Nicolas Sarkozy ha elegido un camino escabroso. Dos años y medio después de su amarga derrota ante Francois Hollande en las elecciones presidenciales,Sarkozy ha vuelto a subir al cuadrilátero como nuevo líder de los conservadores para resucitar a su partido opositor, la UMP, que está por los suelos.
Sin embargo, a su campaña electoral para conquistar los apoyos de sus correligionarios
conservadores le faltó brillo, fuerza persuasiva e ideas. Antes era muy diferente. Con todo, le bastó para esta primerísima etapa de su regreso a la política, a pesar de que la popularidad de Sarkozy también ha mermado en sus propias filas. Según confesó, su objetivo a más largo plazo es salvar a Francia de la ruina y de los socialistas. Aunque aún no lo ha expresado públicamente, su deseo es volver a la presidencia en 2017.
El camino del expresidente ha estado marcado por victorias y derrotas, noticias de primera plana y escándalos. Hace dos meses que Sarkozy, de 59 años, hizo pública su obstinada ambición de convertirse en líder del partido conservador UMP, sacudido por escándalos y crisis. Sin embargo, no convenció a los franceses. Sus esfuerzos por reconquistar la confianza apenas dieron frutos. Aun así, muy pocos dudaban de que lograra sortear el primer obstáculo en el camino del regreso al poder. “Quiero reconciliar a la derecha consigo misma”, afirmóSarkozy ostentosamente en una entrevista concedida al diario “Le Figaro”.
Para el periódico liberal de izquierda “Nouvel Observateur”, Sarkozy está tan vacío como una batería agotada: “Sin estrategia, sin programa, sin ideas nuevas”. Pero al final ganó la batalla por la presidencia de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), a pesar de que uno de los demás candidatos, Bruno Le Maire, había dado un soplo de aire fresco a la campaña por la jefatura del partido.
Sarkozy fue elegido el sábado con los votos de poco más del 64 por ciento de los miembros de la UMP. Al principio esperaba un resultado de hasta un 80 por ciento de apoyos, que luego rebajó a un 70 por ciento para después cuestionar incluso sus perspectivas de elección en primera ronda. ¿Una nueva modestia? A modo de comparación: cuando fue elegido por primera vez presidente del partido, en 2004, consiguió nada menos que el 85 por ciento de adhesiones. En aquel entonces aún era considerado como un renovador lleno de energía.
Levantar la moral del principal partido de oposición y rebautizarlo con otro nombre es su gran objetivo. Sarkozy ya tiene en la mira el año 2017, cuando los franceses tendrán que volver a las urnas, después del primer mandato del socialista Hollande, para elegir un nuevo inquilino del Elíseo. Aunque el cargo de líder de la UMP no es una garantía absoluta para ser elegido candidato a la jefatura del Estado, sí es un trampolín adecuado para dar el gran salto al poder.
Con puntos de vista rigurosamente conservadores, por ejemplo respecto al matrimonio homosexual, Sarkozy ya está intentando proteger el flanco derecho frente al peligroso reto que supone el Frente Nacional de Marine Le Pen. Y está convencido de que los escándalos políticos que le han salpicado tampoco serán un obstáculo en el futuro.
Sin embargo, las aspiraciones de Sarkozy han desatado una guerra interna en su atribulado partido. No se trata tanto del puesto de presidente, sino de la reconquista del poder estatal. Y en esta batalla participan otros dos pesos pesados conservadores: el alcalde de Burdeos, Alain Juppé, de 69 años, y el ex primer ministro Francois Fillon, de 60 años. A Juppé, un político moderado, se le otorgan las mayores posibilidades de unir todo el bando derechista para expulsar nuevamente del Elíseo a la izquierda.
Los Chirac ilustran a la perfección la fuerte división interna de la “familia” conservadora: el expresidente Jacque Chirac apoya a Juppé mientras que su influyente esposa Bernadette se decanta por Sarkozy. Los dos seguramente han analizado detalladamente la elección de presidente del UMP: ¿Debe ser Sarkozy una vez más el abanderado reconocido de una derecha que hasta ahora no ha logrado capitalizar la debilidad de Hollande?
A diferencia de antes, Sarkozy no tiene el camino expedito. “Ya no es el candidato natural de la derecha y el centro”, opina el politólogo parisino Pascal Perrineau. Esa posición probablemente le corresponda hoy a Juppé, un político popular bastante más sereno.
Parece que Juppé está esperando tranquilamente que Sarkozy se suba públicamente al cuadrilátero y se vaya desgastando en su camino a la reconquista del poder, a pesar de que “speedy Sarko” es una máquina electoral con dos piernas