Diciembre 26, 2024

Europa: ¿Libertad de expresión o guerra mediática?

La vigencia del derecho a la libre expresión es vital para el desarrollo de una sociedad democrática. Pero, a la vez, su abuso puede tener un efecto funesto. De este modo, se ha llegado en muchas ocasiones a utilizarla de manera tal de inducir genocidios. Es fácil recordar que en Ruanda el exterminio de centenares de miles de personas fue precedido por una orquestada campaña radiofónica en esa dirección contra los miembros de la etnia tutsi.

 

 

Poco se sabe que, en nuestro país, las políticas de despojo y exterminio contra los mapuches, llevadas a cabo en la segunda mitad del siglo XIX, fueron también precedidas por una campaña de demonización contra ellos. Ella fue efectuada principalmente, durante varios años, por el principal diario de la época: El Mercurio de Valparaíso (ver Jorge Pinto Rodríguez.- De la inclusión a la exclusión. La formación del estado, la nación y el pueblo mapuche; Universidad de Santiago de Chile, 2000; pp. 115-158; y José Bengoa.- Historia del Pueblo Mapuche. Siglo XIX y XX; Edic. Sur, 1985; pp. 176-183 y 222-224).

 

Para qué hablar del “acondicionamiento” del pueblo alemán y austríaco hecho por los nazis para la realización del Holocausto. Para ello utilizaron diversos medios de comunicación –principalmente diarios, revistas y películas- que inculcaban el desprecio, el temor y el odio hacia los judíos. En este sentido desempeñó un papel crucial el semanario Der Stürmer, dirigido por el fanático antijudío, Julius Streicher. Este periódico, fundado en 1923, “se hizo famoso por sus obscenas caricaturas de judíos de malévolo aspecto que seducían a castas doncellas alemanas y sus denuncias de supuestos crímenes rituales” (Ian Kershaw.- Hitler 1889-1936; Edic. Península, Barcelona, 2000; p. 191). Llegó a tener una tirada de 500.000 ejemplares y lo “leían aun más personas porque se colocaba por toda Alemania en los expositores de las paradas de autobús, en zonas peatonales muy concurridas, en los bares de las fábricas y en otros lugares donde se congregaba la gente” (Daniel Johan Goldhagen.- La Iglesia Católica y el Holocausto. Una deuda pendiente; Edit. Taurus, Buenos Aires, 2003; p. 158).

 

Streicher fue finalmente condenado a muerte por el Tribunal de Nuremberg. En su veredicto se estableció que “la incitación de Streicher al asesinato y el exterminio (…) constituye claramente persecución por razones políticas y raciales (…) y constituye un crimen contra la humanidad” (Joseph Persico.- Nuremberg. Infamy on Trial; Penguin Books, New York, 1995; p. 398).

 

Sin duda que la génesis de la barbarie nazi influyó en que en las definiciones de derechos humanos de Naciones Unidas se tomara muy en cuenta lo nefasto de abusar del derecho a la libre expresión. Así, en el Artículo 20 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se estipula: “1.- Toda propaganda a favor de la guerra estará prohibida por ley. 2.- Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por ley”.

 

En este mismo sentido se ha llegado en varios países de Europa (Francia, entre ellos) a la polémica estipulación de establecer penas de cárcel por el solo hecho de negar la existencia del Holocausto; considerando que ello constituye un grave insulto a la memoria de las víctimas; un terrible daño a sus familiares sobrevivientes o descendientes; y una peligrosa expresión de fomento del antisemitismo.

 

Estos dilemas respecto de la libertad de expresión y de sus abusos resaltan fuertemente en el contexto del grave conflicto que enfrenta al Occidente “desarrollado” o “neocolonial”; con diversos movimientos “fundamentalistas” o “terroristas” islámicos. Y, particularmente, de la masacre efectuada contra el equipo de periodistas de Charlie Hebdo en París.

 

Es por ello que no debiera extrañar que, junto a la condena de un asesinato tan brutal, surjan también severas críticas a dicho semanario y a otros de su misma índole. En aquel se hace una mofa permanente de muchas de las creencias más sagradas del conjunto de los musulmanes. Se hacen historietas que ridiculizan a Mahoma. Y en una portada se llegó al extremo de reírse de la masacre de más de mil musulmanes en Egipto cometida por la nueva dictadura militar; acompañado ello de una imagen estereotipada y odiosa de un musulmán (que bien podría corresponder a un judío de Der Stürmer) que intentaba protegerse infructuosamente de las balas con un ejemplar del Corán; y de una leyenda que decía “El Corán es una mierda; no detiene las balas”.

 

Lo peor del caso es que ha surgido, tanto en la “derecha” como en la “izquierda” europea (es bien difícil diferenciarlas hoy día, dada su común subordinación a los grandes grupos económico-financieros nacionales y transnacionales), una creciente tendencia a matricularse en la “guerra contra el terrorismo”. Ya vimos como los laboristas ingleses se subordinaron completamente a Bush en su agresión a Irak. Ahora vemos a los socialistas franceses como los más “guerreristas” en el caso de Siria y ¡prohibiendo incluso manifestaciones contra la masacre israelí en Gaza! (curiosa concepción de la libertad de expresión…). Y en este marco se da también la progresiva moda de numerosas publicaciones –incluyendo de “izquierdas”, como la propia Charlie Hebdo- a tratar de combatir al “terrorismo islámico” a través del desprecio y la ridiculización del fanatismo religioso, pero de manera tal, que en definitiva están atacando los valores y el sentimiento religioso del conjunto de los musulmanes. ¡Qué mejor (peor) expresión de ello que la infame portada ya descrita!

