Hasta 10.000 niños fueron reclutados por grupos armados durante el conflicto en la República Centroafricana pese a la presencia de soldados de paz de Naciones Unidas, y la cifra aumentó bruscamente en los últimos dos años, dijo el jueves la organización Save the Children.
Algunos niños fueron secuestrados u obligados a unirse a esos grupos, mientras que otros se sumaron para conseguir alimentos, ropa, dinero y protección, dijo la organización benéfica en una nota de prensa.
Muchos se unieron bajo la presión de amigos o padres, para proteger su comunidad o vengar a familiares muertos, agregó.
Julie Bodin, directora de protección infantil de Save the Children en el país, dijo que el Gobierno de la República Centroafricana, las fuerzas de paz y las agencias, donantes y países que contribuyen con tropas deben aumentar sus esfuerzos para evitar el reclutamiento de niños y desmovilizar a los niños soldados.
El Gobierno no estuvo disponible de inmediato para realizar comentarios.
El caos estalló en el país africano cuando los rebeldes Seleka, en su mayoría musulmanes, tomaron el control de la nación, mayoritariamente cristiana, en marzo del 2013, desatando una reacción violenta de la milicia cristiana “anti-balaka”.
Más de 3.000 personas han muerto desde diciembre del 2013. La ONU estima que 2,5 millones, más de la mitad de la población, necesita refugio, alimentos y agua, cuidados básicos de la salud y educación.
“Muchos de los niños han pasado por cosas que ningún adulto, menos un niño, debería pasar, ser testigo de la pérdida de seres queridos, ver sus hogares destruidos, y sobrevivir en condiciones duras e inseguras en la selva por meses”, dijo Bodin a la Fundación Thomson Reuters vía telefónica desde Bangui.
Niños de edades tan cortas como 8 años son obligados a combatir, transportar suministros, y realizar otras tareas en el frente. Con frecuencia son sometidos a abuso físico y mental por los milicianos, y a algunos se les ordena asesinar, dijo Save the Children.
Bodin destacó las metas a largo plazo de apoyo a los niños una vez que son liberados de los grupos armados para que no vuelvan a sus filas. La pobreza extrema, la falta de educación y trabajo crean una gran masa potencial de nuevos reclutas.
Jean, de 17 años y originario de Kaga Bandoro, pudo abandonar a los Seleka y ahora sueña con convertirse en un agricultor de mandioca.
“Me gustaría volver a la escuela y aprender (…) También me gustaría poder vender algo y ganar un poco de dinero y vivir mi vida”, comentó.