Recientemente la oficina de Análisis Financiero, del Departamento del Tesoro de EE UU., advirtió que “el sistema es vulnerable a situaciones que producen las fuerzas del mercado, debido a los cambios en la negociación y la alta volatilidad que producen los inversionistas”. Es una clara advertencia a riesgos que pueden irrumpir sin mayor aviso y nos deben alertar, por ejemplo, respecto a los US$ 700 millones de millones invertidos en derivados.
Partamos por el Petróleo, que es el último efecto de la crisis. La caída del precio se inició a mediados de Junio del 2014 a partir de un barril a US$ 107, llegando en estos días a US$ 68. Si consideramos como efectivo el crecimiento de Estados Unidos y que la baja del petróleo ayudará a dicho país y a muchos otros, existen factores negativos a considerar, como las grandes pérdidas de las petroleras. Por ejemplo, la petrolera Exxon sufre hoy una pérdida en bolsa de US$ 400.000 millones de dólares. Si el barril de petróleo baja a US$ 60, el “fracking” en Estados Unidos y en países, como Canadá, México, etc., deja de ser una fuente viable de energía y propiciará el regreso a precios más altos, en un contexto de mayor demanda y escasez.
Además de las caídas en las grandes empresas de petróleo, existen inversiones en perforaciones de pozos, aún no productivos, con cientos de miles de millones de dólares apalancados con deudas bancarias que corren el riesgo de impagos. También se está afectando a los fabricantes de equipos de minería y productos químicos. Si las tendencias de precios a la baja aumenta y se mantienen en el tiempo, existe un alto riesgo de una caída más permanente de la producción de petróleo por desinversión de las petroleras, lo que volverá a elevar los precios del barril por reducción de la oferta, quizás a precios superiores que en el pasado, hasta que se restablezca el equilibrio de precios entre inversión y demanda, sin considerar el factor especulativo que tiende a re-orientar los precios.
La otra arista en la baja del precio del petróleo es el desequilibrio del presupuesto en los países petroleros, algunos de ellos muy gravitantes, como Rusia, que tiene déficit a partir de precios inferiores a US$ 100 el barril y genera problemas de pagos con dólares necesarios para las transacciones que se pagan en dicha moneda. De un año a otro pueden ajustar el presupuesto, pero eso implicará menor inversión y una fuerte baja en el gasto público y privado. La pregunta que surge es, ¿Qué cambios ocurrieron para que el precio del petróleo cayera a menos de US$ 70 el barril, e incluso que pueda llegar a US$ 30 o 40? La primera respuesta es, que estamos en una crisis económica mundial más severa de lo que se conoce, y tangencialmente colabora la postura de Arabia Saudita de quebrar el “fracking” en EE UU., lo cual se logra con un barril a menos US$ 70, tal cual ya está ocurriendo.
Sabemos que las fuertes alzas del petróleo de mediados de los años 70´s, generaron graves problemas y recesión en la economía mundial, ¿Puede una rápida disminución del precio del petróleo, provocar el efecto contrario, un auge en las economías? En el corto plazo es posible, pero en el mediano plazo aparecerán numerosas actividades y países con efectos negativos, porque están amarrados al petróleo y al dólar, por consiguiente, la norma de que cuando baja el petróleo, sube el dólar, producirá escases de dólares y propiciara más y nuevos acuerdos energéticos pagados con otras monedas, elevando la tensión geopolítica por el factor hegemonía que está detrás de todo esto.
Los resultados positivos de EE UU en los últimos días se refieren a un aumento de la productividad de 2,3% en el sector no agrícola para el 3er trimestre 2014, y los costos laborales unitarios se redujeron 1 %, (tasa anual desastacionalizada). En la industria manufacturera, la productividad aumentó un 2,9 % y los costes laborales unitarios se redujeron un 1,3 % y la tasa de desempleo bajó a 5,8 %, (aunque existe un desempleo en USA más profundo que se estima en 11 %). El empleo aumentó en los servicios de alimentación y expendios de bebidas, comercio minorista y servicios de salud, y no significan empleos permanente ni de calidad. Los precios de la demanda final se redujeron un 0,1 % en septiembre y se mantuvieron sin cambios en agosto. En octubre, el índice de servicios de demanda final avanzó un 0,5 % y los precios de los bienes finales de la demanda bajaron un 0,4 %.
Los precios de exportación de Estados Unidos cayeron un 1,0 % en octubre, después de haber disminuido un 0,4 % en septiembre. La simple revisión de estas cifras muestra que hay de dulce y agraz. El resto del mundo no está comprando y además se aprecia que caen las ventas minoristas en USA. El “Black Friday” no fue el día de ventas minoristas de gran éxito que se esperaba, cayó un 11 %, a pesar del estudio de mercado realizado por la empresa Accenture antes del fin de semana, que vaticinaba un entusiasmo de los consumidores, en su nivel más alto en ocho años. De acuerdo a la Federación Nacional de Minoristas en EEUU (NRF, por sus siglas en inglés), calculó que hubo 5.3 % menos compradores que el año pasado y tal como expresamos, la venta bajó un 11%.
