Antonio Ledezma, alcalde de Caracas y un importante líder derechista, el viernes pasado fue impugnado por golpista y recluido en una prisión militar. En una previa y multitudinaria manifestación, señaló que el gobierno de Venezuela era una dictadura que estaba arruinando al país y creando una enorme crisis humanitaria. La población no tenía medicinas y que la gente se moría por falta de medicamentos. No hay comida y los mercados están vacíos de bienes esenciales y básicos para normal vida humana. En vista de esta situación, era legítimo y justificable derrocar al actual gobierno. El pueblo debía organizarse mejor, continuar con las manifestaciones masivas y así, eventualmente acabar con la actual pesadilla que afecta al país. Esta visión de la situación venezolana es compartida por otros líderes de derecha importantes tales como Leopoldo López, Corina Collados y Jesús Torrealba. López se encuentra en prisión desde hace un año y espera un juicio por su conducta golpista desarrollada en febrero del año pasado.
Los Estados Unidos y Europa naturalmente, han reaccionado indignados ante la conducta del gobierno venezolano. Se señala que el presidente Maduro es un dictador y que debería dejar el poder a fin de que se puedan realizar nuevas elecciones que permitan la vuelta de la democracia a Venezuela. En Chile, la derecha ha tomado naturalmente, la misma posición que los Estados Unidos y Europa occidental. Los derechistas chilenos, también piden la libertad de López y de Ledezma. Una posición parecida han tenido algunos líderes de la Nueva Mayoría que se supone que son de izquierda y progresistas.
Es necesario entender que si en los Estados Unidos algún ciudadano, trasnochado y con algunas copas de alcohol de más, hace un discurso público pidiendo el derrocamiento del presidente de la república; este individuo será rápidamente detenido por la policía. Pasará la noche en el cuartel policial y al día siguiente se enfrentará a un juez que lo liberará después de castigarlo con una leve multa. No obstante, si el discurso sedicioso lo hace un político importante en una manifestación masiva, este político y los otros líderes encabezando la manifestación, serán detenidos por los agentes de seguridad del Estado. Pronto el FBI y la policía secreta, tomará el asunto en sus manos. Si la manifestación se torna violenta, ella será disuelta de la misma forma, y rápidamente el juez de turno ordenará una investigación sumaria. Si de dicha investigación se demuestra que los culpables cometieron actos de sedición, con seguridad, ellos pasarán varios años en prisión. Esto es lo normal y justo y la gran mayoría de la población concordará con la decisión del gobierno.
Lo que es sorprendente en el caso venezolano es que los políticos de la derecha golpista, vienen teniendo conductas sediciosas desde el comienzo de la revolución bolivariana. En el año 2002, lograron derrocar al presidente Chávez y mantenerlo prisionero por algunas horas. Sólo gracias a la rápida acción de la ciudadanía fue posible contener y derrotar el eventual golpe cívico militar de la derecha. En los últimos años, los líderes derechistas, han tenido la total libertad de asistir a grandes manifestaciones públicas, donde se discute abiertamente el derrocamiento del gobierno. Luego la conspiración continúa mediante el uso de celulares y computadoras. Los sediciosos salen y entran al país trayendo dinero e instrucciones sobre cómo derrocar a la revolución bolivariana. Esto se ha hecho por años y sólo recientemente el gobierno ha decidido aplicar con energía la constitución y la ley.
Que derechistas chilenos critiquen a Maduro, es algo totalmente natural y comprensible. Pero que los políticos de la Nueva Mayoría hagan lo mismo, es un fenómeno más difícil de digerir. Esto podría ser un aprovechamiento astuto de la situación, para demostrar credenciales democráticos; pero también podría indicar que los líderes de la Nueva Mayoría, poseen una increíble ignorancia politológica. La teoría de la revolución señala con toda claridad que en tiempos económicos difíciles (las vacas flacas), las fuerzas políticas rebeldes deben provocar al gobierno desde distintas perspectivas y ángulos. Por ejemplo, deben organizar manifestaciones y marchas “pacíficas” con cientos de miles de participantes. A estos se agregan grupos preparados que tienen por objetivo provocar a la policía y eventualmente producir un caos generalizado, que por supuesto es achacado al gobierno. Esto parece ser lo que los rebeldes ucranianos hicieron con excelentes resultados el año pasado y con ello obligaron al presidente constitucional a dejar su cargo y abandonar el país.
La oposición también puede utilizar a sus diputados para pasar en el congreso, resoluciones espurias donde se destituye a las autoridades de turno. Estos son los juicios políticos fraudulentos que se hacen pasar por legales pero que en el fondo son ilegales e ilegítimos. Este último mecanismo se utilizó con mucho éxito en Chile, el 22 de agosto de 1973. Este fue un importantísimo hecho histórico que eventualmente produjo el derrocamiento del presidente Allende. En agosto de 1973, la cámara de diputados con mayoría de derechistas y demócrata cristianos, al darse cuenta que no se podía hacer una verdadera acusación constitucional contra el presidente Allende (ya que no se tenían los dos tercios de mayoría en el senado) astutamente ideó un golpe de Estado por secretaría. Se inventó un simulacro de acusación constitucional o juicio político. El 22 de agosto de 1973, en la cámara de diputados, la mayoría anti allendista, hizo un documento que declaraba que el presidente Allende había violado la constitución y las leyes y que por lo tanto era legal que las fuerzas armadas desobedecieran las órdenes presidenciales. De esta forma, la maniobra sediciosa de la cámara de diputados, se hizo pasar como una verdadera acusación constitucional o juicio político en forma. Este acto sedicioso dio luz verde para el posterior golpe militar. Al día siguiente, el 23 de agosto, la prensa derechista y demócrata cristiana, comunicó al mundo que el congreso chileno había realizado un legítimo juicio político al presidente, que éste debía renunciar y que si no lo hacía, las fuerzas armadas debían derrocarlo.
