El guión diseñado hacia finales del año pasado por la derecha y el sector privado ha sido una profecía autocumplida. Los vaticinios de los agoreros durante el periodo electoral han comenzado a emerger cual fantasmas de décadas anteriores. La campaña del terror económico iniciada de forma paralela al proceso electoral -recordemos las advertencias sobre la caída de la inversión privada- da sus frutos no sólo como estancamiento y eventual recesión, sino como temblor político.
El debate de las reformas coincide con el peor de los escenarios para el mundo neoliberal: freno económico, menores ganancias. Y a partir de allí, el miedo económico en toda su extensión, que abarca el desempleo, la caída en el consumo y hasta la inflación. ¡Qué mejor oportunidad para el sector privado y la oposición para generar una sicosis colectiva y frenar los posibles cambios! Y a la inversa, tras las discusiones tributarias y educacional, la tormenta económica no parece ser para el gobierno un mal momento para acomodar y guardar éstas y otras reformas hasta nuevo aviso.
No sólo la economía copa toda la agenda informativa. La política también se ha vuelto económica. Durante la última semana de agosto, el gobierno anunció un presupuesto abultado para estimular los alicaídos indicadores, el que se suma a medidas más recientes como las capitalizaciones de Codelco y del BancoEstado, ambas con la finalidad de empujar con los fondos públicos una economía que mueven y disfrutan los privados. El discurso en aquellos días también cambiaba, al recoger elementos propios de los periodos recesivos de la década pasada. “Agenda pro crecimiento”, “articulación público-privada”, “convergencia político-económica” y otras expresiones que ya se habían empleado en circunstancia similares.
LOS REFLUJOS DE LA HISTORIA
Ante el torrente de noticias económicas negativas que han comenzado a inquietar de manera creciente a la población, el empresariado ha vuelto a levantarse como el gran gestor de la economía, de la creación de empleo y la capacidad de consumo. Un escenario que se ha apropiado el sector privado y en el cual el gobierno aparece como invitado. Así ha quedado demostrado en cada intervención gubernamental, las que han sido meras reacciones a una agenda pauteada por el empresariado y por los medios del duopolio.
La presidenta Bachelet se ha limitado a comentar las cifras con bastante cautela en tanto el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, ha dicho que el gobierno está para colaborar con los empresarios. “Lo que nosotros necesitamos es multiplicar los puentes público-privados desde la profundización del mercado de capitales, desde el tema de la infraestructura y las concesiones, desde el tema de la inversión pública, que facilite la inversión privada; desde el tema de los centros de emprendimientos para las pymes, desde las líneas de créditos que coloca el BancoEstado a menores tasas”, dijo Arenas. Un discurso que nos retrotrae a los años más emblemáticos de la transición y los consensos público-privados.
La agenda política de 2014 podría ser la de comienzos de la década pasada o de sus años finales. Ambos periodos, marcados por crisis económicas externas como la asiática, la argentina y la subprime, y cuyas causas se pierden en la vorágine financiera neoliberal mundial, tuvieron consecuencias y desenlaces bastante similares en la economía local. En ambos casos terminó marcando la pauta económica el sector privado. La famosa Agenda Pro Crecimiento pergeñada entre el gobierno de Ricardo Lagos y la Sofofa, es recordada hasta el día de hoy como uno de los momentos más idílicos entre un gobierno de la Concertación y el empresariado. En aquellos años, ese acuerdo trajo una oleada de nuevas desregulaciones económicas y nuevos negocios para el sector financiero y las grandes corporaciones, las que tuvieron como consecuencia una posterior reactivación de la economía con ingentes ganancias para el sector privado. De forma paralela, concesiones en áreas clave de la economía, como la circulación vehicular o el transporte público, o la profundización del mercado en la educación, fueron decisiones que han generado una crisis social y económica extendida en gran parte de la población y cuyas soluciones pasan por necesarias reformas.
LAS ESTADISTICAS DEL MIEDO
¿Cuáles son las cifras que han erigido a la economía como la gran amenaza para los próximos meses? Si se observan las estadísticas, e incluso las proyecciones, no hay nada que la economía chilena no haya sufrido durante los últimos años. De partida, la economía capitalista es cíclica, por lo que atendemos simplemente a un momento de baja. En segundo lugar, Chile tiene una de las economía más abiertas del mundo, por lo que expresa con fuerza tanto los ciclos expansivos como contractivos. Para cualquier observador atento es una realidad que desde finales de la década pasada la economía mundial, y en especial de los países más desarrollados, pasa por un periodo que ha ido desde el estancamiento a la recesión.
Durante el primer semestre la economía chilena creció poco más que un dos por ciento, en tanto las proyecciones mantienen esta tendencia hacia finales del año. Aún así, hay estimaciones que prevén para los próximos meses una contracción, la que sin embargo no sería grave. Entre las variables que los medios difunden como drama nacional están las ventas del comercio, que tras haber experimentado tasas de expansión de casi dos dígitos hace unos años, hoy avanzan entre un magro uno y dos por ciento. Más preocupante son algunos datos de producción. Según estadísticas del INE de abril pasado, la industria manufacturera ha caído en un cuatro por ciento, en tanto la minería en un rango similar. Pero pese a esta contracción, no ha habido efecto en una variable tan clave y delicada como es el empleo, que se mantiene desde hace meses más o menos estable. De hecho, los datos de junio pasado mantienen una tasa de desocupación del 6,5 por ciento.
