El primer personaje es muy conocido por la película del mismo nombre y, el segundo, pertenece a la revista picaresca chilena de los años cincuenta, y representa a un frescolín. En primer lugar, Sebastián Dávalos se puede ganar gratuitamente el título de “el rey de los huevones”, pues no dejó estupidez por hacer sobre la base de su insaciable amor al dinero, a los autos de lujo, a la propiedad raíz y, en general, a la vida burguesa; se convierte así en un socialista pillín – lo son algunos ex Mapu como los Correa, los Brunner y los Tironi -.
Me parece ridículo el compadecer a la Presidenta de la República por tener un hijo “cacho”, pues en el fondo, ella también es responsable como madre, en primer lugar, por la educación desde su infancia; en segundo lugar, ella no puede alegar desconocer las inclinaciones y actuaciones de su hijo a través de la vida, en especial cuando ocupó un cargo en el cargo en el área comercial de la Cancillería – ya había quejas y denuncias, entre ellas, la del connotado periodista de la Radio Bío Bío, Tomás Mosciatti, que le valió una querella de parte de Sebastián Dávalos, con el cargo de injurias y calumnias -; en tercer lugar, al nombrarlo en La Moneda en un cargo de su exclusiva responsabilidad, conocedora de los antecedentes de su hijo, no tomó los resguardos necesarios; en cuarto lugar, antepuso su amor maternal – abismo sin medida – a los intereses del Estado, su combinación política y su partido; en quinto lugar, la derecha nunca hubiera imaginado recibir el mejor regalo de la Presidenta de la República; en sexto lugar, debió haber pedido la renuncia, de inmediato, a su hijo y funcionario – tal cual lo hizo con la ministra de Salud, Helia Molina, por decir la verdad en sus declaraciones sobre el aborto y las “cuicas” -.
El periodista José Miguel Villouta tiene toda la razón al sostener, en uno de los programas de la Red, Los vigilantes, la cobardía de los periodistas y de la Prensa en general al no atreverse a entrevistar a la Mandataria, ni menos preguntarle nada sobre el tema, mucho menos, dar opiniones y análisis. Es necesario saber que los Luksic son propietarios del Canal 13 y que además, la mayoría de los medios de comunicación radial, escrita y televisiva está en manos de los empresarios, por consiguiente, la línea editorial está determinada por ello, y si algún periodista osara traspasar este límite sería, de inmediato, exonerado de su cargo; los pocos medios independientes que existen actualmente tienen baja sintonía – incluso CIPER Chile, que se atreve a realizar investigaciones un poco más audaces, también depende COPESA (dudo que se atrevan a investigar a fondo a Álvaro Saieh, su patrón) -.
Me pregunto, si los políticos son mozos fieles de los empresarios, como está probado con el PentaGate-UDI-Soquimich, ¿por qué no lo van a hacer sus periodistas como empleados directos que, cotidianamente son pauteados por sus empleadores? ¿Se puede hablar de opinión pública en un país en que el 70% de los ciudadanos no comprende lo que lee, ni de sistematizar lo que escucha, es decir analfabetos funcionales? Un país donde apenas vota el 40% de los ciudadanos para elegir a sus autoridades, significa que el 60% son analfabetos políticos. Actualmente, el presidente de la república representa sólo el 25% de los ciudadanos, y los diputados, el 8%.
El único personaje que pasa desapercibido en este derrumbe de las instituciones políticas es Andrónico Luksic, uno de los principales responsables en este caso, al conceder un crédito de seis mil millones de pesos, exigiendo como aval la comparecencia del hijo de la Presidenta de la República, Sebastián Dávalos – hay que ser ingenuo para creer que estos regalos no son cobrados al poder político, considerando que cualquier Presidente en Chile tiene más poder que Luis XIV -.
Hemos llegado a tal grado de podredumbre moral en que Chile, la Fenicia de América Latina, se ha convertido en una sociedad de siete familias plutocráticas que manejan el país a su antojo, y que tiene a su servicio a Ex Presidentes, parlamentarios, jueces y periodistas, que vendrían ser como en La visita de la anciana dama, de Friederich Dürrenmatt, una millonaria que compró las conciencias de todo un pueblo con su dinero.
Rafael Luis Gumucio Rivas
14/02/2015