Si bien, durante el parlamentarismo hubo muchos robos, nada comparable con lo realizado por el tirano y ladrón Augusto José Ramón Pinochet – Daniel López, alias para sus negocios sucios – y sus socios y cómplices de la derecha, tanto civiles como militares, que se enriquecieron con el dinero del Estado – muchos de ellos abandonaron a su patrón cuando estuvo en la mala -. Baste la larga cita de casos escandalosos en la dictadura y en la post dictadura para reafirmar este aserto.
Veamos algunos casos: 1) de 1973 a 1977, la dictadura redujo la administración pública a la mitad de los funcionarios – la mayoría de ellos fueron exonerados por el solo hecho de estar en desacuerdo con dictador -; 2) las leyes de amarre, acordadas por Pinochet antes de la asunción de Patricio Aylwin al poder, por las cuales obligó al fisco a indemnizar a los funcionarios de la dictadura militar por millones de dólares y mantuvo a la mayoría de los funcionarios en la planta del gobierno – muchos de ellos están hasta hoy -; 3) los sobresueldos pagados a altos funcionarios de la dictadura – después fueron ratificados por los gobiernos de la Concertación, que profundizaron y continuaron esta política neoliberal -; los sobresueldos consistían en la práctica de entregar un sobre con dinero en efectivo, que duplicaba o triplicaba el sueldo de los altos funcionarios de la administración pública; 4) las privatizaciones de empresas del Estado, que luego eran compradas a precio irrisorio por parientes y funcionarios del régimen – caso emblemático, el de Julio Ponce Lerou, que siendo un suche de CORFO, se convirtió en uno de los millonarios más prósperos de Chile, y que aún apela ante una sentencia de SVS, que le impuso una multa de 70 millones de dólares, por el caso Cascadas -; en 2005, una comisión de la Cámara de Diputados concluyó, en su informe, que las privatizaciones le costaron al fisco más de seis mil millones de dólares, entre los años 1978-1990.
Durante el período de la llamada transición de la dictadura a la democracia, Augusto Pinochet y familia y sus cómplices siguieron robando empleando las más variadas formas: en primer lugar, el famoso caso Pinochet, en que su hijo mayor, del mismo nombre, estuvo implicado, como protagonista en una estafa a Famae, por tres millones de dólares, que Pinochet pretendió esconder para salvar a su hijo; una comisión de la Cámara de Diputados comprobó el ilícito, pero el tibio y neoliberal Presidente de entonces invocó la ridícula “razón de Estado” para que el Consejo de Defensa del Estado se desistiera de continuar la causa, pues Pinochet amenazaba con sublevaciones militares.
El caso Riggs se agrega a la lista de ilícitos: un informe del Subcomité permanente de investigaciones del Senado de los Estados Unidos había descubierto cuentas privadas de Pinochet en el famoso Banco Riggs, que ascendía a varios millones de dólares, descubrimiento que fue posible, paradójicamente, por la aplicación del “Acta Patriótica”, dictada por George W. Bush, destinada a descubrir los fondos para financiar el terrorismo. En la investigación preliminar se detectaron 125 cuentas, una fortuna estimada en 27 millones de dólares. El valiente juez Carlos Cerda, que estuvo a cargo de la investigación, dictó órdenes de allanamiento y detención de los miembros de la familia Pinochet, incluso el mismo dictador.
El tráfico de armas entre Famae y Croacia y, además, el contrabando de pertrechos de guerra, sumado a la privatización de la educación superior y su respectivo lucro, abusos todos estos que favorecieron a militares y civiles proclives a la dictadura, forman parte del saqueo de esta ignominiosa dictadura, que nos mantuvo sumidos en la impunidad por más de 17 años y, peor aún, en democracia continúan ejerciendo un poder que impiden los cambios.
Desgraciadamente, la Concertación no fue más que la continuación de la dictadura y aprendieron muy bien la lección de cómo estafar al fisco, con la sola diferencia de que en democracia puede haber un tipo de control por parte de los ciudadanos que, cada día, están menos dispuestos a que los pillos de la casta político-militar sigan metiendo la mano a sus bolsillos.
(Continuará con los negocios y la política en la post dictadura).
Rafael Luis Gumucio Rivas
29/09/2014