Las ofertas del gobierno, desplegadas como certezas inamovibles durante la campaña electoral, han devenido en una crisis que han puesto en ridículo a un numeroso contingente de personalidades, encargadas o relacionadas con esas reformas.
Desde el ninguneo al que fue sometido el diputado Guillermo Teillier al dejarlo fuera de la cocina, hasta los increíbles desaciertos del ministro Nicolás Eyzaguirre que ha tenido que decir que no ha dicho lo que, en efecto, sí dijo, pasando por el Intendente Huenchumilla, esa piedra en zapato que lleva a su jefe el Ministro del Interior a ser interpelado en la Cámara, y llegando al desaguisado de nombrar a un colaborador de la CNI como Embajador en Australia, para luego cometer otro más grande aún al re direccionarlo a un destino menos complicado como Singapur, el ambiente nuevamayorístico pasa por su peor momento. Todo un record hasta ahora.
La desprolijidad al momento se asumir el mando, cuando se nombraban autoridades para luego sacarlas, en un trencito que parecía no terminar, queda como un evento sin gracia frente a los desaguisados actuales.
De sus comienzos como una enorme fuerza que bullía de energía nueva, fichaje del PC por medio, que lucía los encantos de una bancada que le ponía sangre fresca al parlamento, en el cual, por fin, tenía los votos necesarios para varias de sus anunciadas reformas, la Nueva Mayoría ha declinado en una coalición desordenada, sin disciplina, llena de trampas y caza bobos, en donde se hace lo que se le venga en ganas a cualquiera, en donde hasta el más ordenado de la clase, ha debido decir que la cosa no está como se prometió.
Las miserias de la política más corrupta, encontraron en ese pegoteo hecho más por intereses económicos, que por razones trascendentes, el mejor de los caldos para cultivarse.
Queda demostrado que el proyecto Nueva Mayoría nunca fue otra cosa que una operación de gran envergadura visada, orientada, apoyada por USA y los empresarios nacionales para tomar todas las medias políticas tendientes a evitar el descalabro del modelo.
Armada sobre las cenizas tibias de la Concertación, cuya legitimidad, ética y estética habían caído a nivel de lo más bajo, la operación para remozar esos escombros partió por hacer tabla rasa de las diferencias con sus anteriores contradictores, y siguió por perderle el cariño a algunos cupos parlamentarios para repartir entre los advenedizos que colaborarían, en teoría, a bajar las broncas sociales, y terminó con considerarlos en la repartición de cargos, asesorías, ministerios y de lo que hubiera disponible.
La idea era que, con mayoría en el parlamento, con las calles tranquilas y los estudiantes bien controlados por la anestésica influencia del PC, con una CUT arrullada por el Ministerio del Trabajo y los empresarios, los cuatro años correctores y refundacionales pasarían en una calma sólo comparables a las de las noches de enero en el campo.
Pero los predictores, basados más en sus deseos que en datos objetivos y en la realidad, esa loca de remate, fallaron en estimaciones y premisas.
Y no sólo desde el punto de vista del rol que debía asumir el PC en calmar la aguas estudiantiles, de hecho la dirección lo hizo en la CUT con maestría, sino porque el interior de la coalición hubo lo que se dice fuego amigo, o azul como también se llama a al fuego que cae sobre los aliados, y que curiosamente es el color que usa como distintivo la Democracia Cristiana.
Así, poco después de haber cumplido el simbólico límite de sus cien días, plazo en los cuales había que cumplir un sinnúmero de compromisos, las cosas se complicaron y estuvieron al borde de terminar en deserciones finales.
Para evitar el reventón, el mando supremo de la Nueva Mayoría, esa concina en la que los mocitos y pinches no entran, debió asumir que había que bajar un poco el furor y asentar los sentidos a lo que la realidad, que se manda sola, indicaba.
Y por sobre todo, no se podía desdeñar lo que los poderosos indicaban que se debía corregir. Por algo pusieron sus pesitos para la reelección. No todo va a ser amistad cívica.
Y en medio de alambicas explicaciones, descripciones técnicas, cálculos personales y partidistas, sumas alzadas y presupuesto tentativos, se debió abandonar todo lo que se había ofrecido y que tan bonito se veía impreso en el papel couché de las buenas intenciones.
Y el que quiera se convence y el que quiere no: no habrá hay tales reformas históricas. No habrá cambios estructurales. No habrá modificaciones relevantes ni de fondo. Ni los podría haber.
Operaciones de desinformación y mentiras, si va a ver y profusamente. Y represión cuando la gente esté obligada a darse cuenta del engaño monumental del que fue objeto.
Veamos no más qué está pasando en el plano educacional, para hacernos una idea: todo reducido a mesas a las que ha llamado el Ministro, afirmado como está en su cartera: sólo en su orgullo de ególatra fracasado.
Pocas veces se ha visto tanta torpeza en un solo personaje. Y nunca, un Ministro al que le hayan puesto tantos comisarios, vigilantes, puntales, salvavidas, espías y guardaespaldas.
Pero con todo, y como sabe el que quiera saber, de esa majamama de iniciativas absurdas, estériles, sin sentido, no va a salir nada que no sea una decepción enorme.
Todo estará perdido.
De hecho, no hay siquiera una idea de cómo enfrentar esas ofertas electorales, que a su vez, fueron tomadas del amplio rango de exigencias sociales para el sólo efecto de alcanzar el esmirriado veinticinco por ciento de los votantes que eligió a la presidenta. Nada. De ahí no va a salir nada.
Para qué decir lo que se relaciona con el cambio en el binominal. Nada. Los pases de esgrima que han venido saliendo a luz pública indican que de cambios en un sentido democrático, que permita que efectivamente la gente se exprese sin que sus votos sean comprados, arrendados o contados de manera maulosa, no habrá nada.
Nada que no sea intentos reiterados para ganar tiempo, sabiendo como saben que si logran detener a los estudiantes, el resto será coser y cantar.
Por eso la iniciativa está del lado de los estudiantes. Los más lúcidos, se han restado al dialogar con el Ministro, en esa operación de salvataje que ha hecho para ofrecer de este mundo y del que haya. Total, sabe muy bien que una cosa es lo que diga un proyecto de ley y otra cosa muy distinta es lo que va a salir luego de su paso tenebroso por el Congreso.
La duda que queda flotando es lo que hará el movimiento estudiantil. ¿Observar cómo son parte de una operación para ganar tiempo y blanquear los proyectos de ley educacionales, espacio en que el gobierno está francamente perdido? ¿Convocarán a otra marcha?
¿Caerán en cuenta que es necesario ascender a otro tipo de movilización en conjunto con otros actores sociales: trabajadores, pobladores, pescadores, profesores, con los cuales coincidir en la necesidad de tomar el toro ya no sólo por las astas y proponer un camino político acorde con el estado de desafección de la gente con el sistema político, por la casi eternas decepciones que debe sufrir de tarde en tarde, y en el convencimiento que resulta un absurdo completo dejar las modificaciones de fondo al sistema que se exigen, en manos precisamente de quienes las hicieron y/o perfeccionaron?