Con el puño en alto, el Presidente Evo Morales juró por tercera vez como Presidente. El día previo lo hizo, en solemne ceremonia, con los pueblos originarios, pues Bolivia, a raíz de la nueva Constitución, es un Estado plurinacional. Sabemos que Evo Morales es presidente que Más ha durado en el poder, con tres mandatos sucesivos, aventajando al mariscal Andrés de Santa Cruz, que enfrentó a Chile al mando de la Confederación Perú-Boliviana, siendo derrotado por el ejército chileno en la batalla de Yungay.
La Bolivia actual es muy diferente a la neoliberal, que se caracterizaba por la continua inestabilidad política y una economía desastrosa, que mantenía niveles de más del 50% de pobreza dura, así como una marginación y miseria de la mayoría de los pueblos indígenas.
El Presidente Morales ha llevado a cabo una verdadera revolución que cambiado, radicalmente, al país: en el plano económico, Bolivia creció, en 2014, un 5,1% – Chile apenas alcanzó al 1,7%, y Brasil, menos de 1% -; la inflación se instaló en menos de un 3% – en Chile está en 4,7% -.
A diferencia de Chile, Evo Morales logró la aprobación de una nueva Carta Magna, que dio nacimiento al Estado plurinacional – las mayorías de los pueblos originarios se han transformado en verdaderos protagonistas de la historia -; en el pleno de los recursos naturales, se nacionalizó los hidrocarburos – la Concertación, en Chile, privatizó el cobre -. Por otra parte, ha logrado reducir substancialmente la pobreza.
En Chile, el ministerio de Relaciones Exteriores no ha hecho más que cometer errores con nuestros países vecinos, especialmente con Bolivia, mientras este país alcanza un gran internacional debido a la habilidad de los “doctores” de Chuquisaca, que han sabido presentar muy bien su justa demanda por una salida soberana al Océano Pacífico, incluso, ha ganado el privilegio de la visita del Papa Francisco a ese país antes que a Chile.
En muchos artículos he criticado no sólo la mala conducción de nuestra Cancillería, sino también resaltar, a mi modo de ver, lo erróneo de una política exterior propia de los fenicios – se basa solamente en aumentar los tratados de libre comercio con muchos países -, sin importarle mucho nuestras relaciones de buena vecindad con los países que conforman la “patria grande”, América Latina.
Estoy convencido de que Chile debe mostrar generosidad en la solución del tema de la mediterraneidad boliviana que, como la historia de la relación Chile-Bolivia lo demuestra, existen varias fórmulas que harían posible la solución de este problema, que ya se arrastra varias décadas, en detrimento de nuestra imagen internacional, dejando a Chile como un país pagado de sí sismo, antipático y odioso ante sus vecinos.
En otros artículos he detallado las posibles salidas a la mediterraneidad de Bolivia – me permito remitir a los lectores a esta fuente – pues siempre he pensado que el ceder una franja a Bolivia es un gran negocio para ambos países, especialmente para Chile: baste pensar lo que significaría para el Norte Grande el aporte energético de los hidrocarburos bolivianos o, también, un proyecto de energía fotovoltaica auspiciada por los tres países vecinos a Chile – Perú, Bolivia y Argentina -.
Si seguimos con esta chauvinista y pésima política, llevada a cabo por la Cancillería chilena, tenemos todas las de perder. Nada más insensato que un nacionalismo- como la pareja Tarud-Moreira – y, mientras Bolivia gana terreno moral, Chile lo pierde.
Rafael Luis Gumucio Rivas
23/01/2015