Los nubarrones negros de Estados Unidos, pueden venir en el mediano plazo por la falta de confianza en el dólar. Las desventajas que impone el dólar, operado por la FED, acelerara el cambio del dólar como medio de pago hacia otras monedas, en las operaciones de petróleo y comercio. Si se mantiene en alza el dólar, encarecerá las exportaciones desde dicho país, y aunque puede ayudar a otros países a exportar hacia EE UU., no necesariamente será así, si el factor salario se mantiene estancado y frenando la demanda. La capacidad de endeudamiento está agotada a todo nivel y se desconoce el valor de los activos de la banca y el riesgo implícito en los derivados, activos con cifras realmente monstruosas, que algunos economistas estiman en US$ 700 millones de millones a US$ 1.000 millones de millones de dólares. Tampoco da confianza la colosal cifra de liquidez, que se estima en aproximadamente US$ 10,8 millones de millones en depósitos de las empresas y la banca de norteamericana, como parte de la acumulación de los US$ 4.5 millones de millones emitidos por la FED, alentando subir las tasas.
El esfuerzo del Banco de Japón para debilitar el yen es un enfoque de empobrecer al vecino lo que está induciendo reacciones políticas a través de Asia y de todo el mundo. El Banco de Japón esperaba que la base monetaria, que a finales de 2012 llegaba a ¥ 138 billones (USD$ 1.408 mm)-, alcance ¥ 200 billones en 2013 y ¥ 270 billones en 2014 (USD$ 2.755 mm). La expansión del banco central sería entonces de ¥ 123 billones, equivalente a USD$1.347 miles de millones, el 23% del PIB japonés. La nueva expansión acordada acelerara las compras de bonos soberanos japoneses para que aumenten a un ritmo anual de ¥ 80 billones de yenes más, (US$ 723.400 millones de dólares).
Los bancos centrales de China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Tailandia, temerosos de perder competitividad frente a Japón, se están relajando con sus propias políticas monetarias, las que acentuarán más. El Banco Central Europeo y los bancos centrales de Suiza, Suecia, Noruega y algunos países de Europa Central son propensos a adoptar la flexibilización cuantitativa o utilizar otras políticas no convencionales para evitar la apreciación de sus monedas. Los ciudadanos norteamericanos pronto se darán cuenta que viajar al resto del mundo les resultará muy conveniente por un dólar sobrevalorado, precio que para el resto del mundo representa duda y ninguna garantía de conservación de su valor intrínseco. Si EE UU., entra en cesación de pagos, tendría que volver a imprimir dólares, lo que sería catastrófico si el mercado advierte la severa pérdida de valor de cambio en dicha moneda, y es lo que ha obligado al resto del mundo a sostener el dólar, por ahora.
Estas son las grandes cifras en dólares, yenes, euros y con bolsas que suben “drogados” por las políticas laxas de los Bancos Centrales que intentan crear una ficticia recuperación de la economía, lo que se agravará en EE UU., por un discurso del Partido Republicano, que domina el Congreso, hablando de los ideales libertarios y culpando sólo al Gobierno del problema, y que el sector privado jamás es el problema. Sin embargo, es el sector privado quien dirige en gran parte al Gobierno a través de megas empresas, como Google o Goldman Sachs por sus enormes tamaños y monopolios, dirigiendo los servicios centrales del Estado como si fueran el propio Gobierno. Este fenómeno se advierte también en Chile y lo vemos expresado en un lenguaje muy agresivo y hasta facistoide en personajes tales como Matthei, Silva, Kast, etc., que defienden la concentración económica del sector más rico de Chile.
Según el economista Thomas Piketty, la teoría de Kuznets de 1955, “que la desigualdad del ingreso se ve destinada a disminuir en las fases avanzadas del desarrollo capitalista, sin importar las políticas seguidas o las características del país”, no se cumplió, porque él vio la época dorada después de la II GM. Concretamente, el 10% de los estadunidenses más ricos, a fines de la década de 1940, obtuvo un ingreso aproximado del 30-35% del producto nacional. “La disminución, en más de diez puntos del producto nacional, de las desigualdades en los ingresos se produce en casi todos los países ricos entre 1914 y 1945, es ante todo, producto de las guerras mundiales y de los violentos choques económicos y políticos que éstas provocaron, afectando las fortunas de los más ricos”.
“Desde la década de 1970 la desigualdad creció significativamente en los países ricos, sobre todo en los Estados Unidos, donde en la década de 2000-2010 la concentración de los ingresos superó todos los niveles anteriores conocidos. El crecimiento moderno y la difusión de los conocimientos permitieron evitar el “apocalipsis marxista”, más no modificaron las estructuras profundas del capital y de las desigualdades, o por lo menos no tanto como se imaginó en las décadas optimistas, posteriores a la segunda Guerra Mundial”.
“Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de incremento de la producción y del ingreso, lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con volverse la norma en el siglo XXI, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas”. T. Piketty.
Si ocurre un colapso mundial, el dólar se perderá como medio de pago y la concentración económica no podrá sostenerse en los términos que conocemos hoy.
Mario Briones R.
(“El capital en el siglo XXI” de Thomas Piketty, fue elegido como el libro del año por el diario Financial Times).