Diciembre 26, 2024

La realidad según Michelle

Si la que la expone es la presidenta Bachelet, la realidad será lo que lee en sus tarjetitas nemotécnicas en donde todo reluce de una forma que por lo menos deja perplejas a las personas que, en los hechos, han visto u oído otra cosa. Promesas incluidas.

 

 

Sucedió hace muy pocos días a propósito de la agitación que produjo un sospechoso de haber contraído el virus Ébola y que fue ingresado al Hospital Barros Luco.

 

Lo que se vio en la tele: desesperación de familiares, descontrol de los empleados, desinformación de todos, ausencia completa de protocolos, equipos que no servían para nada, fue explicado en la habitual forma en que la presidenta dice sus cosas: leyendo sus tarjetitas como si estuviera improvisando: todo funcionó según los protocoles definidos para esos casos.

 

Que luego los empleados del mismo hospital hayan dicho a quien quiso escuchar que ahí no había ni protocolos, ni equipos adecuados, ni nada que se le parezca, ya no vale la pena. Lo importante es que la presidenta dijo que sí los había y eso es lo que importa.

 

El tamiz por el cual accede a la realidad parece mostrarle a la presidenta una visión ideal que si coincide o no con lo que ven la persona de carne y hueso, es ya dominio de la interpretación y para eso su alta magistratura no está disponible.

 

Como sabemos todos, la institución de la impunidad, orín que lo corroe todo, permite que cualquiera que tenga un poquito de poder, tiene el derecho de hacer lo que le salga de las gónadas en el convencimiento más profundo que jamás tendrá ni la más mínima punición si lo que dice obedece a alguna de las formas en que se puede decir una mentira.

 

Quizás sea porque el poder genera funciones que los no poderosos no pueden tener por alguna razón relacionada con la genética del perdedor consuetudinario: un especie de tercer ojo que permite acceder a un universo que está más allá de lo que permite el rango cromático visible o accesible para el sujeto común: una metafísica presidencial inaccesible para la gleba.

 

Hay casos notables, tanto como vigentes y cercanos.

 

Cuando la presidenta enfrenta los graves sucesos que a diario ocurren en el territorio mapuche, su versión de las cosas le indica que se trata de eventos cuyas soluciones son de una pragmática que limita con mandar tanquetas, tropas, infiltrados y muchas balas.

 

Y allí, donde debiera verse expresada una fina y sensible convicción de mujer socialista, respecto de que un tema tan profundo y complejo no tiene sino soluciones políticas, opta por la brutalidad de la ocupación militar. Obvio, con sus respectivos fundamentos y respaldos legales tanto como éticos…

 

Otra. La energía sucia que alimentará a las depredadoras faenas mineras que se llevan las riquezas de todos los chilenos para el extranjero, son, en el encanto de sus tarjetitas ayuda memoria, costos necesarios, aunque mínimos, que debe pagar el país para su desarrollo, tomando eso sí, las medidas de mitigación necesarias….

 

Para la presidenta, las exigencias nunca atendidas de los familiares de las víctimas de la dictadura, asesinados, desaparecidos y torturados, relacionadas con justicia, verdad y reparación, también sufre severas alteraciones al momento de llegar a su particular comprensión.

 

Su empatía ante el caso se limita con poner una cara propia de la contrición que parte el alma. De lo que importa, nada.

 

Al revisar su particular visión de las cosas en lo que se refiere a reformas y gestiones gubernamentales, se repite con una sospechosa conducta fractal, la misma situación.

 

Las anunciadas reformas que apuntarían a hacer de este país uno más justo y equitativo, terminan siendo casi todo lo contrario.

 

La reforma educacional alardeada como la que releve, ponga en relieve, un sistema de educación no mercantil, termina siendo una que releva, reemplaza, las propuestas esgrimidas por los estudiantes y algunos trabajadores.

 

Reformas laborales, en la lectura bacheletana, no significan mejor trato, respeto o condiciones humanas para los trabajadores, sino mayores oportunidades para que los ya demasiado ricos, lo sean aun más.

 

Y el abarrotamiento cancroide de las ciudades no pasa de ser un leve efecto colateral pero manejable del crecimiento necesario, externalidades que serán abordadas por las autoridades competentes….

 

En fin.

 

La realidad tiene sus horas contadas. Y los que insistan en creer que más allá de la óptica presidencial hay mucho más país, gente, niños, latidos, memoria, urgencias, dolores y mucho miedo, que vayan tomando nota de esas ilusiones.

 

Porque por mucho tiempo más las realidades creadas y criadas en una y otra orilla, no se encontrarán muy fácilmente. 

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