A lo largo de 2014, los bancos chinos otorgaron créditos a América Latina por un total de 22.100 millones de dólares, de acuerdo con la base de datos publicada por Diálogo Interamericano. Ante la desaceleración de la economía mundial y el aumento de las tensiones geopolíticas, para China se ha vuelto imperativo fortalecer sus vínculos con los países que poseen recursos naturales abundantes (petróleo, gas, metales, minerales, agua, biodiversidad, etcétera).
Casi todos los préstamos emitidos correspondieron a las entidades China Development Bank y China Ex-Im Bank, aunque también participaron ICBC y Bank of China. A pesar de que no se tomaron en cuenta los créditos menores a 50 millones de dólares, la cifra reportada constituye un incremento de más de 70% en comparación con los 12.900 millones de dólares prestados en 2013.
A partir de 2005 (cuando la base de datos elaborada Diálogo Interamericano comenzó sus primeros registros) y hasta 2014, China ha concedido préstamos a los países latinoamericanos por un monto de 119.000 millones de dólares. Los créditos de China superan el monto concedido por el Ex-Im Bank de Estados Unidos, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial, situación que contribuye a debilitar la hegemonía financiera de Washington en la región.
El otorgamiento masivo de crédito pone de manifiesto asimismo, la estrecha cooperación que China ha cultivado con los países latinoamericanos. En la cumbre más reciente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, conformada por 33 países), el presidente de China, Xi Jinping, anunció que para 2020 está previsto que el comercio entre ambas partes alcance los 500.000 millones de dólares anuales con inversiones por encima de los 250.000 millones de dólares.
Asimismo, hay que destacar la construcción de asociaciones estratégicas con algunos países sudamericanos, los mismos que concentraron 90% de los créditos otorgados el año pasado: Brasil se consolidó como el principal receptor con 8.600 millones de dólares, seguido por Argentina con 7.000 millones, Venezuela, con 5.700 millones, y finalmente Ecuador, con 820 millones de dólares.
Después de la crisis de las empresas informáticas en Estados Unidos, los bancos centrales de los países industrializados impulsaron la expansión del crédito en escala global. El aumento de los precios de las materias primas desde 2002, hizo de América Latina una de las regiones favoritas para los inversionistas en busca de espacios de alta rentabilidad.
A más de seis años del estallido de la crisis financiera de 2008 y, frente a la extrema volatilidad de los mercados financieros producida por el aumento de la fragilidad sistémica, los chinos terminaron por convertirse en los banqueros favoritos de las economías emergentes toda vez que, en comparación con los bancos estadounidenses y europeos, ofrecen préstamos con menos condicionalidades y tasas de interés más bajas.
De acuerdo con estimaciones realizadas por Fred Hochberg, el presidente del Ex-Im Bank de Estados Unidos, las entidades estatales chinas han colocado aproximadamente 650.000 millones de dólares alrededor del mundo en los últimos dos años.
Sin embargo, también existe la cara perversa de la moneda. Todo parece indicar que los créditos chinos se sustentan a cambio de entregas futuras de materias primas, más que apuntalar el desarrollo tecnológico y que están orientados a proyectos de inversión vinculados a la extracción (agricultura, minería, energía, etcétera). Con ello, se corre el riesgo de profundizar el patrón primario-exportador de las economías latinoamericanas.
Por otro lado, en una entrevistada por Deutsche Welle, Kevin Gallagher, el académico responsable de la base de datos de Diálogo Interamericano, advierte de los riesgos crecientes que se ciernen sobre los países de América Latina para liquidar oportunamente sus deudas con el gigante asiático.
La caída de las monedas de la región frente a la divisa estadounidense, así como la deflación persistente (caída de precios) en el mercado de materias primas, han impulsado el aumento de las importaciones y, en consecuencia, la disminución de los saldos superavitarios (cuenta corriente) de las economías más orientadas a la exportación.
Previsiblemente, la rentabilidad de los proyectos de inversión vinculados a la extracción disminuirá de manera significativa en los meses venideros. Y si la desaceleración de los países emergentes cobra fuerza, posiblemente hará fracasar el espíritu de la cooperación económica Sur-Sur entre China y América Latina.
En medio de la crisis, existe el peligro de que los bancos chinos apliquen bajo diversas formas, los mecanismos de coerción aplicados tradicionalmente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la región latinoamericana.
*Economista, Universidad Autónoma de México.