamiento del empresariado de ayer y de hoy. Ya en 1921, en plena crisis salitrera, desafiaron las medidas represivas de la burguesía comercial de varios puertos con una huelga que se expandió desde Antofagasta hasta Punta Arenas, con el apoyo activo de la Unión -de tendencia anarco-sindical- de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW). Por cierto, drásticos cambios conoció tanto la actividad portuaria mundial como también la fisonomía político-social de Chile desde entonces. La dictadura cívico-militar, con las reformas de 1981, terminó con el sistema de matrículas que regulaba los empleos en los puertos. Las políticas de concesiones de los puertos a diversos holdings y la creación de terminales privados durante los gobiernos de la Concertación, modificaron también profundamente las condiciones de trabajo.
Con más de cuatro mil kilómetros de costa sobre el Pacífico, Chile dispone de 36 puertos, 26 en manos de inversionistas privados y 10 en manos fiscales (pero incluyendo concesionarios privados). Los Matte, Luksic, Von Happen, Claro: las familias capitalistas más poderosas de Chile (y del Cono Sur) controlan gran parte de la actividad portuaria, en alianza con grupos transnacionales. Controlar los puertos es dominar los flujos comerciales y de transporte por donde pasan los productos de esos mismos empresarios tentaculares.
De ahí la obsesión de “los dueños de Chile” de la Cámara Marítima y Portuaria y de los sucesivos gobiernos: neutralizar, reprimir y, cuando es posible, comprar a los responsables de las potentes organizaciones de trabajadores portuarios. El nivel de violencia en contra de éstas ha sido ejemplo durante los conflictos liderados por la UPCH, donde las intervenciones policiales y la militarización de los puertos dejaron decenas de heridos en los tres últimos años. Fue el caso del Sindicato Número 2 del puerto de Angamos (principal exportador de cobre), ubicado en Mejillones y administrado por Ultraport, propiedad del empresario pinochetista Von Happen. En Angamos, después de intensas movilizaciones el año 2013, y de casi un mes de huelga entre diciembre de 2013 y enero de 2014, con el apoyo de todos los sindicatos de la UPCH, el sindicato fue literalmente destruido. Recientemente, en el Puerto Central (San Antonio), concesión ligada al grupo Matte, la gerencia aprovechó las profundas disensiones existentes entre el ex-vocero nacional de la UPCH, Sergio Vargas y Diego Silva, presidente de la Federación de Trabajadores de Costanera Espigón (Fetraportces) para reprimir y dividir a los trabajadores (y así marginar definitivamente a Vargas).
Desde 2010, las movilizaciones de la Unión hicieron temblar a las clases dominantes, criticando también la actitud conciliadora de orgánicas sindicales como la Cotraporchi (Confederación de Trabajadores Portuarios de Chile) o incluso la conducción de la CUT. En agosto de 2011, la UPBB se negó a apoyar el paro nacional convocado por la Central, argumentando que “nunca ha defendido ni apoyado las reales demandas de los trabajadores del país, sino que sólo ha servido como una institución que todos los gobiernos posdictadura han utilizado para sus propios fines”.
Las sucesivas paralizaciones, acciones de boicot mancomunado de los buques o paralizaciones solidarias de la Unión significaron la pérdida de millones de dólares para los grandes patrones: la movilización que duró 22 días a principios de 2014, reivindicando el justo derecho a media hora de colación, representó un gravamen de 180 millones de dólares diarios, según la Cámara Nacional de Comercio. Y es justamente la fuerza de esta unidad en la diversidad, de sindicato a sindicato, que dio sus frutos, no sin altibajos, obligando al gobierno de Piñera a poner en marcha una “ley corta”, acuerdo incumplido y finalmente retomado por el actual Ejecutivo, sobre un bono compensatorio por media hora de colación (una medida retroactiva que representa un beneficio individual de 750.000 pesos por año trabajado). Estas luchas arrancaron también la promesa de la ministra del Trabajo, Javiera Blanco, de presentar una “ley larga” para buscar “modernizar y mejorar las condiciones laborales” de los puertos. Por cierto, queda mucho por conquistar, comenzando por una tarifa única nacional: si en algunos puertos del Norte se pagan más de 36.000 pesos por turno de trabajo, en otros puertos no se paga más de 14.000 por la misma faena.
