Como empleados la mayoría de los periodistas ejecutan el objetivo de sus empresarios de ocultar, dirigir y confundir al público.
Lo dice en Chile desde la profesión Nibaldo Mosciatti: “…Hay, al menos, dos periodismos: Uno, el que le habla a la gente, porque piensa en la gente y siente que está al servicio de ella. Otro, el periodismo que le habla a los poderes, porque vive en ese rincón restringido y cálido –pero nunca gratis– que los poderes guardan a ese periodismo. Es un rincón un poco humillante, como esas casuchas para los perros guardianes, que te guarece de la lluvia pero que incuba pulgas y garrapatas, pero allí nunca falta el tacho con comida. Sabe mal, pero alimenta. Y, en general, engorda.”
Así un periodista extremadamente crítico que se ufana de publicar sin temor a los poderosos calló la posibilidad de que la marina haya espiado a Perú y prefirió mencionar la baja popularidad del presidente limeño en el momento.
Normalmente hace comentarios de todo pero cuando Estados Unidos es responsable de un atropello se limita leer la noticia.
Ese acomodo es muy conocido en todas partes.
Pero en su trabajo periodistas hacen un aporte adicional que parece no impuesto con sus sueldos: debilitar la capacidad de pensamiento de sus informados. Atontarlos, enredarlos. Empobrecerlos intelectualmente.
Muchos no tienen la capacidad necesaria para orientar en el conjunto desordenado de sucesos. La educación del país es mediocre y los negociantes de universidades ganan vendiendo la carrera.
Con poca capacidad de síntesis se justifican socialmente dando una cadena de datos en su mayoría sin importancia.
Una práctica generalizada es empezar la noticia contando lo que se declaró o sucedió. A continuación hacen oírlo directamente de la fuente. Terminan repitiendo por tercera vez lo sabido.
Es frecuente que en el palacio de gobierno repitan una pregunta a la autoridad tres o más veces para que dé una respuesta idéntica.
Reporteando la tragedia de las inundaciones del norte un enviado informó que un hombre fue encontrado bajo el barro “totalmente muerto”. La expresión ya se había usado antes.
Mostrando la cámara un estadio de fútbol inundado con cuatro metros de altura de lodo la voz agregó que se habían perdido las camisetas y pelotas del club local.
En un canal se hizo varias entrevistas en la calle sobre el peligro de que el agua que entró a las ciudades y pueblos esté contaminada con metales pesados. Todos coincidieron en que debía aclararse la situación para tranquilidad de la gente. Frente a las cámaras también lo pidió un alcalde. A continuación se pasó a la ministra de salud diciendo que había ordenado un análisis químico en esos lugares y ya estaban los instrumentos necesarios.
A una mujer a quien le asesinaron su esposo una comunicadora le preguntó qué sentía.
¿Es solo en este país? Al parecer no.
Los pueblos necesitan claridad. Lo que sucederá en el futuro no lejano será dramático. El quiebre inevitable del orden mundial, insostenible por la naturaleza finita del planeta. Cada uno deberá enfrentar problemas y opciones con inteligencia y rapidez. No habrá un aparato burocrático para darle instrucciones.
Y esa capacidad de ubicarse frente a los hechos se educa. Lo contrario a la deformación masiva que hacen a diario los dueños de los medios dominantes… y sus profesionales.
Nada debe ocultarse de la realidad pero entregarse con claridad. Sin dejar un marasmo.
En el sistema es difícil conseguir trabajo sin someterse al propietario del media, pero quizás no es obligado sumar formas personales de estímulo a una estolidez popular.
Por un Movimiento para una civilización sustentable-solidaria
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