Cuando la Democracia Cristiana era un partido ideológico y, además, dueño del gobierno el partido principal en el parlamento, los Consejos y las Juntas Nacionales se caracterizaban por un profundo debate ideológico: se trataba de definir, entre otros temas, una política alianzas por la había que pronunciarse entre un camino propio o la Unidad Popular. Quizás, la Junta Nacional más dramática, que tuvo lugar en Peñaflor, en que el Presidente de la república, Eduardo Frei Montalva, se jugó a muerte por derrocar a la directiva rebelde tercerista, Junta que marcó el inicio del quiebre de la Democracia Cristiana con la fundación del partido MAPU.
Si nos remontamos más lejos en el tiempo, el Congreso de los Peluqueros, en la época de la Falange, la lucha ideológica fue bastante cruda: había que decidir entre aliarse con el Partido Conservador – en esa época, socialcristiano, Eduardo Cruz-Coke – o formar parte de una combinación con el Partido Comunista – que postulaba a la presidencia al radical Gabriel González Videla.
El Consejo extraordinario actual, convocado por Ignacio Walker no tiene ningún punto de comparación con los dos ejemplos reseñados anteriormente, pues la Democracia Cristiana, dirigida por la mafia Walker-Martínez no se caracteriza por el debate ideológico, sino más bien en tratar de lograr que este Partido recupere su hegemonía, que supo mantener cuando dominaba como eje socialista-democratacristiano. La Concertación, aunque dio paso a dos presidentes socialistas – Ricardo Lagos y Michelle Bachelet – le fue muy favorable a la Democracia Cristina, pues tenía los ministerios principales y, sobre todo, la gerencia de la mayoría de las empresas del Estado, hecho que agregaba al poder político, el económico.
Si establecemos la diferencia weberiana entre un partido ideológico y otro de patronazgo, el partido democratacristiano cumple, a cabalidad, las características de la segunda categorización: se trata de apropiarse de las distintas posiciones de poder dentro del Estado, dejando de lado la hegemonía ideológica.
El partido de los Walker-Martínez está incómodo en una combinación política que, según ellos, son maltratados cotidianamente por la izquierda. Si revisamos las declaraciones recientes de los dirigentes de este Partido, es fácil dilucidar que están repitiendo, caso a la letra, ideas de la derecha política – como la campaña del terror de que se van a cerrar colegios subvencionados -. En su afán de diferenciarse de la izquierda, el ala derecha de la Democracia Cristiana pretende convertirse en adalid y defensora de las capas medias – vale la pena preguntarse quién las pone en peligro que, según el discurso de la Alianza, no es más que la reforma educacional -.
En la Democracia Cristiana, el discurso del camino propio, la idea de diferenciarse de la izquierda, se convertido en el “alibi” para disimular el deseo más recóndito de aliarse con la derecha – así ocurrió, históricamente, cuando en 1970, se prefirió el camino propio, que claramente aliarse con la derecha, o bien, postular un candidato del freísmo, como fue en ese caso, Edmundo Pérez Zujovic -.
En la actualidad, Los Walker-Martínez no se atreven a abandonar la combinación Nueva Mayoría: 1) por la mala experiencia de la CODE (Confederación Democrática), que terminó en el golpe militar y el predominio de la derecha durante los diecisiete años de la dictadura; 2) porque la derecha, hoy por hoy, no tiene peso político ni electoral alguno – la Democracia Cristiana sería una cabeza de ratón, pero sin dientes -; 3) un partido de patronazgo sólo puede subsistir en el gobierno; 4) en la lucha de masas, la derecha se ha demostrado más hábil que la Democracia Cristiana – no en vano, los primeros fueron “a la escuela de Lenin -.
El Consejo extraordinario de la DC, a realizarse el lunes 3 de noviembre, sólo va a ser una pataleta de adolescente en busca de su identidad que, tal vez, va a terminar con una reafirmación de los postulados que diferencian a la Democracia Cristiana de la izquierda – pero que no son tales – y, como buenos apitutados, terminarán entonando loas a la Presidenta y a su programa de gobierno.
Rafael Luis Gumucio Rivas
02/11/2014