Me da risa para no llorar cuando las agencias internacionales califican a Chile como uno de los países más probos de América – la única posibilidad es que las élites de los demás países del área sean más deshonestas que las chilenas -. Si recordamos los hechos históricos, siempre las castas políticas chilenas no han sido un dechado de transparencia, por el contrario, han mostrado un alto grado de corrupción: durante el régimen parlamentario los diputados eran dueños de bancos, de haciendas y abogados de salitreras y, por consiguiente, “su deber” se centraba en servir bien a sus benefactores.
La corrupción llegó al más alto grado con la irrupción del dictador Augusto Pinochet y sus beneficiados socios de la derecha, que compraron a precio de huevo las empresas estatales – el “héroe” emblemático fue el yerno de Pinochet, Julio Ponce Lerou – La Concertación siguió la misma senda trazada por el tirano, profundizando y sistematizando el robo permanente – CODELCO, sobresueldos…-.
Todos los días, en este bendito país, explota un escándalo, pues la casta de “emprendedores” no puede ser más corrupta, y piensan que el lucro, en cualquiera de sus manifestaciones, debe conducir al enriquecimiento ilimitado de sus miembros, sin que el Estado tenga ningún derecho a regular el dios libre mercado.
Después del caso Chispas y Cascadas, la colusión de las farmacias y de los camiones y buses, ahora se aclara la colusión “entre pollos” – afortunadamente, odio los plumíferos, por lo que no me siento tocado, pero sí lamento el daño que hace a la mayoría de los ciudadanos que, por necesidad y, supuestamente, más barato, debe comprar pollo que según los médicos, es bueno para evitar la cardíaca.
Los organismos estatales – como cosa rara – por primera vez ahora están controlando a la mayoría de estos empresarios – que no tienen ni Dios ni ley, subiendo los precios a su antojo, sobre la base de la colusión – el tribunal de la libre competencia ya aplicó anteriormente una multa a las farmacias Ahumada, Salco Brand y Cruz Verde; hoy, la aplicará a Agrosuper, Ariztía y Don Pollo, con un monto de 60 millones de dólares, de los cuales sólo 10 millones son para pesado de Don Pollo – al que se vislumbra, “le sacarán la cresta”.
Según este nuevo fallo, los “polleros” “se coludieron acordando limitar la producción de carne de pollo ofrecida al mercado nacional y asignándose cuotas en mercado de producción y comercialización de dicho producto”.
Aun cuando en apariencia los montos de las multas son elevados, en la realidad lo que han ganado esas empresas supera, de lejos, la ganancia, producto del delito de colusión. Lo mismo ocurrió con el caso Cascadas, en que las empresas ganaron el doble del monto de la multa (150 millones de dólares), cuando la ganancia estimado asciende a más de 300 millones de dólares – aún tienen la tupé de declararse inocentes y, por lo tanto, de apelar ante los tribunales de justicia-.
Las multas a estas empresas inescrupulosas, en el Chile de hoy, no tienen ningún valor disuasivo, pues ganan más si continúan cometiendo los delitos por los cuales fueron condenados.
Desde el Centenario hasta nuestros días, hemos estado dominados por castas de pillos; el único gobierno que se exceptúa de esta corrupción generalizada fue el de Salvador Allende, cuyos funcionarios fueron salvamente torturados, y ninguno de los esbirros de Pinochet pudo probar ningún delito económico o daño al patrimonio nacional.
Rafael Luis Gumucio Rivas
26/09/2014