Con el título “Presidente Obama: ¿cuál es su sueño?”, publicado en Clarín el 13 de mayo de 2011 (apenas dos años de haber asumido), comparaba su actuación como Presidente de los Estados Unidos de América, con la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos que había emprendido el asesinado Martin Luther King. Obviamente el señor Obama no salía muy bien parado de aquel parangón.
Y bueno, ¿qué se podría decir ahora, cuando ha anunciado más sanciones contra Rusia, debido a la supuesta ayuda militar que estaría prestando ese país a los separatistas pro rusos del este de Ukrania? Entonces, ¿qué sanciones tendrían que imponerle los países que no están alineados con su sicosis de guerra a los Estados Unidos, por la inmoral ayuda militar y apoyo financiero que le brinda al régimen genocida de Israel, mismo que lleva a cabo una masacre contra el pueblo palestino en que la mayoría de las víctimas son civiles y especialmente niños?
Pero esta historia no es nueva para los gobiernos de los Estados Unidos. Esta actitud imperialista ha sido denunciada por el destacado lingüista y filósofo norteamericano Noam Chomsky catalogando a su país como “el Estado más terrorista del planeta”. Y justamente, por esas casualidades del acontecer, desde hace unos meses me he dado a la tarea de ordenar, clasificar y fichar los libros de mi biblioteca, labor que había dejado de lado hace un tiempo. En este trance, al tomar un libro de uno de los anaqueles, me encuentro con un título, que a pesar de haber sido publicado el año 1981, en su edición en español, cobra una impresionante actualidad: Washington y el fascismo en el tercer mundo, de Noam Chomsky y Edward Herman, editado por Siglo XXI, México.
Al tomarlo recordé, que en aquel tiempo, me había llamado la atención, además del análisis pormenorizado de todas las intervenciones de Estados Unidos en los países del Tercer Mundo, que su primera edición había sido censurada, puesto que debió ser publicado en 1973. Me voy a permitir, paciente lector, transcribir unos párrafos de la “Nota introductoria de los autores sobre la historia de la supresión de la primera edición de este libro”:
“Una versión de este libro había sido contratada originalmente y producida como monografía por Warner Modular Publications Inc., miembro subsidiario del conglomerado de comunicaciones y entretenimientos Warner. La casa editorial había operado en forma relativamente independiente hasta el momento de la controversia sobre este documento. Los editores estaban entusiasmados con la monografía, y se comprometieron a sacarla pronto y promoverla enérgicamente. Pero justo antes de la publicación, en el otoño de 1973, funcionarios de la casa matriz se enteraron del asunto, la examinaron y se horrorizaron por el contenido ‘antipatriótico’. A Mr. William Sarnoff, alto funcionario de la casa matriz, por ejemplo, le dolió mucho nuestra afirmación de la página 7 del original, de que ‘la dirigencia de los Estados Unidos, como resultado de su posición dominante y amplios esfuerzos contrarrevolucionarios, ha sido el más importante instigador, administrador y sostenedor moral y material de grandes baños de sangre en los años siguientes a la segunda guerra mundial’. Tan adoloridos quedaron Sarnoff y sus asociados de negocios, en efecto, que estaban dispuestos a violar una obligación contractual a fin de asegurarse de que ese material no viera la luz del día”.
Por otra parte, el presidente Obama, al conocer los informes de la comisión que investigó las torturas a las que sometieron a sus propios connacionales luego del 9/11, comentó que era doloroso conocer esta situación, pero que había que entender el contexto del atentado terrorista en que se había producido.
Ahora bien, es lógico que el Presidente de los Estados Unidos de América, siga vociferando al mundo entero, de que el atentado a las Torres Gemelas fue un acto terrorista efectuado por militantes de Al’Qaeda, es su obligación. Sin embargo, ha sido comprobado fehacientemente, por los propios arquitectos e ingenieros que diseñaron las torres, y por los guardias que se encontraban en el sótano de una de las torres, que los edificios se derrumbaron, no por el choque de los aviones, sino producto de explosivos colocados en los cimientos. Tendrá que pasar algún tiempo para que algún gobierno futuro reconozca que fue un auto atentado.
Y si de auto atentados y de mentiras hablamos, Estados Unidos tiene una vasta experiencia, para tratar de justificar la intromisión militar o, lisa y llanamente, la declaración de guerra en contra de algún país. Un poco de historia dedicada al señor Obama:
1. El 15 de febrero de 1898, exactamente a las 21:40 horas, explota el acorazado Maine que se encontraba surto en el puerto de La Habana, Cuba. Mueren 264 marineros y dos oficiales que se encontraban a bordo. La prensa norteamericana de la época, manipulando groseramente la información, utilizando dibujos y entrevistas a personas imaginarias, inculpó a España del “atentado”, con el objeto de declararle la guerra y apoderarse de las colonias que todavía tenía bajo su administración: Cuba y Puerto Rico.
