Es común percatarse que la Historia siempre ofrece situaciones paralelas, similares en lo esencial, a pesar del paso del tiempo. Hace años, escribí un artículo donde aseguraba que no había nada nuevo en política, que en esa área todo estaba ya realizado desde la época de la Roma Imperial, pues allí –entre pater familias, senadores, tribunos, centuriones y plebe-, se había inventado y efectuado todo lo bueno, lo malo y lo deleznable que es dable encontrar en el quehacer político.
Siglos más tarde, en la Alemania de la post guerra mundial de 1914, el mecánico ferroviario Anton Drexler funda el Partido Alemán de los Trabajadores, al cual se afilia Adolf Hitler que, en 1920 logra cambiar el nombre de esa tienda política llamándose, desde entonces, Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP, es la sigla en alemán).
Para alcanzar el poder (y no sólo el gobierno), además del cambio de nombre del partido, Hitler estableció alianzas temporales con otros grupos, como fue el caso del Partido Nacionalista y del Centro Católico, tiendas que posteriormente resultaron “barridas” por el NSDAP una vez que el führer nazi –en 1933- consiguiera hacerse cargo de la Cancillería de Alemania.
¿Algo nuevo bajo el sol, en nuestro Chile de hoy? Los cambios de “razón social”, de nombres y de bloques –en la política criolla- siguen las mismas aguas. La Falange ahora es Democracia Cristiana, el Partido Radical se llama Partido Radical Socialdemócrata, un sector del socialismo ultra renovado y reconvertido a la fe neoliberal pasó a bautizarse como Partido Por la Democracia, el viejo Partido Comunista, anti imperialista, anti capitalista, engrosa hoy día –forrado y feliz- un bloque político que se dedica a establecer leyes para afirmar, afinar y nutrir el capitalismo. Se unieron varios de ellos en el bloque “Concertación de Partidos por la Democracia”, y después de cuatro gobiernos a su cargo, se refundan (incorporando a los amigos comunistas) en una coalición que tiene por nombre “Nueva Mayoría”. ¿Se dan cuenta? Nada nuevo bajo el sol.
¿Y en la Derecha, cómo marcha este asunto? Veamos el curso histórico que ha seguido ese sector a lo largo de doscientos años de vida independiente de nuestra república. Pelucones y Pipiolos pasaron a llamarse luego Conservadores y Liberales, aunque en 1857 algunos liberales deciden “liberarse” y fundan el Partido Nacional Monttvarista (en honor y obediencia a Manuel Montt y Antonio Varas). Años más tarde, ya en el siglo veinte, los derechistas cuentan con variadas tiendas políticas, como el Partido Conservador Unido, el Partido Liberal y la Acción Católica, quienes en su conjunto sufrieron un desastre electoral en 1965.
Entonces, luego de absorbida esa paliza en las urnas, los derechistas decidieron refundar su movimiento pariendo un nuevo referente: el P.N. (Partido Nacional), cuyo primer presidente fue Víctor García Garzena. Esta tienda partidista combatió con dientes y muelas –y con balas, atentados terroristas y alta traición- al gobierno constitucional del doctor Salvador Allende… ello lo efectuó a través de un grupúsculo neofascista que nació bajo su alero, “Patria y Libertad”.
Producido el golpe de estado en 1973, el P.N. se disuelve voluntariamente, pero dará origen a nuevos referentes como el Movimiento de Unión Nacional (que después pasará a llamarse Renovación Nacional), mientras., a su vez, los gremialistas dirigidos por Jaime Guzmán fundaron la Unión Demócrata Independiente, y los nacionalistas dieron origen a Avanzada Nacional. Sin embargo, seguían persistiendo tozudamente algunos viejos conservadores, como Patricio Phillips y Silvia Alessandri, para que el Partido Nacional no feneciera. Trabajo inútil, ya que debieron, finalmente, incorporarse a otro referente de corta vida: la Unión de Centro-Centro Progresista que dirigía el acaudalado empresario Francisco Javier Errázuriz.
Una vez recuperada la democracia, los derechistas –derrotados doblemente en el plebiscito de octubre de 1988 y en la elección presidencial de diciembre de 1989- deciden abandonar la multiplicidad de grupos y partidos en que se había atomizado ese sector, y se refundan a sí mismos con tan solo dos tiendas: la UDI (Unión Demócrata Independiente) y RN (Renovación Nacional). A poco andar, advertidos por un estancamiento electoral severo, vuelven a abrazarse bajo un mismo techo: la Alianza por Chile.
Debut y despedida tuvo la Alianza en el terreno electoral, pues si bien logró acceder a La Moneda de la mano del empresario Sebastián Piñera (una especie de ornitorrinco político, más parecido a un caudillejo de antaño que a un líder de verdad), no pudo mantenerse en el gobierno pues fue derrotada ampliamente por el bloque ex Concertacionista.
Sin embargo, en estricto rigor, cuando la derrota se convirtió en pavor fue en las últimas elecciones municipales (2012) y parlamentarias (2013). El fracaso se vistió de ‘paliza’, y la Alianza perdió lo que más atesoraba en el Parlamento: su derecho a veto en muchas iniciativas de ley. Fue así que sus principales objetivos –mantener Educación y Salud como negocios lucrativos más que como derechos, y afianzar la continuidad de un nefasto sistema binominal electoral y de una ya espuria Constitución Política- quedaron debilitados y proclives a ser derribados en el Poder Legislativo.
Lo anterior se agravó con los escándalos conocidos (como el caso PENTA, entre varios más) que derivaron en una atomización experimentada en los últimos meses, pues abandonaron la Alianza varios parlamentarios y dirigentes, dando nacimiento a pequeños referentes, como Evópoli, PRI (Partido Regionalista Independiente) y Amplitud.
Ante tamaña ‘desgracia’, una parte de la vieja Derecha (esta vez, una vez más, el ‘desértico’ Andrés Allamand ‘prestó el cuerpo’ proponiendo unidad) vuelve a recurrir a las enseñanzas de la Historia y procura una reunificación, aunque, a decir verdad, quien mayor interés mostró en este asunto fue la UDI, partido que ha resultado con mayores estragos en la tanda de fracasos últimos. “Unidos por Ti” (UPT) sería el nombre del tantas veces renovado referente otrora conservador y liberal, que contaría con la adhesión de RN, obviamente la UDI, el PRI y Evópoli.
Sólo quedaría fuera de esta alianza el movimiento Amplitud, ya que la UDI no acepta, por motivo ni situación alguna, que en su terreno se acepte el aborto terapéutico o se ataque el sistema binominal estatuido por la dictadura a partir de lo propuesto por Jaime Guzmán. .
Pero, algunos avisados políticos –recordando a Hitler y su alianza con el Centro Católico y el Partido Nacionalista- ven en este ‘añoso-novel’ intento de refundación, una nueva maniobra de la desfalleciente UDI que se esfuerza dramáticamente por mantenerse con vida, y para ello ha sabido convencer a otros grupos del archipiélago derechista para crear un partido que realmente debería llamarse “Unidos por Mí”. Si lo logra, más temprano que tarde, la UDI se apropiará de todo el espectro de esa tienda partidista: estatutos, curules en el Congreso, edificio, nombre, sillas y oxígeno, desprendiéndose de los grupos y referentes que le acompañaron en su renacimiento.
¿Ve?, se lo dije hace rato; nada nuevo bajo el sol.