El relato es mío la historia es real.
El chico Pato, del Pato Aranguiz hablamos, no del otro, que también tiene historias notables. Con el Pato Aranguiz se hace uno amigo en un par de minutos, es pequeño menudito, de un hablar muy pulcro, no le recuerdo algún garabato, de piernas un poco arqueadas, una voz amable y afectuosa, y con una expresión en el rostro que deja constancia que no ha sido aún abandonado por el adolescente que algún día fue. Creo que esta pasado los sesenta. Pero de la vida no jubila, es socialista hasta los huesos, lo sigue siendo aún cuando su propio partido hace rato que dejo de serlo. Él lo sabe y le duele.
Yo le vi una historia buena, primer plato, y que de verla me hace creíble la otra, que ya contaré. Estaba yo de vuelta de la isla , corría el 2001 o 2002 y nos fuimos de copas un grupo de socialistas, rematamos en el 18, un restorant ubicado en Alameda y calle 18, que ya no existe, donde ese socialista eterno y noble que es Ogalde, había realizado el único acto de corrupción que yo justifico, en estos 25 años, y que lo defiendo y que lo promuevo y lo señalo como un ejemplo para la patria y la revolución chilena. Este canalla acostumbro al barman a generosas propinas, lo cual trajo de inmediato que los tragos se venían rebosantes, los vasos literalmente se hacían chicos, con dos combinados vi a eximios combatientes salir en plenas dificultades con las conjugación de: suelo, gravedad y vertical. Vi a uno que en el Frente Sur de Nicaragua se mantuvo a pie firme frente a la aviación somocista, en el 18 acusó el golpe.
Éramos varios compañeros en son de fraternidad, hombres y mujeres, amigos y compañeros de muchos años, un día viernes . Alguien comenta en son de chanza que el chico Pato anda sólo, el aludido como respondiendo un remache de pin-pong señala esto lo resuelvo de inmediato y se dirige a una mesa donde hay tres muchachas veinteañeras, esto va directo para papelón pensamos todos, uno de nosotros puso la mano en la frente esperando lo peor, no pudimos oìr que les dijo, pero las tres rieron al unísono, en un momento ya estaba sentado, las muchachas pidieron una copa y le brindaron de su cerveza. Conversó unos 10 minutos con ellas y las trajo a las tres, que estaban fascinadas con su nuevo amigo. El chico no las quería abordar, no estaba de jote, fue algo como un viejo Cowboy que desenfunda para demostrar.
Eso nos es nada para el chico me dijeron, tiene una mejor con López Rega.
El aludido, don Josè, fue ministro de Bienestar Social de Perón e Isabelita al otro lado de la cordillera, le decían el brujo y es responsable de miles de asesinatos, fue el jede de la Triple A señor de la vida y la muerte los años 74 y 75, ex policía federal, como no. Un barón del crimen y los abusos, sería una injusticia si en una recopilación de genocidas del siglo XX su nombre no figurara en destacado, sólo tuvo una diferencia táctica con Videla y cía., èl dejaba los muertos tirados en la calle, no los hacía desaparecer.
El chico Pato y un compañero, como tantos, se refugió en la Argentina luego del golpe pinochetista en Chile, cruzó la cordillera al país más cercano, la esperanza de volver a la lucha y allí estaba, trabajando en la constru.
Los días viernes, día de pago, pasaban a lo que los argentinos llaman “un boliche” a tomarse un copete. Un bar argentino, de pasado esplendor y algo venido a menos, espacioso con decoración y muebles de madera, y la barra de metal amarillo para poner el piè cuando uno se afirma en la barra. Se hicieron conocidos del dueño este par de chilenos en desgracia, un día y de pronto el dueño recibe una llamada telefónica y presa del pánico empieza a pedirle a todos que abandonen el local, nada se paga “la casa invita”, el chico Pato y su yunta no hacen caso, el dueño los insta a salir, les regala lo consumido, el chico riposta entre digno y arrogante ” no he pedido que me inviten, yo pago lo mío y lo de mi compadre”. El dueño suplica, es que viene don Josè, el se crío en el barrio y le gusta venir en ocasiones pero sin que haya nadie, no sean boludos , váyanse. Despreocupado y con un pié en la barra de metal y el codo afirmado del mesón, el
chico replica “que tanto que don José y don José”. El dueño advierte es don Josè López Rega.
El compadre empalidece y le dice ” chico ese guevón es más peligroso que Caszeli en el área chica con pelota dominá”. El chico responde sonriente, que pase lo que tenga que pasar. La escena evidentemente le divierte El dueño, a don Josè no le va a gustar. El chico le endilga a su compadre “si queris te vaí ratón, que tanto don Josè y don Josè”, el aludido no se enoja solo tiene tiempo para el argumento suplicante , “nos salvamos en Chile no juguemos con la suerte aquí, chico por favor”.Decide tomarlo de un brazo y llevarlo como sea.
Un ruido inequívoco penetra el local.
En simultáneo frenan con estrépito seis Ford Falcón, uno de terno y corbata, como sacado de una película de ganster, baja raudo del primer auto y le abre la puerta a don Josè. Este de impecable camisa blanca y terno gris con rayas y chaleco, baja parsimoniosamente del auto, pone sus manos en las caderas y mira el barrio, es un Julio Cesar: Vine, vi y vencí. A su lado uno de sus elegantes matones porta su abrigo pulcramente doblado en su brazo derecho, color piel de camello, amarillo por supuesto, foro interior de fina seda café muy claro, lejanos están los tiempos en que debía extorsionar unos chorros muertos de hambre , hoy es dueño de la vida y de la muerte de todos los argentinos.