 

Fruto de esta “guerra contra el terrorismo” se va acentuando la polarización a nivel europeo y mundial; y se cierne una amenaza cada vez mayor para la creciente población musulmana europea. Así, la extrema derecha europea tiende a crecer y, a la vez, a endurecer su postura xenófoba, racista y anti-islámica: El Frente Nacional francés; el Partido por la Independencia en Gran Bretaña; el Partido de la Libertad en Holanda; y Amanecer Dorado en Grecia; entre otros. Han aparecido incluso llamados de personalidades a cerrar escuelas musulmanas. Por otro lado, la izquierda “laica” –como en el caso de Charlie Hebdo- genera cada vez mayores ofensas a la religión musulmana y solicita más restricciones a la expresión pública de sus creyentes, como se ha demostrado en la lucha por la restricción del velo para las mujeres.

 

En este contexto de creciente radicalización llama la atención que el establishment europeo no se dé cuenta (o no le importe) de que con el “Je suis Charlie” se está uniendo y sellando la natural repulsa de un crimen deleznable con la complicidad con la islamofobia de dicho semanario, al presentarla como un legítimo ejercicio de la libertad de expresión. Tampoco parece darse cuenta dicho establishment de la profunda contradicción en su extremo celo contra los abusos a la libertad de expresión respecto del Holocausto, al estipular condenas de cárcel para sus negacionistas; y su absoluta desaprensión al avalar, en la práctica, el desprecio y la mofa sistemática de Mahoma y el escarnio de más de mil musulmanes asesinados y de la “inefectividad” de su libro sagrado. Y menos parece darse cuenta el liderazgo europeo de que con ello están potenciando de manera gigantesca el que miles de jóvenes musulmanes europeos –que, además del colonialismo histórico sufrido por sus antepasados y del neocolonialismo padecido por sus congéneres, sufren severas discriminaciones sociales y culturales en sus condiciones de vida actuales- se sientan atraídos por la lucha contra un “Occidente” que, junto con explotarlos económicamente y agredirlos militarmente (Irak y Palestina), legitima el que se burlen de sus creencias y valores más sagrados.

 

Otro aspecto fundamental que los europeos debieran tener muy en cuenta es su horrorosa historia reciente en términos de gravísimas violaciones de derechos humanos. Las dos guerras mundiales, los gulags y, particularmente el Holocausto son eventos históricamente casi actuales. Y los europeos –al igual que el conjunto de la humanidad- pueden recaer en los mismos males si no toman las providencias adecuadas.

 

En el caso del Holocausto, además, se tiende a dar el peligroso sesgo de entenderlo como una obra exclusivamente nazi o, a lo más, de la derecha de ese entonces; cuando en realidad fue una “obra europea”. Su cabal comprensión requiere reconocer que aquel habría sido imposible sin el funesto caldo de cultivo generado durante siglos por el antisemitismo cristiano y, particularmente, de la Iglesia Católica, y del Estado unido a ellas. Caldo de cultivo de concepciones odiosas (“deicidas”; “hijos del demonio”; “asesinos rituales de niños cristianos”; etc.) de prácticas discriminatorias (reclusión en ghettos; prohibición de profesiones; impuestos especiales; humillaciones públicas; etc.) y de conductas genocidas (deportaciones; pogromos; muertes en la hoguera; torturas inquisitoriales; etc.).

 

A ello se unió que en el contexto del pensamiento cientificista (no científico), liberal y laico del siglo XIX y de comienzos del siglo XX se desarrollaron importantes vertientes racistas y antisemitas que impulsaron también el auge de estos movimientos a lo largo de toda la Europa del período. Ciertamente habría sido imposible que el solo antisemitismo nazi hubiese sido capaz de llevar a cabo el exterminio sistemático de todo un pueblo, si no hubiera tenido el concurso eficaz o la complicidad de millones de personas que por diversos factores despreciaban u odiaban a los judíos.

 

En el caso de los musulmanes no existen prejuicios tan devastadores como los que existieron desde el Medioevo en Europa contra los judíos. Pero los conflictos político-históricos; las guerras efectivamente emprendidas; y las feroces dominaciones ejercidas entre unos y otros hacen que los resentimientos, desconfianzas y odios entre ambos adquieran caracteres imprevisibles y potencialmente catastróficos. En este sentido, le corresponde especialmente a Europa –como los actuales “ganadores” de sus enfrentamientos históricos; y como quienes acogen a crecientes poblaciones musulmanas- desarrollar iniciativas políticas, económicas, sociales, culturales y religiosas que desmonten rápida y progresivamente la perniciosa lógica occidental de la “guerra contra el terrorismo”. Partiendo, por cierto, por severas sanciones a todos los medios y personas que mantengan abusos de la libre expresión en contra del respeto a las creencias y valores fundamentales de la religión musulmana.

 

Además, “Europa” debiera saber más que nadie que la evolución histórica por sí misma no garantiza nada. Recordemos que España, el principal imperio europeo de la época, expulsó a los judíos en 1492; y posteriormente a los moriscos ¡en 1609! Que la carnicería de las guerras napoleónicas fue largamente “superada” un siglo después por dos guerras cuasi-apocalípticas. Y que más de un siglo después de la emancipación de los judíos en Europa se cometió el Holocausto…

 

 

 

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