Diciembre 26, 2024

No necesitamos más políticos en el congreso

 

“Los señores políticos”, como decía el abominable  tirano, que debe estar  en las profundidades del báratro, nos tienen acostumbrados a sus despliegues de parafernalia, fuegos de artificio y cantos de sirena, para congratularse y felicitarse  por los logros que obtienen, en sus maquinaciones, contubernios y componendas. Ahora, acaban de celebrar “el fin del binominal”, interpretando la canción nacional; por cierto me refiero a la Nueva  Mayoría, con el agregado del  Partido Comunista, y otros descolgados de por aquí y por allá.

 

 

    Por lo visto,  creen que la calidad de la democracia mejorará, por arte de magia, incrementado el número de diputados y senadores; no concienciando al amplísimo sector de la ciudadanía que  no  sufragó, por  hallarse atrapada  en un apoliticismo extremo, que el propio sistema  le inoculó por tanto tiempo, y en que en términos burdos, se traduce en que: “para que voy a votar, si al final da lo mismo; si siempre  resultan  electos los mismos; y uno tiene que seguir trabajando”. La  idiotez de que hablaron los antiguos griegos, es decir, la condición de la persona que  no se compromete en los asuntos “de la polis” o sea “el idioté”, y que sólo se preocupa  de los asuntos privados,  ha devenido realidad.

      Tampoco se preocupó de entablar diálogo, plural y abiertamente,  con quienes no sufragamos por  sentir repugnancia absoluta, al haber  tomado conciencia  que siempre son las cúpulas las que deciden por quien votar, sobre la base de la lógica del cacicazgo,  del compadrazgo, de la instauración de un delfín, del nepotismo, de la prevalencia de la oligarquía y de la  plutocracia; y que, frente a la evidencia de que son círculos  inaccesibles, herméticos, cerrados, a los cuales acceden unos besamanos, abyectos y rastreros,  nos cansamos de confiar.

    Todavía recuerdo la última  primaria que se hizo  en Rancagua,  a  modo de ejemplo, en vistas a la elección  de alcalde que  ganó el candidato Udi por paliza, a la que se presentaron Carlos Arellano por la Democracia Cristiana; Edison Ortiz por el Partido Socialista;  Raúl Guiñéz, por el Partido Por La Democracia; y Claudio Sule. Lo cierto es que a nadie  le  preguntaron si querían que  ellos fueran los precandidatos; y con una  primaria de  pacotilla, se emborracharon de un triunfalismo, que no los preparó  para recibir un derrota proverbial, en una ciudad que históricamente  había sido de centroizquierda…¿Quién diantres puede explicar lo que sucedió?

      Ni hablar de  la señora Bachelet, quien fue  ungida para la última elección presidencial, porque no había nadie más que pudiera salir al paso a un candidato de derecha, dada la descomposición terminal que afectaba a su conglomerado, que  hoy  ostenta un nombre de fantasía; que no es una presidenta socialista,  ya que goza de la simpatía del imperialismo- alguien dijo algo así como “ para  inducir un golpe de estado en Chile, si éste es un país suficientemente domesticado-; y ha  blanqueado sus papeles ante los empresarios tanto a nivel mundial como a nivel del país, para tranquilizarles sobre  futuro de sus inversiones, la confiabilidad de nuestro país, y  la estabilidad de  “las reglas del juego”; que no ha tenido la voluntad política de resolver  la situación del pueblo mapuche;  de hecho, tiene manchadas  las manos de sangre de este pueblo; etc.

    Pues bien, me devano la sesera, una  y otra vez, y no se me  ocurre  en qué medida o de qué forma pueda afectar la calidad la democracia que se incremente el número de  profesionales partidarios, que ejercen los “cargos de representación pública”, los cuales, salvo casos excepcionales y aislados,  tanto así que pudiéramos considerar anomalías o singularidades extremas,  pertenecen a los monopolios de las diferentes agrupaciones partidarias, que viene gobernando Chile a  su amaño,  desde el retorno a la democracia, que  nunca  fue, ya que de una dictadura feroz, pasamos a  una  dictadura de ropajes  democráticos, un travesti que se entrega sin pudor en los brazos y las manos de las grandes corporaciones  económicas, y que cobra muy poco,  pero a cambio entrega todo:  desde la soberanía hasta los recursos naturales.

