El 20 de noviembre los automovilistas chilenos pudieron comprobar que, con ciertos matices, el gobierno había cumplido lo prometido el día anterior: los precios de las gasolinas bajaron un promedio de 60 pesos por litro. Un recorte que no se repetirá, al ser efecto de la persistente caída de los precios internacionales del crudo y de la modificación del Mecanismo de Estabilización de Precios de los Combustibles (Mepco). Según explicaba el titular de Hacienda, Alberto Arenas, un artículo en la ley que creó ese mecanismo regulador permitió acelerar el traspaso de las bajas internacionales a los consumidores chilenos.
Por cierto que la medida fue anunciada con bombos y platillos. Que era un premio para la esforzada clase media y toda la retórica propia para estas ocasiones. Pero la ganancia para el gobierno tenía una mejor cara. No sólo era una buena noticia para los automovilistas que llevaban largos meses enfrentando constantes alzas en las gasolineras, sino era una cartita bajo la manga de Arenas. El mes anterior la inflación, muy presionada por los combustibles, marcó un alza del uno por ciento, disparando el IPC anualizado hasta un 5,7 por ciento, el más alto desde 1997. Con la reciente baja, es probable que la inflación decaiga y cierre el año en rangos menos extremos.
¿Es tan buena noticia la caída de los precios internacionales del crudo? Veremos. Hay sin duda un ahorro para un país importador como el nuestro. Por lo pronto, su traspaso a los precios al consumidor tampoco expresa cambios significativos. Aquel mismo día los colectiveros mantuvieron un paro nacional: entre sus demandas está la eliminación del impuesto específico a los combustibles.
Con una inflación anualizada del 5,7 por ciento, una rebaja de 60 pesos por litro no es un ahorro relevante, aunque sin duda ayuda. Llenar un estanque mediano hoy, a diferencia de dos o tres semanas atrás, resulta entre tres mil y cuatro mil pesos más barato. Una baja que los gremios del transporte debieran traspasar de forma indirecta también a otros productos.
LA CAIDA LIBRE DEL CRUDO
Los precios internacionales del crudo han venido descendiendo desde hace varios meses, hasta llegar a los actuales rangos, bastante dramáticos para no pocos países productores. Si hacia finales de junio el precio del Brent -el crudo de referencia para el mercado europeo- promediaba los 115 dólares por barril, la semana antepasada cayó por debajo de los 80 dólares. Durante lo que va del año el precio se ha desplomado cerca de 30 por ciento, y es posible que esta tendencia continúe. Una caída que pese al anuncio del ministro Arenas, no ha sido equivalente en Chile: en junio la gasolina de 95 octanos alcanzaba los 910 pesos, en circunstancias que el 20 de noviembre llegó a 838, una baja de 72 pesos, o de un escaso ocho por ciento. ¿Sorpresa? No debiera. El valor del crudo es uno de los varios factores que inciden en el precio final, sobrecargado de impuestos.
Los actuales precios del crudo son los menores registrados en los últimos cuatro años. Si observamos un poco veremos que sólo 2010 registró guarismos similares. Durante la crisis de las subprimes, el crudo cayó -en julio del 2009- por un breve periodo bajo los 40 dólares, tras haber tocado máximos históricos sobre los 130 dólares el año anterior. En cualquier caso, estos hitos y tendencias tuvieron una clara relación con la evolución de otros indicadores de la economía y, por cierto, con la geopolítica. El desarrollo histórico de los precios del crudo no puede desligarse de los acontecimientos en Oriente Medio, la región del planeta productora de aproximadamente un tercio del petróleo que consume el mundo.
Si todas las anteriores crisis petroleras habían tenido una directa vinculación con trastornos económicos o geopolíticos, la actual matiza estas variables. El proceso de caída libre del crudo iniciado en junio pasado parece también haber sorprendido a todos los analistas y agencias de inversiones, cuyos pronósticos han fallado estrepitosamente. Todos estos bancos y firmas asesoras establecieron hasta hace unos pocos meses que el petróleo seguiría en alza para terminar el año en alrededor de 115 dólares. En estos momentos tendría que suceder un evento de gran magnitud e impacto para torcer la tendencia que no ha hallado ningún freno. Porque la caída en los precios ocurre con un Oriente Medio bombardeado diariamente por las “fuerzas aliadas” lideradas por el Pentágono y una proliferación de guerrillas y milicias bien pertrechadas entre las que destaca el Estado Islámico. Los precios caen con un Oriente Medio en llamas.
SOBREOFERTA Y CAIDA
DE LA DEMANDA
Para explicar la caída en los precios los analistas del establishment recurren a las clásicas variables del mercado. De partida, la caída en la demanda en un mundo con una economía estancada. Y como los productores necesitan también recursos, han aumentado la producción, generando un mercado con excedentes. No sólo en el crudo, sino de todas las materias primas, como el cobre, vienen en retroceso.
Ante esta baja, que rondará probablemente los 70-75 dólares en las próximas semanas, los analistas ligados a bancos de inversión y firmas similares se preguntan por qué la OPEP se queda de brazos cruzados. Algo ha hecho, pero sin acuerdos. Rafael Ramírez, canciller de Venezuela, tras una gira por los países productores del Oriente Medio regresó a Caracas sin grandes resultados. Los saudíes han preferido mantener su cuota de mercado y no apoyar los precios con un recorte de la producción. Por su lado, Iraq reduce sus precios para sus clientes asiáticos, siguiendo la estrategia de Irán y Arabia Saudita.