Hay, claro está, un efecto financiero, que se ha traducido en un deterioro en el tipo de cambio, el cual aun cuando favorece a los exportadores, podría elevar los precios de productos importados con efectos graves en el poder adquisitivo de la población. Esta materia ya ha sido observada por el duopolio, la que ha merecido titulares de portada como nuevo ingrediente de la campaña del terror. Aun así, la inflación se mantiene en rangos muy similares a la de años anteriores. En junio, el IPC marcó un 0,2 por ciento en tanto, durante los primeros siete meses, es de un 2,8 por ciento.
El aumento del tipo de cambio es más un efecto de operaciones especulativas y apuestas de mediano plazo que consecuencia de una caída de los indicadores de comercio exterior. Es cierto que hay un deterioro de las grandes economías y principales socios comerciales chilenos. Pero ello no ha tenido una merma importante en las exportaciones. Durante el primer semestre de 2013 sumaron un poco más de 38 mil millones de dólares, cifra prácticamente similar a la de los seis primeros meses del año en curso.
UNA ECONOMIA DEL MONTON
Si atendemos al comportamiento económico de nuestros vecinos veremos con claridad que no se trata de un problema local, como ha querido comunicar el empresariado y la derecha al vincular las reformas con un deterioro en la economía. Hace unas semanas, la Cepal fue enfática al afirmar “que la región anotará un crecimiento inferior al del año pasado” (2,5 por ciento). Sin embargo, advirtió que “la gradual mejora de algunas de las principales economías del mundo, debería permitir un cambio de tendencia hacia fines de 2014”. La Cepal “espera que el Istmo Centroamericano más Haití y República Dominicana crezca 4,4 por ciento, mientras que América del Sur se expandirá 1,8 por ciento, aunque con una amplia diversidad entre los países”.
La disminución en el crecimiento estimado para 2014 responde a factores diferentes según el país que se analice, indica el organismo. En los casos de Argentina -cuyo PIB casi no crecerá este año- y Venezuela -que anotaría una contracción de -0,5 puntos-, los datos disponibles para los primeros meses del año reflejan el impacto de algunos desequilibrios que se venían manifestando en los últimos años. En Chile y Perú, que se expandirán tres y 4,8 respectivamente, la baja en el dinamismo económico está ligada a un menor nivel de inversión y a la desaceleración en el consumo de los hogares.
Para las grandes economías del mundo el panorama es también discontinuo. Las perspectivas para la Unión Europea son de un crecimiento bajo el dos por ciento, para Estados Unidos, de 1,7 por ciento, para Japón de una cifra similar y para China, la gran locomotora de la economía mundial y también de la chilena, de 7,4 por ciento, un poco menos que el 7,7 por ciento del año pasado.
Del mismo modo que en el mundo, en Chile tenemos un ciclo económico contractivo pero no recesivo. Se trata de un periodo a la baja, como tantos otros propios del neoliberalismo. Durante las últimas décadas hubo ciclos de contracción, como la caída del uno por ciento en 2009, los que fueron posteriormente más que recuperados. Es así que la economía chilena ha logrado más que multiplicar su producto hasta sumar más de 280 mil millones de dólares a la fecha, generando ingentes cantidades de riqueza concentrada, por cierto, en unas pocas manos.
Los ciclos contractivos han sido oportunidades para que el sector privado presione a los gobiernos ya sea por abiertos subsidios, los que van desde descuentos tributarios, incentivos en la contratación de mano de obra hasta a inversiones en infraestructura para el desarrollo productivo y blanqueo de capitales ocultos en el exterior. Lo ha hecho históricamente con más o menos éxito, aun cuando nunca con tanta insistencia como hoy y tras la crisis asiática y la llegada de Ricardo Lagos al gobierno, un “socialista” que a poco andar resultó ser el mejor aliado del sector privado.
No sólo el discurso y los viejos fantasmas observamos en estas semanas, sino también actores que se creían devorados por la historia. A fines de agosto apareció ante las elites corporativas el ex presidente Ricardo Lagos, que ratificó la fruición erótica que su nombre y presencia despierta entre el empresariado y la real esencia de su pensamiento. Lagos comprende la política como un soporte para el crecimiento, que se expresa en ganancias… del sector privado. Durante un largo discurso en un cónclave empresarial, habló como el nuevo gurú de las concesiones y las políticas públicas orientadas a reforzar los negocios privados. Desde su recuperado púlpito, le recordó al gobierno cuál es la forma de hacer las cosas. Y éstas pasan por hacerlas a gusto del sector privado.
La propuesta de Lagos es la receta tradicional de los gobiernos de la Concertación: políticas públicas para el sector privado, desregulaciones, nuevos espacios de negocios, incentivos tributarios. Un modelo cuyo buen funcionamiento ha estado acotado a las utilidades corporativas en tanto su bienestar social es retórica y espejismo. El modelo, que hoy cruje por fatiga de material por sus cuatro costados, no se recuperará, como se repetía en décadas pasadas, con más mercado. El modelo, como ha dicho el sociólogo Alberto Mayol, se ha derrumbado.
PAUL WALDER
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 812, 5 de septiembre, 2014