Son las fiestas patrias del año 2018 y hay alegría y satisfacción por parte de la población. Chile ha salido por fin del subdesarrollo y avanza decididamente hacia el progreso y el desarrollo integral. Todo empieza a verse color de rosa. El país tiene una pujante economía con un nivel de ingreso superior a los veinte mil dólares per cápita. Este es el límite que la OCDE ha puesto como nivel mínimo para pertenecer al exclusivo grupo de países ricos y desarrollados.
En términos cualitativos, la calidad de vida de la mayoría ha mejorado sustancialmente. Los índices de violencia intrafamiliar, drogadicción y criminalidad han disminuido significativamente. El desempleo es mínimo y la calidad de la educación, salud, previsión social, justicia, vivienda, seguridad ciudadana, transporte público, etc., han mejorado sustancialmente. Se está de esta forma, a nivel de país moderno e integralmente desarrollado. En otras palabras, hay desarrollo económico, desarrollo social y desarrollo político. Chile por fin ya no es pobre ni culturalmente subdesarrollado.
Este es el escenario rosado con el que los neoliberales siempre han soñado. Lo vaticinaron los “chicago-boys” en 1976, cuando con la ayuda de Milton Friedman, implantaron el modelo neoliberal en Chile y señalaron con seguridad que en tres décadas más, o sea para el año 2006, Chile alcanzaría el nivel de sociedad desarrollada. También lo vaticinó Ricardo Lagos, cuando en 1999, señaló que Chile estaría en una situación privilegiada para el año 2010. Luego, en el año 2006, Sebastián Piñera indicó que si el país hacía las cosas bien, y su economía crecía con las tasas que se tuvieron entre 1986 y 1997; el ansiado desarrollo económico se obtendría para el bicentenario. Pero cuando esto no ocurrió debido a la recesión global de los años 2007-2009, Piñera señaló que el desarrollo sería una realidad para el año 2018, o sea para el año del bicentenario de la verdadera independencia nacional.
Lamentablemente, junto a este escenario rosado y promisorio, también se puede esbozar otro escenario diametralmente opuesto. Son las mismas fiestas patrias del año 2018, pero las celebraciones de costumbre se han suspendido bajo el estado de sitio. Los disturbios populares, sumamente frecuentes y violentos del año 2017, se han transformado en una infección virulenta desde comienzos de año. La cesantía está en casi un 25%, y esto principalmente porque el mundo dejó de comprar las exportaciones chilenas. Una terrible depresión económica afecta al planeta, parecida a la depresión de 1929. Tal como ocurrió con las catástrofes económicas de los primeros años del siglo 20, Chile era nuevamente el país más afectado por el desastre económico global. Cientos de miles de personas emigran del norte hacia el sur del país. Una emigración similar se ha producido desde las zonas rurales hacia los grandes centros urbanos haciendo colapsar a todos los servicios públicos. Aparecen colas interminables de hambrientos individuos esperando un plato de sopa caliente entregado en los albergues que se crearon por todas partes en un intento desesperado por palear la catastrófica crisis. No obstante los estallidos de violencia popular, han aumentado peligrosamente y se hizo necesaria la declaración del estado de sitio y su consiguiente represión popular. El futuro se ve negro y tenebroso. ¿Cuál de estos dos escenarios contrapuestos es el que tiene mayores probabilidades de producirse? ¿El rosado o el negro?
Creo que el escenario rosado lamentablemente no se realizará y esto por las siguientes razones. Chile es un país extremadamente dependiente de fuerzas externas que están fuera del control de sus líderes y ciudadanos. Esta dependencia es vieja y consolidada y ella viene desde el año 1891. Primero la dependencia económica y cultural fue con respecto al imperio británico, y a partir del año 1920 esta dependencia fue con respecto al imperio americano. Los periodos de crecimiento económico acelerado que ha tenido Chile desde la segunda mitad del siglo 20, se deben a factores externos y también relacionados con lo que se ha denominado “dependencia positiva”. Esto quiere decir que el país hegemónico, por razones estratégicas, decide salvar a su colonia o territorio dependiente. La gran crisis que se produjo entre 1973 y 1976 (donde el producto interno bruto cayó en un 15%), pudo ser controlado por los Estados Unidos con una avalancha de créditos blandos y donaciones que el presidente Nixon primero y luego el presidente Ford, hicieron a la dictadura militar; esto, más la alta capacidad empresarial y asesora de los Estados Unidos, fueron factores determinantes en la rápida recuperación económica que Chile experimentó entre 1977 y 1981. Factor no menor en esta recuperación fue también el terror laboral que aumentó drásticamente la productividad de los trabajadores chilenos. La segunda gran crisis de 1982 a 1984 (donde el producto volvió a caer 15%) la controló nuevamente Estados Unidos con una avalancha de inversiones privadas hechas por las multinacionales estadounidenses. Esta vez el diluvio de inversiones fue acompañado por una robusta inyección de capacidad empresarial y tecnología de punta que estas corporaciones multinacionales trajeron a Chile. Posteriormente el “milagro chileno” que se produjo entre 1986 a 1997, fue causado en su mayor parte por las enormes inversiones extranjeras realizadas en la gran minería y por la terrible explotación laboral que se institucionalizó durante todo este periodo.
