Puedo hablar con autoridad en esta materia.
En los 80 visité a muchas amigas y amigos presos, cuando se pudo, en Valparaíso y en Santiago. Todos ellos por razones políticas, que en ese tiempo se consideraban delitos. Por cierto no me importaba el qué dirán y las posibles reacciones de la CNI. Tampoco que mis acciones podrían bajar o que tal negocio podría fracasar. Ir a la Cárcel de Mujeres de San Miguel era una aventura solidaria, que hacía bien sobre todo a las visitadas, algunas de ellas compañeras que recién habían vuelto del exilio. Estuve varias veces en la Cárcel de Valparaíso – esa que hoy es museo- visitando a Óscar Guillermo Garretón, juzgado por el llamado Juicio de la Marina. Visité a Felipe Pozo, director de Fortín Mapocho, en Capuchinos. A Tito Palacios, gran periodista, también allí. En los 70 no pude ir a ver a Vicente Sota ni a Ángel Parra a Chacabuco, y antes al Estadio Nacional, porque tuve que asilarme muy temprano.
También, es un decir, traté de visitar, en abril de 1986, durante varios días y casi noches, a mi hijo universitario, al que se lo llevaron en una tanqueta por hacer propaganda sobre el 1° de Mayo. Después de un peregrinar doloroso terminamos ubicándolo y abrazándolo en una Comisaría de Ñuñoa. Fue una tremenda visita, para él y para nosotros.
Antes, estuve secuestrado y preso por la CNI y el COVEMA, en septiembre de 1985. Me fueron a ver, a pesar de los riesgos, muchos familiares, amigos y cercanos. Entre estos últimos, y cuando ya se supo mi paradero, Jaime Castillo Velasco, Enrique Correa, Ricardo Lagos, Jaime Estévez, Andrés Zaldívar, Alberto Jerez. Hace treinta años. Ninguno de ellos pudo entrar a verme. Pero lo supe y me confortó. Trabajaron desde fuera para lograr mi libertad, especialmente don Jaime y Enrique, que permaneció expectante muchos días, en un café cercano a “La Patilla, horas y horas, diría que irresponsablemente, porque él no tenía carné de identidad. Su retaguardia estaba en la Vicaría de la Solidaridad.
No digo que UD, señor piñera, tenga que hacer lo mismo que mis amigos y yo en esos años. Las condiciones han cambiado.
Lo que no ha cambiado es que ahora algunos de sus predilectos amigos están en estos días en la Capitan Yábar, como yo estuve hace 30 años en “la patilla” y Oscar Guillermo Garretón en la Cárcel de Valparaíso y mi hijo negado en una Comisaría.
Está allí, en la Capitán Yáber, en Pedro Montt, entre otros, el “Choclo” Carlos Alberto Délano, su amigo Carlos Eugenio lavín y uno de sus subsecretarios, Pablo Wagner, hombre de su confianza, que ud. nombró porque lo apreciaba y conocía detalladamente sus antecedentes. Era uno de sus funcionarios “de excelencia”. Wagner está acusado por la Fiscalía de cometer reiteradamente delitos mientras Ud. era su jefe en la Presidencia. Y puede llegar a estar 10 años adentro, Piñera.
Ud. no ha caído preso, Piñera, ni por razones políticas ni por delitos comunes (aunque estuvo a punto a raíz de lo del banco de talca. ¿se acuerda?).
Supiera usted lo gratificante que es para un preso ver o saber que estuvo muy cerca, para verlo, un amigo. Y que, como siempre en estos casos, se arriesgó.
Uno siente, con esas visitas, cuando está apresado, que está acompañado, que no está tan solo, que hay alguien que le da esperanza, porque es un pariente cercano o de alguna manera se identifica con la manera de pensar o las acciones de uno. gente que es como uno, que a uno le cree.
A los amigos uno no les pregunta qué hicieron para estar allí. sencillamente los visita, les da un abrazo, Piñera.
Le insisto, créame que ahora es mucho más fácil que hace treinta años hacer estas acciones.
Cerciórese, antes de ir, acerca de los días y las horas de visita. Y tenga cuidado con los regalos. No les lleve a sus amigos cordones para los zapatos, peinetas, gilletes para afeitarse ni cinturones, aunque éstos sean muy bonitos y de altos precios. No se los dejarán usar. Tal vez pantalones con elásticos para que no se les caigan, o mocasines.
Un consejo: si las condiciones están como para conversar con Wagner no le hable sólo de esperanzas legales, recuérdele que el más famoso con ese apellido alemán fue un inspirador musical del nazi-fascismo. ¡Qué coincidencia!
Y consuélese: ellos tienen la suerte de tener baño y cama para dormir. Y abogados.
En nuestros tiempos, ni una ni otra cosa. Solíamos dormir en el suelo y el water (el baño no existía) solía funcionar a la vista de todos. ¿Abogados? En la Vicaría. Son otros tiempos, y otros presos.
Aproveche, Piñera.
Y, por favor, no argumente que no hay cupo, que las visitas reservadas ya están copadas, que muchos otros amigos comunes van a ir a visitar al “Choclo”, a Wagner, a Lavín. No haga eso. Nadie se lo creería.