Moscú.- Al realizar una visita oficial a Kiev, que se interpreta como gesto de respaldo al gobierno de Petro Poroshenko, la canciller federal de Alemania, Angela Merkel, abogó este sábado por que se establezca cuanto antes un alto el fuego en el este de Ucrania, donde continúa la ofensiva del ejército contra los separatistas y la población sufre cada vez más los horrores de la guerra.
Ofreció también 500 millones de euros, como contribución de Alemania, para reconstruir edificios e infraestructuras en las regiones orientales más afectadas por los combates.
La lideresa alemana defendió hoy –justo el día que se cumple el 75 aniversario del vergonzoso pacto Molotov-Ribbentrop, fecha en la que en muchos países de Europa se rinde homenaje a las víctimas del nazismo y del estalinismo– la integridad territorial de Ucrania y señaló que Alemania, tras sacar las debidas enseñanzas de su historia, no permitirá una nueva división en Europa.
En ese sentido, reiteró la urgencia de detener las hostilidades en el este de Ucrania, pero precisó, en conferencia de prensa, que no habrá tregua si no se dan dos condiciones: que se logre consenso entre Ucrania y Rusia y que se refuerce el control sobre la frontera entre ambos países.
La reunión tripartita
Es imposible alcanzar la paz de manera individual. Se requiere el acuerdo de las dos partes. Confío en que resulten exitosas las negociaciones con Rusia, afirmó Merkel al referirse a la reunión tripartita –Ucrania, Unión Europea y Unión Aduanera (espacio económico común de Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, que impulsa el Kremlin como modelo abierto a la incorporación de otros países ex sovéticos)– que tendrá lugar la semana entrante en Minsk.
Dentro de tres días, al margen de la reunión ampliada, podría llevarse a cabo un encuentro bilateral entre los mandatarios de Ucrania y Rusia, ocasión que para Merkel debe servir para dar aunque sea un paso hacia la paz.
La visita de Merkel coincidió con el más reciente episodio de tensión entre los dos vecinos eslavos, relacionado esta vez con el convoy de ayuda humanitaria rusa, que propició ayer una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas.
Para Ucrania, que no había autorizado la entrada de los vehículos, Rusia violó su soberanía e invadió su territorio. Moscú, en cambio, reviró que Kiev ponía obstáculos artificiales para demorar el reparto de la ayuda y que los guardafronteras y aduaneros ucranios pudieron revisar la carga durante una semana.
Ni siquiera se ponen de acuerdo acerca de cuántos camiones entraron y cuántos salieron; sólo coinciden en que, tras permanecer un día en una zona controlada por los separatistas, todos –264, dice el gobierno ruso; 184, según el gobierno ucranio; 220, contó una agencia noticiosa– regresaron hoy mismo a Rusia.
Pero Ucrania, ahora, asegura que Rusia no permitió que se revisaran los vehículos en la frontera y que la ayuda humanitaria sólo fue un pretexto para sacar componentes secretos para una estación de radares rusa que se fabricaron en una empresa de Lugansk, en palabras de Andrei Lysenko, vocero del Consejo de Seguridad Nacional de Ucrania.
Rusia lo desmiente de modo categórico. Todos los camiones fueron revisados por guardafronteras y aduaneros de los dos países. Nadie tuvo ninguna queja y ambas partes confirmaron que los vehículos regresaron vacíos, afirmó Eduard Chizhikov, viceministro ruso de Situaciones de Emergencia.
Publicado en La Jornada