La flagelación tiene mucho sentido en las religiones monoteístas: sin la noción de pecado, caída, arrepentimiento y expiación en la tierra, la salvación sería imposible, según el sentimiento de culpa de los creyentes. Los grandes místicos y santos practicaron el método de la flagelación como una forma de dominar el cuerpo pecador, y la emplean los cristianos comunes y corrientes – especialmente en tiempos de Semana Santa – y los musulmanes chiitas – en la jornada de la Ashura -.
En política, la flagelación no siempre es comprendida: los auto flagelantes, en la época de la Concertación, eran una especie de “profetas” de la igualdad entre los hombres y sobre todo, unos críticos feroces de las políticas neoliberales de ese conglomerado; durante esa década, los autocomplacientes se apoderaron y hegemonizaron el poder en esta combinación política. Pienso que los primeros tenían toda la razón y la historia lo demostró, pues en el año 2009 la Concertación fue expulsada del poder.
A raíz de los resultados de las encuestas CEP y Adimark es casi imposible encontrar algún autocomplaciente en la Nueva Mayoría; al parecer, el único personaje que pretendió dar algunas dosis de optimismo con respecto a la situación política del actual gobierno fue un representante de la Izquierda Ciudadana, que fue silenciado de inmediato.
Hoy por hoy, está de moda ser lo más flagelante posible. Me parece equivalente a descubrir que “el agua moja” el sostener que a un 60% de los ciudadanos no les interesa, en lo más mínimo, la política, hecho indicador de que no están dispuestos a votar en los siguientes comicios electorales. Que Chile Sufre una crisis de representación es tan evidente como el ocaso del sol, pues el problema no está en el diagnóstico, sino en el cómo la clase política la enfrenta.
Actualmente, todos los flagelantes coinciden en que debió fortalecerse la educación pública y mejorar la situación de los profesores que, según ellos, no se hace por arte de magia, sino con una planificación seria, detallada y sobre todo, con objetivos precisos a corto, mediano y largo plazo. Podría decirse que volvieron a ponerse de moda los términos náuticos de la época del Presidente Patricio Aylwin, que dicen relación con la “brújula” y el “mapa de navegación”, que ahora copia el presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker.
Pepe Auth, por su parte, se muestra un poco más analítico al llegar al cuesco del problema: las reformas no sólo no interpretan la vida cotidiana de las personas, sino que no movilizan a la gente en torno al proceso que exige un amplio movimiento de masas activas y combativas y no ausentes, como ocurre en el Chile actual.
Personalmente, pienso que el divorcio entre la casta política y la sociedad civil, sobre todo en lo que respecta a los movimientos sociales, ha llegado a tal grado que se hace muy difícil que las buenas ideas de reformas, contenidas en el programa de gobierno, logren re encantar a los ciudadanos, que ya tienen la experiencia de “la desesperanza aprendida” respecto a los engaños y mentiras de clase política que sólo, según dice un 64% de los encuestados, sólo les importa su bienestar personal – por ejemplo, ya se sabe que se están distribuyendo las senadurías, temerosos de una aprobación de la reforma al binominal y, en este vicio es transversal –
Si la flagelación se dirigiera a una verdadera autocrítica, podrían reconocer que, nuevamente, metieron la pata por la mala costumbre de transar con la derecha y tenerle miedo a los poderes fácticos que, por ejemplo, en la reforma tributaria se quedaron cortos al no tocar la minería que, fácilmente, habría podido duplicar la recaudación de tres a seis puntos del PIB, lo cual hubiera permitido enfrentar en mejor forma los dramas que tenemos en salud, transporte y previsión, es decir, llevar el cambio a la vida diaria de las personas, idea que, de tanto repetirla, se está convirtiendo en un lugar común.
Rafael Luis Gumucio Rivas
06/12/2014