No obstante, a partir del año 1998, las inversiones estadounidenses en Chile se han venido reduciendo significativamente. Simultáneamente, la salida de capitales hacia los centros metropolitanos (retorno de ganancias, pago de patentes, intereses del capital, seguros, fletes, etc.) han aumentado exponencialmente. Toda esta enorme riqueza abandonó a Chile y fue a enriquecer a la metrópolis. El imperio se cobró así de la ayuda que había prestado a su colonia en las últimas décadas del siglo 20. A todo esto hay que agregar que los gobiernos de la concertación han disminuido significativamente la represión laboral a partir del año 2000. En gran medida, esta reducción sustancial del miedo, fue lo que hizo tan populares a los gobiernos de Lagos y de Bachelet. El impacto indirecto y no deseado de esta nueva política laboral, fue que la productividad ha sufrido una significativa caída en la primera década del siglo 21. La productividad laboral dejó de caer en el gobierno de Piñera, habría que esperar que a ver qué sucederá en la segunda administración Bachelet.
El capitalismo chileno es una variante del capitalismo pre moderno y salvaje. Sólo funciona bien cuando se le da garantías suficientes que el lucro se mantendrá a altísimos niveles. Al mismo tiempo, la participación del factor trabajo en la distribución del ingreso se mantendrá a niveles de alta explotación laboral. De esta forma, este capitalismo salvaje funciona sólo cuando la renta o ganancia del capital es altísima y los salarios son bajos. La segunda administración de Bachelet inició su periodo de gobierno con una gran cantidad de medidas para mejorar la distribución del ingreso y reducir la aberrante desigualdad económica y social existente. La reacción natural del capitalismo salvaje ante estas políticas anti desigualdad extrema, naturalmente será la reducción de la inversión privada. Esto a su vez producirá una pronunciada desaceleración económica. Todas estas razones y factores parecen ser suficientes para explicar por qué el escenario rosado, tiene muy pocas probabilidades de realizarse.
Finalmente es necesario explorar cuáles son las posibilidades de que se produzca el escenario negro. ¿Qué posibilidad existe de que se desate una mega crisis económica a nivel global? Si el precio del petróleo sube de 100 dólares el barril, a 200 dólares y se mantiene en estos elevados precios por varios meses, entonces hay una alta probabilidad que se inicie una depresión económica global. En los últimos 80 años, cada vez que el petróleo alcanzó precios exageradamente altos, este fenómeno invariablemente produjo el inicio de un ciclo económico depresivo. El precio del petróleo afecta a todas las actividades humanas, por lo tanto altos precios tienden a encarecer enormemente los costos de producción de todos los bienes y servicios que el planeta produce. Este fenómeno global invariablemente crea un proceso inflacionario difícil de controlar. Esta inflación desatada y galopante sólo se puede reducir con una drástica subida de las tasas de interés por parte de los bancos centrales del planeta. La simultánea subida de las tasas de interés a nivel global encarecerá enormemente el crédito y esto a su vez desacelerará la economía planetaria. En un clima de estancamiento global todos los países tratan de protegerse con medidas proteccionistas y ello pondrá fin a la actual globalización. El mundo probablemente entrará así, primero en recesión y luego en depresión.
Con toda grave crisis económica, lo primero que se viene al suelo son los precios de las materias primas, y de esta forma es probable que el precio de la libra de cobre caiga a menos de dos dólares. Lo mismo sucederá con los precios de la fruta, los vinos, otros productos agrícolas, la madera, la celulosa y productos pesqueros. El cobre es el sueldo de Chile. Si la libra de cobre se vende a menos de dos dólares, y su costo de producción está a casi tres dólares, entonces las minas se cerrarán. Este fenómeno iniciará una cadena de causas y efectos similares a los que se produjeron cuando los alemanes inventaron el salitre sintético en la segunda década del siglo 20.
Hoy día, a mediados del año 2014, tres áreas del planeta, vitales para la producción y distribución de petróleo, están rápidamente entrando en un periodo de grandes convulsiones bélicas. Estas tres áreas críticas son, primero, el conflicto armado que está afectando a Siria e Iraq; segunda área peligrosa es el creciente conflicto entre Rusia y Ucrania, y finalmente se debe mencionar el creciente conflicto en el mar del sur de China. Si uno de estos tres conflictos explota violentamente, y el conflicto dura por varios meses, el precio del petróleo se duplicará. Es decir, subirá a 200 dólares o más el barril y de esta forma se dará inicio a un proceso económico negativo. Este proceso podría tener consecuencias globales tan negras como el proceso depresivo que dio origen a la gran crisis del año 1929.
La gran recesión del año 2008, no se transformó en una gran depresión, gracias a la intervención oportuna de los Estados. Los bancos centrales y los gobiernos de las grandes potencias, imprimieron trillones de dólares y con este dinero se compraron bonos de grandes bancos e instituciones financieras al borde de la bancarrota. El sistema financiero no colapsó y así el sistema económico siguió funcionando. Será enormemente interesante conocer y examinar las astutas medidas que seguramente los Estados se verán obligados a tomar a fin de evitar ser destruidos por la tormenta perfecta que se les viene encima.
F. Duque Ph.D.
Cientista Político
Puerto Montt, junio de 2014