En 1975, el almirante norteamericano, Hyman G. Rickover, al frente de un equipo de investigadores, reunió todas los documentos e informes de las comisiones encargadas de la investigación en 1898 y las de 1912, cuando se extrajeron los restos del buque. Después de un exhaustivo análisis de todo el material recopilado, dictaminó, sin lugar a dudas, “que una fuente interior fue la causa de la explosión del Maine”. Lo que no deja de ser curioso, es que en el momento de la explosión, el capitán del navío, Charles Sigsbee y la casi totalidad de los oficiales (excepto los dos que fallecieron), se encontraban en tierra cumpliendo actividades protocolares.
2. El 7 de diciembre de 1941 se produce el ataque aéreo a la base norteamericana de Pearl Harbor por la poderosa flota de Japón incluidos sus portaviones. En aquella batalla fallecieron 103 civiles y 3478 militares estadounidenses. Durante algún tiempo se supuso que para Estados Unidos éste fue un ataque sorpresa. Sin embargo, historiadores y analistas de la época, llegaron a la conclusión que el gobierno norteamericano, con el Presidente Roosevelt a la cabeza, estaban perfectamente informados del ataque japonés, y estaban preparados para soportarlo, pues habían dejado en la base sólo los barcos más antiguos y algunos, incluso, dados de baja; los portaviones habían navegado mar adentro y no se encontraban en la base. El ataque a Pearl Harbor permitió al Presidente Roosevelt, que el Congreso le aprobara la declaración de guerra a Japón y así entrar en la Segunda Guerra Mundial.
3. El 4 de agosto de 1964 en el golfo de Tonkin, mar de China, en aguas territoriales de Vietnam del Norte, el destructor norteamericano Maddox es, supuestamente, atacado por lanchas torpederas norvietnamitas. El 7 de agosto el Congreso estadounidense adoptaba la resolución del Golfo de Tonkin autorizando al Presidente Lyndon B. Johnson a tomar “todas las medidas necesarias para prevenir más agresiones”. Entre esas medidas, estaban, por supuesto, iniciar una guerra no declarada contra Vietnam del Norte en la que costó la vida a dos millones de vietnamitas, a 50 mil soldados norteamericanos, la destrucción y contaminación química deliberada de millones de hectáreas de bosque virgen y de campos de cultivo.
Jean Poteat, analista de la CIA explicó, tiempo después, que “nunca hubo lanzamiento de torpedos como lo habían asegurado Lyndon B. Johnson y Robert McNamara, secretario de Defensa, que habían engañado al Congreso, ocultando las operaciones secretas para provocar un ataque que nunca se produjo”.
En 1990, en una entrevista, Robert McNamara admitió que la operación del Golfo de Tonkin fue un montaje para buscar el pretexto de invasión de Vietnam.
4. El 9 se septiembre de 2001, atentado “terrorista” a las Torres Gemelas de Nueva York. Consecuencia: tortura contra los propios ciudadanos norteamericanos y la promulgación de la Ley Patriota, que permite detener, violar la propiedad privada, espionaje telefónico y de internet, etcétera, sin orden judicial; es decir, todos son sospechosos mientras no se demuestre lo contrario. Esto, por supuesto, en el “mundo libre”, para salvaguardar la democracia.
5. El 20 de marzo de 2003, las tropas de Estados Unidos en alianza con el reino Unido, Australia y otros países, invaden Irak con el pretexto de que Saddam Hussein, poseía armas de destrucción masiva. Consecuencia, más de un millón de muertos y la apropiación del petróleo por parte de las transnacionales norteamericanas.
6. Julio de 2014. Estados Unidos entrega más recursos financieros y armamento pesado al gobierno de Israel, con el pretexto de que tiene todo el derecho a defenderse de los ataques de los misiles lanzados por los terroristas de Hamas.
Este relato es sólo una síntesis, como ayuda memoria para el Presidente Barak Obama, para recordarle sólo algunas de las inmoralidades y muertes que ha cometido Estados Unidos, y que sin duda, seguirá cometiendo bajo el más vil de los pretextos.
A pesar de todo, también seguirán existiendo los gobiernos obsecuentes, que correrán a rendirle pleitesía y a solicitar directrices que los puedan guiar en el azaroso camino de la conducción del país.