Aún cuando en el Chile colonial la explotación de los lavaderos de oro permitió reunir los recursos que hicieron posible la instalación de otras actividades económicas en el país durante los siglos XVII y XVIII, es a partir del siglo XIX que se dio paso a un resurgimiento de la minería como producción clave.
Es en esa época cuando surgen los trabajadores asalariados en función del desarrollo de las economías, especialmente de la actividad exportadora, adquiriendo fuerza numérica cuando comienza la transformación de los productos primarios exportables, constituyéndose, rápidamente, en un actor social.
En ese contexto, nacen las ciudades de Lota (del mapudungun; aldea pequeña) y Coronel que se harían conocidas en el resto del país como “la cuenca del carbón”, ubicadas geográficamente en la VIII región en el sector del Golfo de Arauco. Zona de frontera, primero fueron campamentos mineros que hasta que no se inicia la explotación industrial del carbón, eran lugares habitados solo por pescadores y agricultores.
A partir de 1860 pasa de una explotación artesanal a una industrial ya que en ese período se dejó de lado la utilización de los caballos para extraer el carbón desde las minas bajo el mar, incorporándose los motores a vapor para la extracción y ventilación, con líneas de ferrocarril construidas dentro y fuera de las minas, hacia los muelles portuarios.
La anexión de los grandes territorios salitreros del norte de Chile, ayudó a que a fines del siglo XIX se viviera un período de prosperidad económica que se prolongó hasta la década de 1920, pero que no logró mitigar la situación de pobreza que afectaba a parte importante de la población.
Según Alain Rouquié en su libro América latina: introducción al extremo occidente “el surgimiento del movimiento obrero es inseparable de las terribles condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera en sus comienzos”.
Según el sitio Memoria Chilena, “las primeras manifestaciones del nuevo movimiento social, surgieron en los centros mineros, puertos y ciudades, siendo los artesanos y obreros sus protagonistas y las mutuales, sus organizaciones. Luego, con la transformación de las mutuales en mancomunales o sociedades de resistencia, el surgimiento de partidos políticos obreros y la aparición de líderes sindicales, se inició una etapa caracterizada por un mayor contenido ideológico que radicalizó los postulados del movimiento.
Entre 1902 y 1908, hubo alrededor de doscientas huelgas y la falta de respuestas positivas por parte de las autoridades, provocó una escalada de movilizaciones sociales. La huelga portuaria de Valparaíso, en 1903; la huelga de la carne en Santiago en 1905 y la masacre de la escuela Santa María de Iquique en 1907, son ejemplos de las primeras acciones reivindicativas del movimiento social chileno, donde no solo participaron los obreros y los artesanos sino que también estuvieron sus mujeres e hijos. Sin embargo, lo sucedido en Iquique frenaría la ola de huelgas pero haría que el Estado incorpora la “cuestión social” como parte de sus deberes”.
Desde sus inicios los mineros del carbón se encuentran aislados del resto de los trabajadores chilenos y eso limitó la influencia del resto del país, lo que los obligó a tener una fuerte identidad corporativista. Para Rouquié “la era de la industria, la mano de obra poco calificada que se requería da lugar a la formación de una clase obrera carente de tradición, que en su mayoría proviene del éxodo rural”.
En el documento “El pasado que nos pesa: La memoria colectiva del 11 de septiembre de 1973” de los académicos Jorge Manzi, Ellen Helsper, Soledad Ruiz, Mariane Krause y Edmundo Kronmüller”, se expresa que “una de las características de la memoria, es que es una recreación del pasado por lo que no es estable, sino que es constructiva. Lo anterior porque al recordar los hechos de la vida cotidiana la importancia de los factores sociales se intensifica, siendo muchas veces las instituciones sociales y características culturales de los grupos las que determinan de manera central las formas del recuerdo”.
En ese contexto, la memoria colectiva de los mineros combina dos cosas. La primera, es que su historia se mantiene activa en la memoria de toda la sociedad de Lota y la segunda, es que el carácter de las influencias sociales que convergen en Lota, inciden en su interpretación y evocación.
Los mineros del carbón, siempre fueron los pioneros en la búsqueda de mejoras en el trabajo, ejemplo seguido por el resto de los trabajadores chilenos. Es así, como en 1920, fueron los primeros en conquistar la jornada laboral de 8 horas.
Cuarenta años después, en 1960, durante 96 días 14 mil 200 mineros de Schwager, Lota, Colico, Trongol y Lebu decidieron luchar para lograr mejorar su vida.
A comienzos de este año, Lengua Editor publicó el libro “Pueblo de Carbón. Crónicas huelga larga 1960. Relatos mineros”, escrito en conjunto por Álvaro Muñoz Sánchez y Miguel Elizalde González, minero y testigo de la movilización minera del año 1960 y que tras 97 días, terminó abruptamente el 21 y 22 de mayo por el terremoto y maremoto que asolaron todo el sur de Chile.
El aislamiento en que quedó la zona y el boicot organizado por el gobierno para rendir a los mineros por hambre, negando toda ayuda tras el terremoto a la zona en huelga, contribuyeron a esta decisión.
Todo comenzó el año 59 cuando Jorge Alessandri gobernaba y decía que “para salir del desarrollo solo se necesitaba una buena administración”. Ese año, se les ofrece a todos los trabajadores chilenos un aumento salarial de un 10% que le sería descontado del aumento del año siguiente a pesar que se estimaba que la inflación llegaría a un 21,2%. Los mineros no aceptaron y presentaron un pliego único de peticiones en el cual se incluía que la jornada de 8 horas comenzara desde que bajaban al interior de la mina y recibían su lámpara de trabajo, hasta el momento en que la entregaban, antes de ser subidos a la jaula de la cabria (ascensor). Los mineros exigían además la instalación de duchas para bañarse tras el trabajo y no cargar por las calles el polvo sucio de las minas.
Varios fueron los hechos que marcaron este movimiento. 227 ollas comunes; la adopción de los 2. 163 niños de los cuales 1.950 se quedaran en Santiago; en Valparaíso y San Antonio 153 y en Polpaico 78. Otro hito importante fue la marcha de 35 mil mineros a Concepción, que partió al amanecer del 12 de mayo donde caminaron los 40 kilómetros que unen Lota con la capital regional.
A pesar de que la huelga se perdió, la gesta de los mineros quedó en la retina de la sociedad, ya que una vez reemplazado del gobierno de Jorge Alessandri, se promulgara la ley de Lámpara con votos a favor de la izquierda y un amplio sector de la democracia cristiana encabezada por el senador Alberto Jerez.
Para los mineros, sus recuerdos son algo más que una mera abstracción. Constituyen, lo que Piere Nora llamaba los “lugares de memoria” de los mineros porque son elementos que condensan y simbolizan los acontecimientos y su propia experiencia vivida y que son parte de una fuerte identidad colectiva regional.