Antes del bajón económico los chilenos se creían ricachos y, además, pesados y prepotentes y, ahora, ¡vaya sorpresa! van a ser pobretes que “se tiran pedos más altos que su culo”. No se sabe de dónde han sacado que la política internacional sólo compete a los monarcas-presidentes, en consecuencia, no pueden ser discutidas por las corrientes políticas, ni por la opinión pública. En el siglo XIX, en plena guerra del nitrato, la Prensa discutía hasta de asuntos militares sin ningún tipo de censura, ahora es prácticamente imposible emitir críticas sobre las relaciones con nuestros países vecinos sin arriesgarse a ser tratado de antipatriota.
No he coincidido casi nunca con las ideas de Eduardo Frei Ruiz-Tagle en materia internacional, pero en el caso de las relaciones, por ejemplo, con Bolivia, estoy de acuerdo con sus reparos a la política actual al Ministerio de Relaciones Exteriores: es cierto que se caracteriza por su inacción respecto a la reclamación boliviana ante el Tribunal Internacional de La Haya, pues nuestro gobierno parte del supuesto de que este Tribunal funciona, exclusivamente, bajo fundamentos jurídicos, soslayando los aspectos histórico-políticos – error que nos ha conducido, recientemente, a la derrota frente a Perú -.
Es innegable que la política exterior de los doctores de Chuquisaca se ha caracterizado por una inteligente ofensiva diplomática que deja muy mal parado a Chile, señalándolo como un país egoísta que, con 5.000 kilómetros de costa, ni siquiera está dispuesto a ceder una franja minúscula al país del altiplano. Los argumentos bolivianos de los derechos expectaticios han logrado motivar a la adhesión de la mayoría de los líderes de los países latinoamericanos y, ahora, se suma el muy popular Presidente de Uruguay, José Mujica. Bolivia, en su despliegue internacional, incluye la visita del ex Presidente Carlos Meza a varios países del Continente.
El centrar toda la argumentación chilena en el Tratado de Paz, de 1904, entre Chile y Bolivia, bajo la idea de la “intangibilidad” de los acuerdos entre las naciones me parece una visión bastante limitada para el mundo de hoy, en que las ideas predominantes – en el caso de nuestro continente – se orientan hacia una integración irreversible.
Chile ha intentado, en repetidas ocasiones a través de la historia, llegar a un acuerdo con Bolivia con respecto a la mediterraneidad, entre ellas dos intentos que, por desgracia, terminaron fracasados: 1) en los años 50, el Canciller Horacio Walker ofreció a Bolivia una franja del litoral, cercano a la Línea de la Concordia, con la condición de que este país permitiera el uso de las aguas del lago Titicaca para transformarlo en energía hidroeléctrica – pensemos en la importancia que tendría para la minería, en norte de Chile, de Haberse llevado a cabo este Acuerdo -; 2) los dictadores Augusto Pinochet y Hugo Bánzer estuvieron a punto de firmar, en Charaña, un Acuerdo por el cual Chile cedía a Bolivia una franja de mar, cercana a la Línea de la Concordia, pero también fracasó debido a la oposición de Perú, que proponía la internacionalización de esa zona.
En la actualidad, Bolivia tiene un crecimiento del 5% del PIB y una inflación de, apenas, un 3%; Chile, por contrario, va en descenso, con 1,7% de crecimiento y una inflación del 4,8%. Qué duda cabe de que un buen Tratado comercial con Bolivia y Perú sería muy beneficioso para Chile: la zona norte del país, tan abandonada por el centralismo depende, en gran parte, de nuestros vecinos del altiplano. Pensemos que en vez de seguir con disputas inútiles – que en pocos años más serán risibles cuando se cree una ciudadanía latinoamericana y no existan fronteras – y dedicáramos nuestros esfuerzos a implementar una gran zona común en el Norte Grande – baste considerar que la minería es cada vez más dependiente del factor energético, que bien podría aportar Bolivia con los hidrocarburos y, por otro lado, con Perú en la creación de una gran zona de comercio y de servicios, especialmente en Tacna y Arica.
Los chauvinistas dañan el crecimiento del país al intentar seguir con las divisiones de los siglos XIX y XX. Se hace urgente una reforma completa del Ministerio de Relaciones Exteriores y un viraje en 180º de la política con nuestros vecinos.
Rafael Luis Gumucio Rivas
16/12/2014