Cruza la puerta de entrada se detiene y mira las veinte mesas de madera desocupadas y luego la barra en la que el dueño voltea la vista, el compa se dirige raudo a la salida, no logra hacerlo, tras don Josè seis de sus treinta escoltas con la mano en la sobaquera toman posiciones en distintos lugares del bar, dos más se quedan en la puerta, el compa con ademán de bajar el cierre del pantalón se dirige hacia el baño haciendo ostentación de urgencia.
El dueño raudamente se pone detrás del largo mesón de gruesa madera. Los tacos de los zapatos de don Josè, evidentemente en primera postura, resuenan en el piso. Los pasos son lentos y la mirada fija del asesino profesional inquietan incluso al desaprensivo chico.
Se dirige al dueño con voz pausada y canchera, Y èste?…
El dueño tartamudea, y con vistoso lenguaje corporal en respaldo de sus palabras responde yo le advertí que se fuera. Se encoge de hombros, esquiva la mirada.
Don Josè, ya no es el secretario de Perón, el segundo guitarrista de Gardel, el viejo ha muerto y él es el poder real en este gran país que se lo roban de día pero de nuevo crece por la noche. Como se atreven a no hacer caso a lo que dispone. A el que ha puesto a mirar el pasto desde abajo, a parlamentarios, periodistas, estudiantes, abogados, sindicalistas y el que sea y como sea y delante de quien sea.
Quien eres ?, por fin su mirada se cruza con la de uno de sus patoteros, la mirada del súbdito al Faraón ahorra las palabras, lo sacamos ya?. La palma se alza suavemente, el poder debe ser sereno, majestuoso. Y si?-
Bueno, Patricio para servirle. Cara de ingenuo, los mexicanos tienen razón a veces es bueno navegar con bandera de pendejo. Tu sabes quién soy yo?. Si claro, una persona muy importante, por el kilombo que se armo cuando se supo que usted venía. Y porque no te fuiste? . Lo que pasa señor es que soy nuevo en este país y no conozco quienes son importantes y quise conocer a uno.
El ego es cosa viva. El asesino profesional, un verdadero maestro de su arte, el intrigante sin escrúpulos, sonríe, así que ya conociste a uno. Y que porquería estas tomando, vino? Si, el vino es mejor que la sidra, Y tenés ese acento de pajarito, sos chileno. Si señor del otro lado de la cordillera.
Ponéme el Martíni de costumbre, el vaso llega de manera casi instantánea.
Ah, imberbe (siempre le gusto la palabra desde que se la escuchó a Perón en contra de esos hijos de puta, que cualquier día se lo calzan como lo hicieron con ese hombre de bien que fue el comisario Villar), y dime te viniste arrancado?. Si señor tenía unos pequeños problemas.
Vós de comunista no bajas. Dímelo, con confianza, yo no le voy a hacer el trabajo a Pinochet. Bueno de izquierda si, pero socialista, no comunista. Que grande soy “io”, a este le saque la militancia conversando y esos boludos, giles a la acuarela, días enteros para que te la entreguen. Este es el poder, el triunfo, estoy aquí con un zurdito de mierda del otro lado que ni el eficiente Pinochet pudo coger, si me aburro; boleta, si quiero seguir, nace a la vida de nuevo. Pero al fin este es un pichicome como cuando yo partí, todos los grandes partimos de abajo. Tan gil no debe ser en Chile las boletas las están repartiendo por talonarios y a este no le toco ni una y está aquí conversando sin retobarse. Se lo escucho a un nazi refugiado en España, el poder no es matar, sino decidir no matar al que ibas a matar, es darle la vida que es más que darle la muerte.
Y estas metido en algo?. No señor en nada, mirà con tu Pinochet te arreglas vos, pero si te metés en politica argentina, boleta, me entendiste? Se felicitó nuevamente, así es es la genialidad da hasta para solucionar problemas internacionales.
Pidió otro Martíni, y un ademán de la mano, muy leve, ordenó la otra copa de vino tinto.
Bebió sonriente, el chico se engulló casi toda la copa de vino, estaba cayendo en cuenta que estaba en la boca del lobo. Se vivían momentos raros, el temor y el abuso estaban en todos lados, tenía miedo y de qué?. De tomar una copa de vino y no largar cuando había que largar para que un sujeto tan sólo, rodeado de tanta muerte, pudiera tomar un trago solo.
Se acordó de la cita con la bataclana, miró el reloj longines, habían pasado 15 minutos, hizo ademán de salir. El chico metió la mano a su pantalón y saco unos billetes para pagar la cuenta. Nuevamente la palma de la mano parsimoniosa puso las cosas en rumbo distinto. Uno de los impecables matones puso sobre la mesa un fajo de billetes que compensaban los clientes ahuyentados, el dueño los miró como calculando su número, no eran pocos.
El brujo miró hacia la puerta. Compromiso ah, nada de politica argentina, sino boleta, yo lo sé todo. Sonrió y se fue acompañado del ruido de sus tacones.
Los Ford Falcón, rugieron, el dueño llenó la copa de vino nuevamente, reaparecieron los mozos, el compa llegó como fatigado a su lado. Tomemos una más para pasar el susto. Como conteniendo el aire el chico señaló, ya no más, ya tome bastante ahora quiero tomar aire. Rieron los tres. El y su compa salieron hacia la puerta que cuando traspasaron les pareció idéntica a la boca de un lobo.
Roberto Avila Toledo