¿Será un exceso decir que los incendios en Valparaíso, la Araucanía y las inundaciones en Atacama tienen algo similar? ¿Será en extremo conspirativo mencionar que todas tienen un común denominador: son víctimas del extractivismo y el despojo capitalista?
¿Será demasiado ideologizado señalar que podría existir un remoto vínculo entre la destrucción del ecosistema por la gran minería y las inundaciones en Atacama? ¿Será demasiado alejado de la realidad argumentar que existe una pequeña posibilidad que la expulsión de los pobres a los cerros de Valparaíso en condiciones precarias haciendo de sus barrios completos material ligero e incendiario sea una causal de los incendios inmanejables? ¿Será demasiada paranoia insinuar una relación entre el mono cultivo de las forestales la Araucanía con especies foráneas y la sequía aparejada con un fuego nunca antes visto? ¿Es una teoría o una realidad que el capitalismo es el responsable del mismo cambio climático?
No. No es un exceso, no es un extremo, no es ideología, no es alejado de la realidad, no es paranoia, ni teoría; le guste o no al poder es una realidad. Caminamos a un precipicio societal, al fin de lo que conocemos por humanidad. Estamos cercanos no a un Armagedón ni una invasión extraterrestre, sino ante nuestra propia aniquilación como planeta, nuestra autoextinción como especie. Es, como dice Vanda Shiva o Naomi Klein, un verdadero “ecocidio” capitalista del sistema-mundo; una suerte de exterminio por mercantilización del agua, el aire, la tierra, la gente.
La civilización, por acción del imperialismo y sus transnacionales y la servidumbre forzada de las grandes mayorías, va directo hacia su muerte. Esto es especialmente cierto en América latina que, por la herida colonial, arrastramos hace cinco siglos la explotación extranjera del medio ambiente y la dependencia de los países del norte. El responsable: el capitalismo y sus agentes corporativos y gubernamentales. Su forma: el extractivismo incesante explotador de recursos naturales y la lógica del crecimiento y su voraz despojo de la riqueza común.
La sociedad como la imaginamos dejará de existir, a no ser que tomemos una alternativa de cambio radical, aquí y ahora, una alternativa de vida, de poder, de poder-hacer, de poder revolucionarlo todo.
A cien años que Rosa Luxemburgo popularizara la frase socialismo o barbarie, este dilema es más claro y concreto que nunca. El desarrollo de las mismas fuerzas productivas ha puesto en jaque el modo de producción y toda la reproducción social. Todos los modos de vida están en juego. Este mal-desarrollo nos pone, a hombres y mujeres, en la encrucijada entre la vida o la muerte, y las opciones son claras o se muere el capitalismo o se muere la madre tierra.
Avanzamos hacia un socialismo ecológico, antipatriarcal y autogestionario o viviremos una regresión inevitable a la barbarie.
Henry Renna, MPL