Y me preocupa que no tengamos conciencia de ello.
Los Chicago Boys fueron cómplices de una dictadura para impedir el comunismo y entusiastas participaron en el diseño de esta sociedad. Lo siguen estando, porque no les importa nuestro futuro cuando se acaben los recursos naturales no renovables, ni en el impacto que significa que las fuentes de trabajo continúen disminuyendo aceleradamente, sea por la externalización de la manufactura al Asia o por la industria digital que cada vez reemplaza más al ser humano. Un estudio reciente de la Universidad de Oxford, sobre 702 ocupaciones analizadas por el Departamento del Trabajo de EE.UU., estima que la mitad de estas, está en alto riesgo de automatizarse en los próximos 10 a 20 años. Casi un millón de jóvenes en nuestro país no estudia ni trabaja y cada día el trabajo es más precario, informal y desechable, mientras los mayores de sesenta años aumentan y sus pensiones disminuyen.
Los chilenos preclaros que diseñaron esta sociedad extraña, empezando con las privatizaciones a precio vil y que todos pagamos, deberían explicarnos, especialmente a los que no nos llega el chorreo, cual es la utopía, como es la sociedad que imaginaron construir y cuál es su idea de sustentabilidad. Sabemos que con mucha libertad, para que pudieran fluir los capitales, pero la excesiva libertad preocupa, cuando el mismo Subsecretario del Interior de Piñera en 2011, informaba a la Cámara de Diputados que, al año, ingresan a Chile por la Frontera Norte unas 80 toneladas de coca provenientes de Perú y Bolivia, de las cuales se decomisan solo 20, que, en gran parte, no es incinerada, sino robada en la PDI. Una libertad que permite a un 2% de la población concentrar tanta riqueza, como para que un país de algo más de 17 millones de habitantes pueda tener seis o siete grupos entre los más ricos del mundo en los records de Forbes, mientras un alto porcentaje recibe bonos, extraídos de impuestos que solo pagan los menos privilegiados, es decir el 80% de la población.
¿Y cómo seguimos? ¿Seguimos creando empleos en la industria de la entretención? ¿Generando ingresos en los diferentes tipos de tráficos que un Estado pequeño no puede controlar? ¿Esperamos solo que los no viables desaparezcan? ¿Legalizamos la prostitución infantil? ¿Matamos a los jubilados, pobres, enfermos, discapacitados o con capacidades diferentes? Bueno, parte de ello ya está a cargo de la industria farmacéutica.
El modelo ha sido aceptado por los sucesivos gobernantes. Nunca ha habido discusión, ni difusión sobre sus problemas estructurales. Sólo se han aumentado los bonos y las ayudas a los más pobres, pero el resto se ha legitimado. Se ha mantenido una férrea disciplina fiscal, con un Estado cada vez menos fiscalizador y flexible hacia la inversión privada. La tesis de que gane el más fuerte y viable es un consenso en nuestro país e incluso el Banco del Estado se jacta de ello. Los perdonazos del SII son memorables.
Por otra parte, ni los marxistas más ortodoxos ya hablan de la lucha armada como único camino para cambiar la sociedad. Nadie dice que la violencia es la partera de la vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva. Ni los sectores más radicales de izquierda, hablan de la dictadura del proletariado, aunque esta hubiese sido la dictadura de la mayoría sobre la minoría. Al parecer, la democracia sin apellidos ha encontrado su lugar y, felizmente, porque provoca más de un estremecimiento el escuchar los insultos diarios al Congreso, que, sin querer, se unen al electorado pro facista europeo que crece sistemáticamente.
Los sectores pro comunistas no dicen una sola palabra sobre China, pese a que es muy raro que un grupo de chinos aparezca entre los records de Forbes con Luksic, Matte, Paulmann, Saieh y Solari. La mayoría expertos en retail y supermercados con los que han inundado América Latina. Hasta Ricky Martin le canta al aniversario de Falabella en el Canal Universal. En China comunista, los más ricos del mundo deben pertenecer al PC, como Zong Qinghon, el más rico del país, con una fortuna de US$10 mil millones. El PC chileno no lo analiza, ni tampoco el traslado de la manufactura mundial a sus talleres, a sus Zonas de Procesamiento de las Exportaciones, donde el capital internacional no paga impuestos, cuenta con mano de obra casi esclava y un control rígido de parte del Estado Chino. China le hace el trabajo sucio al Primer Mundo.
En los años 60 creíamos que una parte del mundo, incluida China, estaba construyendo una sociedad sin clases, la única que podía producir un hombre nuevo. Cuando parte de esa nueva sociedad no pudo mantenerse y colapsó, no encontramos en ninguna parte los hombres nuevos que estaba creando. Sólo nos llegan los detalles de las acciones de la mafia rusa, ucraniana o georgiana. Sobre Corea del Norte, vemos con sorpresa los saludos de Guillermo Tellier a Kim Jong Un por la muerte Kim Jong Il. No sabemos nada del último espécimen de la dinastía que un día desaparece, otro día manda a matar a su tío y al día siguiente declara el comienzo de la guerra nuclear. Conocemos al “sol que ilumina sus corazones”, la doctrina suche que, con su militarismo, nacionalismo y culto a la personalidad nada tiene que ver con los sueños que impulsaron en los años 60 a millones de jóvenes en el mundo occidental a dar su vida por crear un hombre nuevo.
Ni moros ni cristianos se pronuncian sobre todo esto. Ni al calor de la reforma educacional discuten que da lo mismo lo que los jóvenes estudien, porque solo un pequeño porcentaje tendrá a su cargo las tareas de alto nivel tecnológico y el resto será desechable y polifuncional. Nada sobre que vivimos de la extracción avasalladora de nuestros recursos no renovables que crean muy poco trabajo, sólo basura tóxica y tierra arrasada. Pero lo peor es que ninguno tenemos un modelo de sociedad al que aspiramos llegar.
Todos carecemos de un sueño posible. No cabe duda, es imprescindible que nos sentemos a conversar.
ALICIA GARIAZZO
Directora de CONADECUS