Noviembre 25, 2024

“No hay que cometer errores, pues el equipo que los comete pierde” (profesor Luis Bonnini)

A pesar el ser el rey de los lugares comunes, debo confesar que admiro a este técnico de fútbol, pues sus comentarios son geniales, y si los jugadores tuvieran, como la televisión, una Lauchita en la oreja, no cometerían ningún error, lo cual aseguraría el triunfo. Hay que reconocer que, más a Bielsa y a Sampaoli, Chile le debe todo al profesor Bonnini por sus interesantes comentarios y buenos consejos. Claro que desde la sala de redacción podríamos cambiar la estatua del general Fox, que falsamente se cree que es la de Baquedano, por la de Luís Bonnini.

 

El fútbol tiene muchos matices: en primer lugar, es un negocio que une a los peores mafiosos que existen en el mundo – la FIFA es una cueva de intrigas y ladrones -; en segundo lugar, los presidentes de los Clubes son millonarios, que compran y venden a los gladiadores que, generalmente, se forman en favelas y poblaciones callampas, convirtiéndolos en personas adineradas y en personajes de la farándula; en tercer lugar, las casas comerciales los convierten en reyes y en lores, con el sólo fin de vender sus productos – al pobre Sampaoli, el Banco Santander lo tiene convertido poco menos que en un agente financiero -: en cuarto lugar, la devoción popular convirtió a técnico y jugadores en verdaderas animitas, con pinturas tan o más feas que la del Sagrado Corazón o la del Cristo crucificado – con razón, mi madre decía: “Qué retrato más feo el de este caballero desnudo y, para colmo, colgando de una cruz” -.

 

El fútbol también sirve para que esta señora, casi sin cuello, la doctora María Luisa Cordero, no escatime en vocablos despectivos y discriminadores para héroes como son nuestros jugadores. Los trata de “indios, adefesios, feos” y otras lindezas – nada más asqueroso que el racismo y el clasismo de una cierta clase que esta señora representa: un perfecto retrato del maldito Chile arribista, y que los medios de comunicación están listos a difundir, pues saben que estas constantes salidas de madre venden mucho, razón por la cual aún se mantiene en las pantallas de televisión.

 

Volvamos al realismo y no nos subamos por el chorro: somos un país chico y para más remate, en la historia del fútbol hemos tenido muy pocos triunfos – una vez, en 1962, llegamos en tercer lugar del mundo y, otras dos, a los octavos de final; ahora somos el número 14 del mundo – y estos dos triunfos en Brasil 2014, resaltan como heroicos. El equipo de Claudio Bravo es equivalente, colectivamente, a los tripulantes de La Esmeralda, con su héroe, Arturo Prat, que tan humano, antes de la batalla preguntó si su gente había almorzado – igual que Sampaoli, que le preguntó al “rey Arturo” si se sentía capaz de jugar o no.

 

Mirado desde otro punto de vista, nada más cierto es que con el triunfo de Chile, no sólo las marraquetas están crujientes, sino que también se le puede adicionar margarina y palta; si la presidenta pensara en “sus hijos”, hubiera decretado feriado el día siguiente al triunfo sobre España en vez de entregar bonos. Podría repartir pan y queso para todos los chilenos, que es más barato y rentable políticamente, pues haría más creíble el uso de la “camiseta” del vocero de gobierno.

 

Como la mayoría de los chilenos tienen pocas oportunidades para celebrar y, además, son birlados por las mismas empresas dueñas de los equipos de futbol – baste citar que Jaime Estévez, presidente del Club de la Católica – el triunfo en el deporte más popular de Chile, el futbol, lo hacen suyo y lo expresan a su modo y, aun cuando sea por unas horas, son dueños de la calle, ciudadanos libres de todos los amarres.

 

Afortunadamente, hoy los ciudadanos están más despiertos que antes y es más difícil meterle gato por liebre.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas

19/06/2014             

 

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *