Cambio de escenario. El ministro Eyzaguirre quiso dejar en claro cual era su opción política. Se terminaron los mensajes confusos, las ambigüedades y las palmaditas para agradar a las diversas audiencias. Al titular de Educación, los consejeros concertacionistas de la Nueva Mayoría lo sermonearon: es mejor no angustiar a los empresarios; hay que disminuirles la incertidumbre, mira que son muy poderosos pues desestabilizan y tienen mucha influencia en los centros de poder internacionales. No se puede gobernar, ni hacer “reformas” sin ellos en este país. Debes saberlo y dejarte de payasadas; no te hagas tu mismo el político “populista”, habla en contra de eso mejor; te pusimos ahí porque eres un tecnócrata y funcionario de alto nivel que puede hablarles en el lenguaje que ellos entienden: porque se supone que debes darles todas las garantías a los intereses del Capital y la ganancia (eso que en Chile, llaman lucro).
Como puede verse, se trata de una variante del discurso de la impotencia (no podemos), institucionalizado y transformado en cultura política de la Concertación.
“No vengo de Corea del Norte, sino que del Fondo Monetario Internacional”, les dijo Eyzaguirre a lo más granado de los empresarios reunidos en Icare el martes 29 de julio para que se calmaran y sacaran la sonrisa después de escucharle decir sus confesiones neoliberales (y así fue nomás). Estos sabían que la campaña de propaganda por ellos orquestada, juntos con sus intrigas en los barrios altos habían hecho polvo la reforma tributaria en una nítida demostración de fuerza y, que como era de prever, los concertacionistas habían recogido hilo. Era una advertencia del amplio bloque de oposición a las reformas al sistema de educación exigidas por el movimiento estudiantil.
En otras palabras, o en un segundo registro discursivo, el ministro de Educación, en aprietos de credibilidad en la clase empresarial, les dijo (interpretamos con el material de la entrevista a P. Walker, el jefe de la DC en El Mercurio del 02/08): no vengo de un régimen totalitario donde el Estado y el partido comunista coreano son un sólo instrumento de poder de la casta burocrática que oprime a su pueblo, sino que vengo del FMI, que como Uds. saben mejor que nadie, siempre beneficia a los de vuestra clase social y condición, la de los propietarios de las grandes empresas nacionales y extranjeras, ya que los tecnócratas del Fondo como yo, mi ex empleador, somos especialistas en el tipo de reformas que a la gente como ustedes le gusta; que ajusta el sistema para que funcione mejor, porque el FMI es uno de los pilares de la expansión global y neoliberal que favorece desde los setenta al gran capital y toma decisiones donde tampoco se considera al pueblo ciudadano, porque la economía capitalista, al igual que el sistema coreano (del Norte, el cuco elegido por la retórica de Eyzaguirre), tampoco funciona con democracia.
El enfoque ingenuo de la política, o como desilusionarse una y otra vez
Por supuesto, es ingenuo creer que el componente duro de la clase dominante pueda ser “sensible” a una reforma democrática como la tributaria. La oligarquía empresarial no considera que pagar tributos o ser un buen contribuyente es un deber ciudadano en una República; que en este régimen de gobierno deba existir una forma de consentimiento fiscal y que los impuestos deben ser pagados al Estado de acuerdo con las diversas formas y montos de ingresos para aproximarse a lo que son sociedades justas e igualitarias. Lo que es el ABC de la política tributaria cívica y democrática en países que otorgan salud, educación y pensiones de vejez dignas, porque los ciudadanos no creen en los cuentos de los neoliberales, ni tampoco han habido dictaduras militares.
“El impuesto constituye el principal instrumento del cual disponemos para expresar nuestras preferencias u opciones colectivas en materia de ciudadanía y de bienestar social”, dice la teoría acerca del tema. Al contrario, la opción de la clase dominante para Chile (como acabamos de tener la prueba) es que los gastos sean asumidos directamente por los ciudadanos en educación, salud y pensiones. A eso le llaman, con un desparpajo total, “libertad de elegir” (la AFP, la ISAPRE, la escuela, colegio o universidad). La chilena no es una sociedad cuya cultura lleva a compartir, sino que es una sociedad en extremo desigual resultado de la concentración de la riqueza y que baña en las “glaciales aguas del cálculo egoísta” (Marx). Y este condicionamiento es el resultado de años de dictadura y de gobiernos concertacionistas que nada hicieron para revertir la tendencia.
Bien sabemos que los ciudadanos, y sobre todo los que viven de un trabajo con salario, han sido las primeras víctimas de las medidas de compresión de salarios, recortes en programas sociales con austeridad fiscal (la regla del déficit cero) que el FMI ha aplicado en el mundo entero. En resumidas cuentas aplican el Consenso de Washington. Pregúntesele a los ciudadanos y gobiernos de todo tipo de Europa, Latinoamérica, Asia y Africa. Además, el ministro PPD, les estaba diciendo, en esa escueta frase, a los empresarios que lo escuchaban, atentos con las palmas abiertas para aplaudirlo: como Uds. saben, nosotros, los economistas de la Nueva Mayoría pertenecemos a esa corriente neoliberal (llamada también neo-clásica) que domina en nuestras universidades, por supuesto que en la Católica desde donde salieron los primeros “Chicago boys”, por ahí por los sesenta, pero también en las otras donde, en las que se nota menos.
Evidente, una reforma universitaria debe considerar el tipo de enseñanza dada en una universidad supuestamente pública. El neoliberalismo es la teoría económica clásica que se presenta como el paradigma en la resolución de los problemas de la producción y del desarrollo. Contenido y calidad de la educación van de la mano. La libertad académica debe considerar la enseñanza de teorías económicas y sociales alternativas. Sólo un movimiento estudiantil (y académico) amplio, plural, fuerte y con aliados en los otros sectores de explotados y oprimidos puede hacer valer estas consideraciones. Nada vendrá de las autoridades académicas actuales, demasiado conformistas, pro concertacionistas y con muchos privilegios.
La historia se repite, pero no de la misma manera
Este año la Confech explica poco si se considera el momento político presente. Pese a haber catalogado el espacio ofrecido por Eyzaguirre y sus asesores como un espacio “poco fructífero para la discusión” (el Plan Nacional de Participación Ciudadana para la reforma educacional), en la reunión de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) que se llevó a cabo en Arica el sábado 2 de agosto pasado. Pero sin presentar ella misma un plan de acción prolijo ni una campaña de información para revertir una clara tendencia al reflujo previsible después de las medidas de cooptación de la NM, que cabe decir, cuenta con apoyos intelectuales provenientes de la izquierda progresista y del Partido Comunista.
En la ocasión, los estudiantes decidieron evaluar su participación en dicha instancia, porque “no se cumplieron todas las garantías solicitadas”, como el retiro de la suma urgencia de los proyectos de ley.
Queda la impresión de una falta de análisis y de concreto en la agitación y propaganda de las demandas de la Confech. En relación con la gran responsabilidad que la dirección de la Confech tiene en el presente y las perspectivas futuras que se construyen en el día a día. La Confech es, en gran parte, la heredera, en términos de conducción, de las luchas pasadas que comenzaron el 2005-2006 y de todas las otras: las regionalistas, ambientalistas y de trabajadores (dispersos aún) por cambiar el modelo. Este no se ha “derrumbado” ni en la realidad, ni en las cabezas ciudadanas.
Al contrario. Es obvio que se está procediendo a ajustes en el marco del neoliberalismo, lo que era absolutamente previsible. Pese a lo anterior, cabe repetir que el triunfo de la NM confundió a sectores de la izquierda. Algunos, incluso, contra toda la experiencia histórica de la lógica de acumulación de fuerzas sociales, consideraban que había que “afinar el análisis”, para entender las tácticas que la NM iba a desarrollar con el fin de enfrentar el ascenso de la movilización social. Sin embargo, el escenario es de lo más burdo, el guión una copia y la trama y el desenlace previsibles. Nada puede esperarse de una inexistente izquierda de la Nueva Mayoría o progresismo anti DC-PS que sólo existe en la cabeza de sectores que desde hace cuarenta años repiten lo mismo. Los mismos que hoy, sin dar la lucha, esperan elegir un ME-O para que los salve.
Hoy es más que evidente que se trata de desarrollar una táctica adecuada o Plan de Movilización para enfrentar la estrategia de ajustes estructurales de la NM con cooptación de los sectores avanzados del movimiento social. Si nuevo ciclo político hay, su contenido, su sello, vino de las de luchas socio-políticas de los movimientos sociales por más democracia y contra la ley de la ganancia del capital en los espacios por él copados. Fue el triunfo ideológico del movimiento estudiantil el 2011. Mostrar el talón de Aquiles del modelo y plantear la gratuidad. La NM ha logrado contener la extensión de la consigna de gratuidad y del régimen de lo común a otros sectores. Y la única manera de no sucumbir al reflujo de las subjetividades es utilizar el viejo y buen método asambleístico. Es allí dónde se expresa la pluralidad y el juego de argumentos y de tesis. Y si de conducir se trata, es abriendo el debate acerca de si se puede o no participar en instancias gubernamentales arregladas y cocinadas, sin relación de fuerzas favorables y como corresponde. Si se le puede tener confianza a un Gobierno con estas prácticas y antecedentes y que cuenta con el apoyo explícito de un dispositivo mediático poderoso para confundir y manipular a la ciudadanía.
Conclusión: el único lenguaje que entienden los poderosos y su gobierno actual es el del conflicto social. Y la gramática es la movilización para acumular fuerzas junto con una pedagogía de la politización en y a través de la organización social autónoma y democrática de los que tienen razones de sobra para ocupar la calle. En este cuadro de cuasi derrota del reformismo burgués (de la Concertación más el PC) por su ala derecha pro neoliberal (cuya punta de lanza es la alianza de la derecha DC-PS) y de movidas de escenario (los candidatos que se alistan acentúan en la ciudadanía la sensación de impotencia de los gobiernos para concretizar cambios en un juego político de la alternancia binominal paralizante y putrefacto), es evidente que la reagrupación de la izquierda anticapitalista, antineoliberal y democrática sería un factor importante en la resolución de la crisis de alternativas políticas transformadoras. Para no seguir esperando al Mesías.