La inmensa mayoría de los más de 8.000 trabajadores marítimos y portuarios son eventuales, efectuando turnos de siete horas y media, a veces varios al día, como grueros, estibadores, huincheros, tarjadores, embaladores, supervisores, etc. Todos dependen de la fluctuación del mercado mundial, como también de las temporadas nacionales para generar sus ingresos. Los estudios laborales confirman la peligrosidad de este trabajo y cada año se contabilizan heridos graves y muertos en los patios de los puertos. Para defenderse mejor, y gestionar colectivamente las faenas, se ha mantenido -o a veces rescatado- en algunos puertos de Chile la famosa “nombrada”. Este sistema permite una gestión de los turnos por oficios, bajo control del sindicato, ya que los gremios proveen trabajadores a las empresas concesionarias según una lista de socios y de suplentes (la “redondilla”), establecida por ellos mismos. Se trata de una administración de la eventualidad que puede facilitar y genera todo tipo de clientelismo si no es democrática, pero si se efectúa bajo el control de la asamblea sindical se transforma en arma poderosa, como la calificó con resquemor el diario La Segunda (enero 2014). Así lo entiende Nelson Francino, presidente de la Federación de Trabajadores Portuarios de Iquique (Fetrapi): “Nunca vamos a dejar la ‘nombrada’, es lo que nos ha llevado a crecer y a tener fuerza; por otra parte, nos comprometemos con una gestión transparente y equitativa de la ‘redondilla’, regulada por un nombrador y sus ayudantes de manera rotativa”.
REFORMA LABORAL: “UN CRIMEN CONTRA EL SINDICALISMO”
Pero tal vez lo más llamativo de la UPCH es que no sólo se moviliza por sus reivindicaciones inmediatas. Desde su creación, sus dirigentes insistieron en solidarizar con otras luchas de trabajadores (por ejemplo con los obreros forestales o los mineros del cobre), con el movimiento estudiantil (con paralizaciones solidarias durante la “primavera” de 2011), con el movimiento “No más AFP” o incluso, con la demanda de nacionalización de los recursos naturales. Esta comprensión global -y sumamente política- de que superar el modelo neoliberal sólo será posible gracias a una articulación de los asalariados mucho más allá de los puertos, explica el esfuerzo constante por intentar articular diferentes sindicatos de los sectores estratégicos de la economía. Así, el 17 de marzo, dirigentes de todo Chile de la Unión Portuaria se reunieron en Santiago con la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), en federaciones forestales (como Fetrafor), sindicalistas de la construcción (Sintec), del transporte y la Federación de Sindicatos de Trabajadores de la TV (FetraTV) para marcar su rechazo al proyecto de reforma laboral que ese mismo día estaba siendo aprobado por la Comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados.
Para Manuel Ahumada, presidente de la CTC, se trata de forjar un “espacio de articulación” capaz de “generar un accionar sindical a disposición de todos los trabajadores”. Ese mismo día, y a pesar de cierta frustración que se hizo presente en un encuentro que no desembocó en un acuerdo concreto para iniciar las movilizaciones (a la espera del calendario parlamentario), la UPCH mostró una vez más su capacidad de acción, desplegando un breve paro de advertencia en varios puertos, frente a una reforma calificada por Gabriel Rebolledo (UPBB) de “retroceso importante para los trabajadores”. Este paro fue seguido, durante la misma semana, de acciones sucesivas por parte de trabajadores de la construcción, camioneros y forestales; y podría desembocar en una paralización nacional coordinada con la CTC y otros sindicatos.
En esta coyuntura, los dirigentes portuarios llaman a sumar fuerzas en todos los frentes, incluso con la CUT si ésta se muestra disponible a movilizar en contra del proyecto, a pesar de su dirección muy cercana al oficialismo, a movilizar en contra de una “reforma laboral hecha por los corruptos”. Según Sergio Parra, tesorero del Sindicato de Estibadores de San Vicente y fundador del boletín portuario El chancho en goma: “Este es el inicio de la lucha. Hoy nos juntamos los que tenemos realmente poder de movilización. No queremos pasar por arriba de las otras organizaciones que existen, queremos empezar un camino de movilización ascendente que llegue a parar este crimen contra el sindicalismo que es la reforma laboral. Estamos en estado de movilización y tenemos que acercarnos a todos y a todas las organizaciones sindicales (sector público, del comercio, industrial, etc): todos los que van a salir perjudicados por esta reforma. En paralelo, como Unión Portuaria vamos a seguir fortaleciéndonos”.
Mirando hacia atrás, y haciendo un primer balance de sus años de militancia sindical, José Agurto recalca que los portuarios siempre han sabido sobrepasar los límites de la legalidad y de un Código Laboral espurio, aprobado en 1979 bajo terrorismo de Estado y legitimado con leves modificaciones en posdictadura: “Yo creo que las grandes conquistas que hemos logrado en los últimos catorce años han sido casi todas ilegales. Y por eso digo que nos ganamos el respeto ante el empresariado, y ante el gobierno de turno. Con toda la riqueza que pasa por nuestras manos, no tenemos para qué ser legales, sino que tenemos que mantener la unidad. Mientras nosotros mantengamos la unidad como trabajadores, nada nos podrá doblegar”.
FRANCK GAUDICHAUD
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 825, 3 de abril, 2015