Hoy al almuerzo alguien mencionó un lugar, me acordé de una acción de resistencia a la dictadura en que participé, la tenia olvidada. Tanto esfuerzos, que algunos pagaron muy caro, incluso con la vida misma. Alguien dijo, con razón; los grandes cambios los sueñan los idealistas, los llevan adelante los jóvenes y se aprovechan de ellos los sinvergüenzas.
Un televisor estaba prendido.
Estoy muy lejos de estar entre los que con mayor coraje se enfrentaron a la dictadura, muchos me superan por mucho, yo sólo hice lo que pude. Lo importante es que se trató de una generación entera y también de la que nos precedió. Es tanto lo que hay por relatar, muchos tomos, todo recuerdo es una injusticia, pues deja recuerdos y personas afuera.Todo lo que se hizo tenía dos acordes; honradez y coraje.
Estoy con la bronca que me sale de vuelta por la garganta, quiero escribir de lo bueno, de eso que es tanto, pero que basta uno para que quedemos todos revolcados en el mismo lodo, como en ese tango que más que una canción es una filosofía.
El gobierno de la Unidad Popular tuvo miles de funcionarios: en el gobierno, en las muchas empresas estatizadas y en las empresas intervenidas. No existió un sólo acto de corrupción. Los militares investigaron con lupa y no encontraron nada y mentirosos como fueron. Capaces de inventar el Plan Z pero no se atrevieron a decirnos ladrones.
No hay un sólo funcionario de la Unidad Popular procesado por corrupción. Al presidente Allende le dijeron de todo, nunca corrupto, y eso que la derecha a la hora de insultar no tiene precisamente inhibiciones. Pero un ataque de esa naturaleza se había descalificado a sí mismo y habría sido burdo.Chile conocía a Allende.
Torturando salvajemente al dirigente socialista Adolfo Lara de Rancagua, los victimarios no podían creer, luego que se convencieron de ello, que éste con un alto cargo en Sewell no hubiera hecho ninguna “movida” que lo enriqueciera. Lo clasificaron entonces como un “guevón”. Mi madre tenia un almacén; la presidenta de la JAP, cuyo nombre ya olvidé, una señora comunista de maneras refinadas, orientó que los últimos en comprar las mercaderías serían los dirigentes de la JAP.
Uldaricio Figueroa, preso en Valdivia, era el presidente de la Unidad Popular. Fue condenado a muerte por un prevaricador Consejo de Guerra; no se amilanó, y ya se habían fusilado a varias personas. La noche anterior escribió una carta a sus compañeros incitándolos a la lucha, la tuvo que escribir literalmente con su propia sangre. Afortunadamente la ejecución, no las torturas, se suspendió. Luis Suárez Zegarra, dirigente sindical minero, con electricidad le reventaron los dientes, volvió a Chile en plena dictadura tan pronto pudo.
Tres muchachos son fusilados en Calama cantan Venceremos en el momento supremo de sus vidas. Cuando en Peldehue ametrallan a los apresados en La Moneda, varios de ellos gritan “viva la revolución chilena”. La dignidad como bandera, al tope.
Hablo de socialistas, porque fue lo que más conocí, allí milité por muchos años. Juan Soto Rojas, “Coné”, salió de Chile para combatir en Nicaragua, volvió a Chile y lo quemaron con un lanzallama. Si, es cierto, puede que yo no haya nacido con ese coraje, pero tuve harto donde mirar y aprender.
Miguel Enríquez no salió del país, y tenia muy claro el riesgo que involucraba, es cosa de leer lo que escribió después del 11. No estaba solo, lo siguieron muchos. Cuánto falta por contar de esa épica, sí, épica.
Cuando el Frente Patriótico Manuel Rodríguez dio forma al atentado a Pinochet, la posibilidad de salir con vida eran casi inexistente. Ahora nos enteramos que el problema fue que los voluntarios sobraron, no que faltaron.
El televisor sigue prendido.
Hay cosas que embroncan, ustedes me entienden.
ROBERTO AVILA TOLEDO