Es preciso recordar que esta astuta y brillante maniobra ilegal, tuvo un éxito rotundo. No obstante, de acuerdo a la constitución de 1925, las acciones de los diputados de derecha con sus aliados demócrata cristianos, eran abiertamente sediciosas. La constitución vigente en aquella época, señala claramente en sus primeros cuatro artículos, que ninguna autoridad pública podía atribuirse funciones que la constitución no le otorgaba. El juicio político o acusación constitucional contra un presidente de la república es un proceso largo y complejo. En el juicio político constitucional, efectivamente, la cámara de diputados tiene la facultad para investigar y hacer su acusación. Ésta se debe enviar al senado que actúa como jurado, y es aquí donde se decide si la acusación procede o no. La derecha y la democracia cristiana no tenían los dos tercios del senado, por lo tanto dicha acusación jamás iba a ser aprobada. Fuera de todo este largo proceso constitucional, la carta magna también obliga al senado (en caso de aprobar la acusación) a enviar dicha resolución a los tribunales de justicia para que estos determinen si también existen penas civiles o criminales que pudieran aplicarse a la autoridad destituida. En conclusión, un juicio político puede durar meses y en él participan los poderes legislativo y judicial. Es un proceso complejo y sumamente delicado, ya que tiene enormes consecuencias para la marcha del país.
No obstante todo esto, la mayoría de los diputados actuando sediciosamente, sometieron al presidente Allende a juicio y lo encontraron culpable en sólo una sesión. Este no sólo fue un brillante acto de sedición, sino que también de traición, ya que hubo intereses extranjeros implicados en la redacción del documento. La constitución política del año 1925 incluye penas capitales para los sediciosos que también cometan traición al país. Pero gracias a las astutas manipulaciones de la derecha, la constitución de 1925 no se aplicó y por lo tanto no hubo reacción ni sanciones a los actos inconstitucionales cometidos por la cámara de diputados. El 11 de septiembre se produjo el golpe militar y la nueva junta de gobierno en sus primeras declaraciones al país señalaba que el golpe había sido necesario y justo pues el congreso chileno había declarado el 22 de agosto que el presidente de Chile había violado la constitución. En resumen, este triste caso ilustra magistralmente lo que políticos reaccionarios pero inteligentes son capaces de hacer para mantener sus privilegios.
Sería interesante conocer las razones por las cuales el gobierno venezolano no ha tomado una actitud más firme, eficaz y drástica para erradicar las actividades subversivas de la ultra derecha venezolana. El hecho que conocidos políticos golpistas circulen libremente por todo el territorio y entren y salgan del país cuando ellos lo desean; es algo verdaderamente difícil de entender. Tal vez algún funcionario de la embajada venezolana en Chile pudiera dar luces sobre este muy peculiar fenómeno politológico. Un observador externo podría formularse tres hipótesis tentativas para explicar este inusual fenómeno. Primero, el nivel de organización y desarrollo político alcanzado por el partido socialista de Venezuela es tan grande, que todo intento golpista eventualmente se extingue como débiles llamas bajo una constante y fuerte lluvia. Segundo, los líderes derechistas venezolanos son tan incompetentes y divididos entre sí, que ellos mismos se encargan de autodestruir todos los esfuerzos que se hacen por derrocar el socialismo de siglo 21. Tercero, hay una peligrosa subestimación del real peligro derechista en los organismos de seguridad venezolanos. El hecho de que la derecha haya sido incapaz de derrotar al socialismo del siglo 21, no quiere decir que esto se mantenga en el futuro. Es de esperar que las razones detrás de los fracasos de la derecha venezolana estén en una de las dos primeras hipótesis. Hasta hoy día, la fortuna ha sido una diosa simpática y benevolente hacia la revolución venezolana. Pero la fortuna, como decía Maquiavelo, es una mujer sumamente voluble y predispuesta a encapricharse con frecuencia. Todo gobernante sabio tomaría precauciones y con mucha firmeza, trabajo y dedicación, prepararía las instituciones del Estado en forma tal, de que ellas sean capaces de detener y derrotar a derechistas inteligentes y sofisticados en el arte y ciencia de derrocar gobiernos populares. Jamás se debe despreciar a un enemigo, por muy débil e insignificante que este parezca. La historia está llena de batallas donde un poderoso ejército fue derrotado porque sus generales insensatamente despreciaron a su aparentemente débil contrincante. En la historia, el célebre caso de David y Goliat, se repite una y otra vez.
F. Duque Ph.D.
Cientísta Político
Puerto Montt, febrero de 2015