No nos sigamos engañando. Es cierto que en Chile no hay restricciones legales, administrativas ni judiciales para los medios de comunicación. Pero también es cierto que Chile es el país americano –con la excepción de Cuba- con menor pluralidad informativa, particularmente en lo referido a canales de TV y diarios. Todos ellos se identifican en la práctica con el modelo neoliberal vigente, producto de ser propiedad de grandes grupos económicos; de una universidad conservadora (UCV); o de –siendo propiedad del Estado- ser regido por un directorio binominal que lo neutraliza (TVN).
De este modo, la línea editorial de todos ellos hace de las noticias de las que informa; de las personas que entrevista; y de los temas que selecciona para el debate, vehículos de sofisticada desinformación y censura. Así, solo tiene cabida en ellos lo que fortalece la preservación del establishment. O para ser más exactos, “casi”, de tal manera que la máxima efectividad del sistema la da su apariencia de no ser un sistema absolutamente monolítico. De entrevistar, muy de vez en cuando, un crítico del sistema. De mostrar hechos que pueden ser negativos para aquel –como la delincuencia o manifestaciones de protesta- pero presentándolos hábilmente desde una perspectiva que refuerza la ausencia de cuestionamientos globales. Y de efectuar algunos debates con temas álgidos, pero con conductores y participantes funcionales a la preservación básica del statu-quo.
La sofisticación del reinado de la apariencia sobre la realidad la podemos ver ilustrada en el siguiente ejemplo. Dado que a fines de los “veinte años” de la Concertación eran ya decenas los documentales chilenos de mirada crítica autocensurados por TVN; el Programa de Libertad de Expresión de Periodismo de la Universidad de Chile inició una campaña para presionar a Televisión Nacional para abrir sus pantallas. Nos estamos refiriendo a obras referidas a derechos humanos, situación de los mapuches, medio ambiente, discriminación contra la mujer, etc. A documentales de Patricio Guzmán, Ignacio Agüero, Patricio Henríquez, Carmen Castillo, Carmen Luz Parot, Marcela Said, etc. A obras como “La batalla de Chile” o “El caso Pinochet” que han sido profusamente premiadas y exhibidas en canales de todo el mundo… menos en nuestro país.
¿Qué hizo TVN bajo la dirección de Daniel Fernández y lo ha continuado haciendo hasta el día de hoy? Introdujo la exhibición de la generalidad de esos documentales en una franja horaria de los sábados a altas horas de la noche y sin siquiera promoción previa… De este modo, ha podido decir que dichos documentales no los sigue autocensurando; pero preocupándose de que siempre sea una mínima cantidad de televidentes los que tengan real acceso a sus contenidos…
Lo que tampoco queremos percibir es que esta uniformidad se ha conseguido gracias a la labor complementaria de la dictadura y la Concertación. Lo que hizo la dictadura en este plano (como en todos los planos) está más que claro. Lo que hizo la Concertación está todavía muy oscuro. Pero el hecho es que todos los medios escritos afines a la Concertación, que difícilmente surgieron como opositores a la dictadura, ¡desaparecieron en la década de los 90! Así, uno a uno, los diarios Fortín Mapocho y La Epoca; y las revistas
Análisis, Apsi, Hoy y Página Abierta dejaron de existir. Algunos buscaron culpar al “mercado” de ello; sin embargo, numerosas denuncias –todavía poco conocidas- permiten explicar aquello por sistemáticas políticas llevadas a cabo por los gobiernos concertacionistas.
De este modo, los Premios Nacionales de Periodismo Juan Pablo Cárdenas, Patricia Verdugo y Faride Zerán –entre muchos otros periodistas- han denunciado que dichos medios fueron víctimas de bloqueos, efectuados por el gobierno de Aylwin, de millonarios apoyos ofrecidos por Holanda; de la discriminación sistemática del avisaje estatal a favor del duopolio; y de compras de ellos por altos personeros de la Concertación para luego cerrarlos, como fue el caso de Análisis.
Por otro lado, durante la década de los 90 el liderazgo de la Concertación ¡se deshizo de dos canales de televisión que perfectamente pudieron haber promovido la democratización del país, si hubiesen acogido debates plurales sobre la obra de la dictadura! Se trata de TVN, que era un canal gubernamental y que fue voluntariamente “neutralizado” por el gobierno de Aylwin a través de una ley que le concedió a la derecha un virtual poder de veto sobre su funcionamiento. Y del canal de la Universidad de Chile que fue privatizado en la primera mitad de los 90.
Para qué hablamos de las políticas de los sucesivos gobiernos concertacionistas contra la devolución del diario Clarín a su legítimo dueño (Víctor Pey); de acuerdo a lo que estipuló el Consejo de Defensa del Estado (1975) y el tribunal del Banco Mundial (2008 y 2012). En lugar de ello ¡el gobierno de Lagos –por sí y ante sí- procedió a darles el equivalente de 9 millones de dólares a otras personas que no acreditaron judicialmente títulos para tal efecto! ¡Y el primer gobierno de Bachelet reclamó la nulidad del fallo de 2008 del Banco Mundial a favor de Pey; lo que el Estado chileno perdió en 2012!¡Pese a ello, tanto Piñera como la Concertación -respaldados en su virtual monopolio comunicacional- han “informado” al país que Pey finalmente perdió!¡Y ahora que el Banco Mundial está por fijar el monto que deberá cancelar el Estado chileno a Pey, el nuevo gobierno de Bachelet no ha dado ninguna señal de querer negociar extrajudicialmente el monto de la indemnización!
¿Cómo se explican estas políticas, aparentemente demenciales y suicidas? La clara respuesta –nunca desmentida- la dio el principal ideólogo de la “transición”, Edgardo Boeninger, en un libro que escribió en 1997 (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad; Edit. Andrés Bello). En él, reveló que el liderazgo de la Concertación experimentó a fines de los 80 una “convergencia” con el pensamiento económico de la derecha, la que “políticamente no estaba en condiciones de reconocer”. En este contexto, los medios de comunicación afines a las históricas posiciones de la Concertación iban obviamente a convertirse –a la corta o a la larga- en los peores críticos del viraje neoliberal del conglomerado. Por lo tanto, se entienden perfectamente aquellas políticas “autodestructivas”…