    En todo caso, propongo y barajo algunas ideas: Lo primero, es que se rebajen  los sueldos, ya que, según un dato de Ciper Chile, el promedio anual es diputado, como botón de muestra, es de $103.265.772, en el  informe “OPINIÓN Democrática desigualdad: Diputados chilenos son los mejor pagados en los países de la OCDE” (Por: Colombina Schaeffer, Patricio Segura Ortiz y Leonardo Valenzuela en Opinión Publicado: 11.06.2014).

      Por consiguiente, no  resulta moral ni ético, ni siquiera mínimamente creíble  o confiable, que un funcionario de algún partido político pontifique acerca  de la miseria o de las  injusticia sociales, con un sueldo que les sufragamos; y que más encima esperan obligarnos a aumentar el caudal, para  tener que sostener  a más  parásitos; habida cuenta que: un trabajador o trabajadora que perciba el sueldo mínimo de  $250.000- que no es lo que paga en concreto-: necesitaría entre  34 a 35 años  de vida laboral activa para llega a reunir tamaña  fortuna, sin descuentos de ninguna especie, lo que es  imposible,  ya que tenemos la  rapiña, la voracidad,  la hemorragia de las Afp.

    Luego, lo segundo  que les pido- a título personal, pues no tengo la pretensión mesiánica de hablar en nombre de “Chile” como lo hace ellos, es que se sometan  a un referéndum revocatorio, cada cierto período, no cada cuatro años; es decir, cualquier persona  que  haya sido electa; que, sin  embargo, en un período que se  puede establecer constitucionalmente, no haya demostrado una  real capacidad de trabajo, que no hay propuesto ninguna ley, o que no haya aportado en nada en beneficio de  los electores y electoras  que  le escogieron; que  haya desparecido de su distrito o circunscripción, de forma  injustificada, sin presentarse  a dar cuenta de  su gestión o a compenetrarse  de cuál es la problemática que les afecta  o cuáles son las necesidades más imperiosas, inmediatamente ha de  ser sometido- sin su consentimiento, ni beneplácito, por cuanto se debe al pueblo- a un referéndum revocatorio, para  determinar  si continúa ejerciendo el mandato que se le ha  otorgado; o lisa y llanamente que, como se dice  en buen romance, “ se vaya para la casa” por demostrar  ser cero aporte; sobre todo, una incompetencia que causan estupor, como es en la mayoría de los casos.

    Ahora que estoy en franquía  de  poner  las cartas sobre la mesa: Considero que es un  idea plausible reservar  cuotas de género, para las mujeres- 50% como mínimo-, así como también las minorías étnicas, sexuales; por qué no para  quienes que hayan demostrado una excelencia en  su quehacer académico o profesional, y que  quieran contribuir a la grandeza del país, desde  una diputación o una senaduría.

    Por último, lo otro que requerimos, es una nueva constitución,  que ya no podemos seguir tolerando un día más la camisa de fuerza que nos impuso  el pinochetismo guzmaniano. Aquí, no trata de cegarse,  de desconocer el  hecho de que ha habido reformas; eso sí,  a medio morir saltando; precisamente, han sido retoques, que han beneficiado a minorías, que no  han tocado los fundamentos  del statu quo que  legó la dictadura.

    Necesitamos, como corolario, una asamblea constituyente- hay un dicho que dice que en pedir  no hay engaño-, para  volver a inculcar al pueblo el sentido de la política; que la  ideología  sí importa, que todos podemos intervenir, aportando ideas,  a través de canales establecidos; que las decisiones que se toman para “enfrentar los problemas  reales de la gente”, eslogan manoseado y trillado con que la derecha quiso convencer a la ciudadanía que  ello nada tenía que  ver con los abstrusos y peliagudos trabajos que quedaban reservados para técnicos y especialistas, y que la  concertación con su tropa de diputados y senadores también hizo suyo; y que, ¡oh sorpresa!, contrario a todos los pronósticos, sentencias, tesis, de toda clase de ”ingenieros sociales”  tiene una directa relación con la política y la economía, como ha quedado demostrado en el caso Penta, y otros tantos más que jalonan el derrotero  e historial  de  la corrupción,  a través del cual han ido avanzado  a lo largo de todos estos ingratos, amargos y dolorosos años.

Arturo Jaque Rojas.
10.789.448-9

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