Nuestro país, está guiado por vanguardias de tecnócratas obtusos- parafraseando a Ortega y Gasset, adolecen de la barbarie de la especialización extrema-, que planifican copias felices de las ideas fracasadas en el extranjero, sólo para, al cabo de algunos años, darse cuenta de que tampoco funcionaron acá; y de multitudes de ganapanes, pero que se sienten con autoridad moral para dictar cátedra sobre la reforma educacional, por ejemplo desde el congreso, ya sea como diputados o como senadores.
No importando, como botón de muestra, si una de ellas-Yasna Provoste- mintió cuando fue ministra respecto de su puntaje en la prueba de aptitud académica, en la que obtuvo apenas sobre 400 puntos- lo impresentable es la mentira-; u otra, Cristina Girardi, que fue sorprendida y puesta en evidencia como asidua practicante del “copia y pega”, que en términos simples se refiere a que para poder elaborar un proyecto sobre el timerosal, ella uso Yahoo! en sus respuestas y para su formulación. Por demás, no creo que el resto sea una pléyade dotada de mayores merecimientos; que sean eminencias grises en esta materia, como se esperaría de quienes deben decidir en un asunto tan trascendente.
Sin embargo, aunque cueste creerlo y aceptarlo, impuestos por sus cofradías políticas, sin ninguna calificación ad-hoc, sin conocimiento ni teórico ni empírico, sin el bagaje de haber impartido clases- siguiendo a Fernando Savater, humillo la cerviz si las estadísticas demuestran lo contrario- son ellos y ellas quienes se encuentran enfrascados en sesudos debates sobre aspectos adjetivos de la educación, no sobre el fondo real que comporta los aprendizajes efectivos de nuestros educandos.
Los muy iluminados, creen que la educación mejorará, de forma sustantiva, si, verbigracia, se prohíbe la selección. Parece que han puesto a trabajar las neuronas que tienen, pero no para percibir que el meollo del asunto, que el “factor humano”, es el profesor, la profesora, cuyo perfeccionamiento es una demanda urgente, para tener alguna expectativa de éxito sobre el porvenir. Sin duda el más gravitante- o uno de los de mayor incidencia- de la gama de factores por los cuales se genera la misma anhelada resolución de la disyuntiva que nos afecta y que tiene en vilo a la sociedad: el éxito o el fracaso del aprendizaje. O yo tengo una óptica empañada, peor, atrofiada, lo que no es imposible; o ellos y ellas, desde sus muelles sillones, no se percatan de esta clave; y pasean sus enclenques intelectos, por la periferia de esta problemática.
Alguien, legítimamente y en son de sospecha, puede preguntarse, con grima y estupefacción: ¿quién es este sujeto bilioso, que se atreve a insinuar una fórmula definitiva, un ensalmo, una panacea para curar la educación municipal?; o ¿si es tan lúcido y casi genial por qué no lo nombraron ministro de educación?. Y la respuesta es lapidaria: No soy sino un profesor, con casi veinte años de magisterio, que manifiesta una apremiante e impostergable necesidad de reinvención, limitada y obstaculizada por razones pecuniarias; con plena conciencia de sus falencias y defectos; con una experiencia inicial en una Escuela Cárcel, pasando por liceos municipales- Liceo María Luisa Bombal, y Liceo Jorge Alessandri-, hasta un liceo de educación de adultos, Liceo Francisco Tello González, en la ciudad de Rancagua; que he sido evaluado dos veces, en las que he resultado calificado competente; y que puedo dar testimonio de que: a mi entender, han puesto la carreta delante de los bueyes- perdón por el arcaísmo-; ya que ha obviado que es capital subir el nivel profesional, intelectual, cultural y técnico del profesorado municipal en general, deficitario en grado sumo; en algunos casos, menos que mediocre; aunque fuerza reconocer que: la mayoría, la casi totalidad, son hombres y mujeres que con abnegación y fervor se entregan a su vocación; o, al menos, es lo que quiero creer…
En el caso de quienes pueden “aspirar a un colegio con nombre de fantasía”, que son la “minoría”; los hijos de “la clase media”, con los cuales la derecha hace gárgaras para intentar mantener a flote el cadáver del engendro creado por la dictadura, que ha servido a destajo para el enriquecimiento de moros y cristianos- no para promover un genuina movilidad social-, tienen como norte los colegios particulares subvencionados; en los que, no hay ninguna garantía de que se entregue un servicio de superior en calidad.
De manera que, reconociendo que este análisis es incompleto y parcial. si se produce un mejoramiento de fondo en la formación y actualización del profesional que debe educar; y ello va acompañado de incrementos correlativos en los sueldos; y de inversiones que, de manera concreta y ponderable, modernicen y perfeccionen la infraestructura, como colofón: no creo que sea menester prohibir nada, porque nadie querrá irse de los establecimientos municipales, o como sean denominados según la novedad que se aprestan a implementar.
Por tanto, lo que en verdad urge, es un sistema de evaluación profesional, que permita que se dé razón y fundamento del progreso del maestro, de la maestra, en el desempeño de sus deberes y responsabilidades profesionales, y en las traducciones y correlatos en cuanto a los aprendizajes efectivos de sus alumnos y alumnas; que es desde donde deben surgir las trasformaciones para lograr educación excelente, porque con profesionales que no tienen el repertorio de recursos pedagógicos, para poner en práctica una clase planificada; o que a duras penas conocen los contenidos de su asignatura; o que, difícilmente, leen un libro al año, es casi imposible avanzar.
En vez de llevar a cabo procesos, que no son del todo acordes a la realidad, más bien un simulacro como el que que se realiza hasta ahora, debiera procederse a una revolución en materia de supervisión: evaluar, cada semana; y si fuera preciso, cada día, en forma sistemática; con planificación en mano, por parte de agentes ciento por ciento calificados, independientes de todas las unidades educativas, con criteritos y baremos objetivos y del más alto estándar internacional, para supervisar el estado de avance de los contenidos, o sea la cobertura curricular, monitorear el cumplimiento estricto y riguroso de los tres momentos de la clase, y chequear todas las otras dimensiones que articulan el aprendizaje de los alumnos al interior del aula.
Y, a la sazón, premiar a quienes resulten con las mejores calificaciones, de suerte de poder concederles una beca y beneficioso respectivos, para que cursen un post-grado en universidades de élite en las ciencias de la educación, no los cursillos de pacotilla, a los cuales uno ve obligado a adscribirse.
Dado este escenario que he osado esbozar, estoy cierto de que: si se enfocarán, de modo de considerar las modificaciones propuestas; si quedaran de lado los sesgos partidarios, y los espurios intereses económicos; y que gente realmente competente fuera la encargada de legislar al respecto, así como de enseñar, con el más acendrado y riguroso profesionalismo, habría alguna esperanza para nuestras futuras generaciones.
¿Es que en verdad cuando pensamos la educación la imaginamos como si fuera vital para el despertar de la conciencia;para la rebelión contra las injusticias y los atropellos; como el arma y la herramienta que permita desmantelar la sociedad de la opresión y la explotación; o es sólo bluf y puesta en escena para las cámaras?. En esta partida, se juega el sentido de la educación: como motor y fin último de la construcción de una sociedad basada en la democracia, la libertad, la justicia, la igualdad ante la ley, la movilidad social; o un mecanismo que reproduzca el orden establecido, el sistema de dominación, control, explotación y esquilmamiento de las mayorías.
Arturo Jaque Rojas.
10.789.448-9