Noviembre 24, 2024

Murió el jefe del “Gran Wyoming” y del Paco Marhuenda

El fallecimiento del patriarca del Grupo Planeta, uno de los holding comunicacionales más grandes de España y con gran presencia en Latinoamérica, Juan Manuel Lara Bosch, pone inevitablemente en el tapete la promiscuidad y un aparente sinsentido que opera en el sistema español de medios de comunicación y la absoluta falta de escrúpulos de quienes detentan el control de una buena parte del discurso público y tienen en sus manos la enorme (ir)responsabilidad -ni más ni menos- que de informarnos y educarnos.

 

 

En efecto, que el Sr. Lara haya sido jefe de tan antinómicos personajes es un efecto indeseado de uno de los (siniestros) principios constitutivos del sistema de medios de comunicación español: la cada vez más acentuada (hiper)concentración de la propiedad de los mismos en unas poquísimas y poderosísimas manos y, por ende, la cada vez más escasa pluralidad; pues el Sr. Lara con su enorme imperio, el Grupo Planeta y Antena Tres, es propietario además de laSexta, en donde aloja el exitoso y contestatario espacio de humor político televisivo “El Intermedio” del “El Gran Wyoming”, al tiempo que lo es, también, del diario ultraconservador La Razón, que dirige el controvertido hombre de prensa Paco Marhuenda. 

Y, por si fuera poco, a través del control total de la empresa Hermes Comunicaciones, editora del diario El Punt, se hizo el 2009 dueño con el 100 por 100 de las acciones del otro de los diarios catalanistas de referencia, Avui (hoy PuntAvui).

 

Lo cierto es que han  llegado hasta aquí fruto de las decisiones políticas adoptadas por nuestros gobernantes. Para el caso español es cuestión de remontarse tan solo a la administración de Rodríguez Zapatero y a los Decretos Reales de febrero y agosto de 2009, en virtud de los cuales fueron prácticamente derribadas todas las barreras antimonopolios y la prohibición de publicidad al servicio estatal, respectivamente; y, a la Ley General de la Comunicación Audiovisual de abril de 2010 (un verdadero “tiro de gracia” al sentido público de la comunicación), para corroborar cómo la desregulación, la liberalización, la privatización y la concentración, han estrangulado virtualmente la comunicación como servicio público, consagrando el carácter economicista de la comunicación (mercancía) por sobre su calidad de derecho fundamental de toda sociedad democrática.

Al mismo tiempo el Grupo Planeta con su “Fundación José Manuel Lara”, entre muchas otras actividades, organiza los premios literarios Fundación José Manuel Lara Hernández (padre del susodicho y fundador del imperio Planeta) y Editorial Planeta. Este último instaurado en 1952 y es uno de los mejor dotados (600 mil euros para el ganador y 125 mil al finalista) y de los más escandalosos del mundo. Ya que en la práctica se trata de una corrupta estratagema de marketing de la editorialprueba de ello es que ha sido acusado públicamente y en reiteradas oportunidades de “ser un premio por encargo y conveniencia”. Ello fue denunciado así, prácticamente al unísono, por Miguel Delibes y Ernesto Sábato en 1994.

Otra muestra de lo anterior protagonizó el escritor Ricardo Piglia, ganador con la novela Plata Quemada del certamen 1997, quien fue acusado y denunciado por un casi desconocido compatriota suyo, Gustavo Nielsen, de que esta novela “ganadora” ya había sido contratada previamente por el Grupo Planeta a objeto de saldar una deuda pendiente con el escritor a través del monto del premio. 

Igualmente, en este mismo sentido, el escritor catalán Juan Marsé en la versión 2005 del premio, siendo presidente de su jurado, se vio en la obligación renunciar denunciando “que ante la escaza calidad literaria de las obras existía una cláusula de obligatoriedad que forzaba al jurado a conceder el galardón imposibilitándolo al mismo tiempo de declararlo desierto”.

Finalmente, lo cierto es que el Grupo Planeta, con toda su “(ir)responsabilidad social” y absoluta falta de ética, seguirá creciendo como un gran fenómeno familiar (no cotiza en bolsa) de la industria cultural y mediática que es, a la par que cayendo en picada en lo que a calidad se refiere;  una muestra indesmentible de ello es el increíble listado de (grandes y comerciales) autores galardonados con verdaderos bodrios, como es el caso de Vargas Llosa, Skármeta, Pombo, Bryce o Cela (premiado con un texto acusado de plagio), para no mencionar a Jaime Bayly y Boris Izaguirre y a otras figuras de la farándula televisiva que han sido, para colmo del goce estético y del placer literario, finalistas del mentado premio.

 

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