Cada día que transcurre se descubre una nueva arista del famoso caso PentaGate. Ahora fue publicado un mail, con fecha del 10 de enero de 2013, en el cual Carlos Eugenio Lavín, con toda desfachatez, le pregunta al actual presidente de la UDI sobre la marcha de ley de Isapres: “Para efectos de la modificación de precios Plan Garantizado de Salud”. “Según te entendí, los DC estarían llevando esta idea del reajuste máximo según IPC de la Salud, para el Plan Garantizado y para el Complemento. Si entendí bien esto, sería de la máxima gravedad. Para saber eso te estaba llamando y de acuerdo a eso ver si se nos ocurre algo. Saludos CEl”.
El mail fue enviado a las 16:30 horas y fue respondido a las 18:03. ¡Con qué rapidez trabajan los parlamentarios de Penta, ojalá fueran tan eficientes en el Congreso! Pensándolo bien, no sería una buena idea, pues legislan para su empresa y mejor sería pagarles para que no hicieran nada, así el daño sería menor. El texto de respuesta del diputado Ernesto Silva es bien comedido: “Hola Carlos Eugenio. Es sólo para el Plan Garantizado. Saludos cordiales. Ernesto”.
Para los poco conocedores de la realidad nacional cotidiana, el holding Penta es dueño de Banmédica que, según el diario electrónico El Mostrador, Ernesto Silva mantuvo un paquete de 12.100 acciones de esta Isapre y, en año 2014, incrementó en 60% sus utilidades, alcanzando los 12.46.000 millones de pesos.
En declaraciones a la Prensa, en la mañana de este martes, el presidente de la UDI, Ernesto Silva, pronunció una frase para el bronce: “…muy a menudo los diputados eran consultados por las empresas”, quienes respondían con mucha cortesía – yo agregaría, con celeridad; lo único que se le olvidó a Silva fue reconocer que Penta financiaba campañas políticas a candidatos de su partido, preferencialmente.
Los mails sobre el mismo caso, conocidos anteriormente, son mucho más penosos y retratan a los peticionarios como pedigüeños, sin ninguna dignidad. Por ejemplo, Ena von Bawer escribe vía mail a Carlos Alberto “Choclo” Délano, en el cual le expresa que está endeudada en $100.000.000. La respuesta fue tan positiva que recibió más de $70.000.000. A quién no le gustaría que un banco le cubriera las deudas de esa manera y, para rematar su desprestigio, la senadora había negado tajantemente en entrevista del Canal CNN Chile que nunca había tenido relaciones comerciales con Penta.
Iván Moreira – de muy malos modales y un poco roto para la mentalidad clasista para los dueños de Penta – sólo tuvo acceso al gerente, Hugo Bravo. Su servilismo raya, en verdad, en lo tragicómico: el 9 de enero de 2013 escribía: “¿Sigues de vacaciones? ¿Cuándo llegas? ¿Puedo ir a verte? ¿Me tienes castigado, Hugo? Te estoy llamando hace diez días. Trata de devolverme la llamad. Un abrazo. En otro correo le pide, nada menos, que “el raspado de la olla para ganar los últimos 100 metros”. Así, los mails suman y siguen.
Los dos principales “benefactores de Penta” – Délano y Lavín –también se permiten condicionar su apoyo a la visión de su estrategia política y como creen, por ejemplo, que Evópolis no les es muy útil a la derecha, se lo dicen sin ambages al peticionario presidente, Felipe Kast.
Para ser justos, no sólo la UDI tuvo la exclusividad de acceso a la caja pagadora de Penta, pues también Andrés Velasco – que no logra convencer con sus explicaciones si las boletas firmadas por él corresponden a servicios profesionales prestado a ese holding -, como tampoco parece muy clara la justificación del ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga.
Hay ingenuos que creen que los implicados directos en el caso PentaGate van a renunciar apelando a la dignidad, a la ética y a la legitimidad de la política, pero no lo van a hacer, tal no porque sean malas personas, sino porque el sistema social y político chileno está podrido hasta la médula. Ya no es que las personas estén convencidas de la ilegitimidad y la nula representatividad de las instituciones, sino que hacen todo lo posible por su derrumbe. Si les viene un dictador con espada o con el gorro frigio, no hay que lamentarse después.
Pensemos cuánto nos dolió haberla perdido, en 1973. Es seguro que esta vez no habrá un golpe de Estado, pero sí una descomposición creciente del afecto a la democracia por parte de los ciudadanos. Bastaría pensar, por ejemplo, en una huelga electoral, que votara sólo el 10% de los ciudadanos, estoy seguro de que a la actual casta política poco lo importaría, pues de todas maneras aseguraría su reelección y su sueldo, que es lo único que los motiva, según el 90% de rechazo de los encuestados en la CEP, pero constituiríamos una simple democracia de opereta, con sufragio censitario. ¡Y pensar que muchos de los involucrados van a conservar sus cargos por siete años más! Como no son tontos, el bochorno pasa con rapidez y que una noticia nueva borra la anterior, los escándalos pasan y el sillón continúa, sumado a la falta de memoria y cultura cívica de los llamados ciudadanos, que sólo se utilizan para votar y comprar.
Rafael Luis Gumucio Rivas
06/01/2015