Este análisis se queda en la superficie. Hay una serie de nuevos factores que presionan los precios. Entre ellos, diversos observadores citan desde las nuevas tecnologías de extracción, la producción estadounidense en el mercado hace ya unos años, los millones de barriles con los que Arabia Saudita inunda el mundo, hasta la puesta en venta de crudo por parte de grupos poco identificados e irregulares en Iraq y Libia.
Desde el año pasado circulaban informes que apuntaban al sistema de fractura hidráulica, más conocida como fracking o también esquisto, como la tecnología que permitirá que Estados Unidos se convierta en el principal productor de crudo del mundo. Un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE) publicado hace un año preveía que Estados Unidos desplazaría en 2015 a Arabia como principal productor.
El otro factor, y que tiene más peso y realidad en cuanto el fracking, conlleva altos costos de extracción y sólo es rentable cuando el precio del petróleo está alto: es la producción de Arabia, que ha aumentado sus extracciones en unos dos millones de barriles diarios a un precio bajo el promedio del mercado. Aun cuando la explicación convencional del aumento de la producción sería la necesidad de Arabia de cubrir una serie de gastos públicos internos, como infraestructura, ante la baja demanda de crudo de las grandes economías estancadas, habría otras causas que se hunden en diseños geopolíticos más ocultos en los cuales la mano de la Casa Blanca cumple una función central.
Sobre estas dos grandes explicaciones, surgen a la par una serie de otras variables y preguntas. De partida, y a diferencia de las pequeñas crisis anteriores, la caída de los precios no será determinante esta vez para reactivar la economía mundial. Si esta afirmación la llevamos al caso chileno, cuyo producto no crecerá este año más que un dos por ciento, veremos también que una disminución en los costos de las gasolinas de menos de un ocho por ciento tampoco será relevante para estimular otros gastos o inversiones.
Si tomamos en cuenta el actual tablero político mundial, en el que no pocos observadores recuerdan la Guerra Fría, el petróleo vuelve a destacar como la materia de disputa. Pero no sólo el crudo, sino el poder que significa tener su control.
La afirmación de una Arabia Saudita produciendo petróleo a destajo por iniciativa propia para competir contra el mundo y contra el fracking de Estados Unidos parece limitada. Es necesario incorporar otros elementos. Analistas menos convencionales estiman que el aumento de la producción de Arabia, tradicional aliado de Estados Unidos, es en connivencia con la Casa Blanca para bajar los precios internacionales y complicar las economías de los grandes productores menos dóciles, como Venezuela, Irán y, en especial, Rusia. Venezuela ha preparado un presupuesto para 2015 con un barril de 60 dólares, en tanto Rusia con uno de cien dólares. Si el crudo mantiene la tendencia de caída libre, estas y otras economías productoras tendrían que reestructurar algunos programas.
EL PODER DE LOS
PETRODOLARES
La tesis que no aparece en los medios de comunicación tradicionales apunta a la estrategia estadounidense para asegurar su control económico. Concretamente, mantener el dólar como la moneda (petrodólares) para las transacciones petroleras. Sostener al dólar ante su caída, ante el enorme déficit fiscal y mediante la extracción de petróleo por fracking sin importar sus mayores costos. Hay una estrategia global y a más largo plazo.
Estados Unidos busca mantener el poder y para ello requiere del crudo saudí y de la permanencia del dólar como la divisa petrolera mundial. Con estas dos piezas puede comenzar a presionar, y, de paso, por qué no también desestabilizar a los productores más rebeldes como Ecuador, Venezuela, Irán y Rusia.
Nadie ha podido reemplazar a los petrodólares. Fue uno de los sueños de Hugo Chávez, pero faltó tiempo. Los iraníes, Gadafi y Sadam intentaron reemplazar al dólar por euros. Estos dos últimos fueron borrados del mapa por las fuerzas del Pentágono. Las sanciones que el gobierno de Obama aplicó a Irán por el desarrollo de la industria nuclear tenía, según analistas, un doble discurso: en el fondo buscó evitar que la Unión Europea comprara en euros el petróleo iraní.
En estos días el dólar, tras haber pasado por largos meses de devaluación, se ha fortalecido. No por una recuperación de la economía estadounidense, como quieren difundir algunos neoliberales, sino por el fin de las emisiones de dinero pero, principalmente, por la abundancia de crudo barato. De forma muy artificial esta imbricada estrategia ha fortalecido al billete verde.
Lo que vemos hoy son tensiones bélicas evidentes como expresiones de estos acomodos en los grandes escenarios geopolíticos. Estados Unidos se niega a pasar a un segundo o tercer plano y está haciendo lo posible por mantener su hegemonía. Pero las presiones y los intentos desestabilizadores de sus adversarios pueden terminar desatando olas de mayor violencia a la presente.
Estamos dejando atrás la idea de un mundo unipolar controlado por Estados Unidos. Porque además de China han surgido otros y poderosos actores. Vladimir Putin se acerca al líder chino Xi Jinping, en tanto China se aproxima a los países de Asia Menor y de Oriente Medio. La relación de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) está mejor que nunca.
Estados Unidos en su obsesión imperial ha logrado despertar a Rusia y conseguir este acercamiento histórico con China. En Oriente Medio, que ya es un explosión en curso, la aparente tranquilidad de Arabia Saudita podría tener el tiempo contado.
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 818, 28 de noviembre, 2014