El pulso por la Presidencia se juega hoy teniendo como eje de discusión el proceso de diálogo con las Farc. Mientras Juan Manuel Santos reclama el derecho a mantener su legado, Óscar Iván Zuluaga da señales de querer apropiarse del tema.
Como se esperaba desde el arranque en firme de la actual campaña presidencial, los dos candidatos que siguen en contienda centraron su discurso en el tema de la paz. El presidente-candidato Juan Manuel Santos se lanzó de lleno a pedir que lo apoyaran para no perder la posibilidad histórica de acabar con el conflicto, mientras que Óscar Iván Zuluaga dijo estar dispuesto a buscar la paz si las Farc aceptan sus condiciones.
Pero el tema no se quedó en declaraciones y cada quien empezó a mover sus ‘palomas blancas’, en una puja que involucraba la consecución de alianzas. El uribismo pegó primero y Marta Lucía Ramírez, la excandidata presidencial conservadora, se fue con Zuluaga, que la nombró jefa de debate, con la condición de dejar abierta la puerta del proceso de paz.
Ramírez le pidió a Zuluaga “darle una oportunidad a los diálogos con la guerrilla, exigiendo el no reclutamiento de niños y el cese de acciones terroristas contra la población civil”. A lo que contestó el candidato del Centro Democrático: “Vamos a trabajar por una paz digna y duradera que interprete el sentir de los colombianos”. Y luego agregó: “Hemos decidido que se continuará conversando con las Farc en La Habana”. Un cambio de postura que se vio como un flanco de ataque para su rival ..
Fue precisamente el presidente-candidato el que lanzó la primera piedra. Sostuvo que las condiciones que Zuluaga les pide a las Farc son “imposibles de cumplir”, y calificó el cambio de discurso como una “movida electorera”. También advirtió que “la paz no se improvisa ni se hace de un día para otro”, y se declaró sorprendido por “un acto de oportunismo calculado”.
Pero Santos no se quedó en la crítica. Hizo un llamado para que los seguidores de Clara López, quien consiguió casi dos millones de votos el pasado domingo, y los de Enrique Peñalosa, que logró algo más de un millón, se subieran al bus de la paz. Al mismo tiempo, instaló el Consejo Nacional de Paz, una entidad que estuvo por años congelada y que servirá —tal y como lo pidió el mandatario— para hacer pedagogía del proceso, defenderlo y apoyarlo. Y el evento de instalación sirvió para tender puentes.
Al Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá llegaron el alcalde Gustavo Petro, el exalcalde Antanas Mockus, la exsenadora Piedad Córdoba, un grueso grupo de alcaldes, gobernadores, parlamentarios y figuras públicas de diversas vertientes. Incluso, la misma excandidata del Polo Democrático asistió y el jefe de Estado le hizo el guiño. La felicitó por su resultado en las urnas y dijo: “Como dijo Clara López, en algo en lo que coincidimos, queremos cerrar la fábrica de víctimas en Colombia”.
Sin embargo, en el interior del Polo no logró su objetivo. El partido, tras largas discusiones, dejó en libertad a sus militantes y se dividió en dos tendencias: la que encabeza el senador Iván Cepeda, que considera que hay que apoyar el proceso de paz y organizarse contra el uribismo, y la del también senador Jorge Robledo, que pide votar en blanco o abstenerse de ir a las urnas.
Al tiempo, el equipo de Zuluaga insistió en su discurso de paz. “Evaluaremos los acuerdos a los que se ha llegado y daremos a conocer esos informes al público”, dijo. También habló de exigirles un mínimo de cárcel a los miembros de las Farc (seis años), acabar con el reclutamiento de niños y de toda acción criminal, además de ponerle fecha definitiva para concretar un acuerdo.
El presidente-candidato contraatacó con fuerza, lo calificó de “cínico” y hasta le advirtió que el expresidente Uribe no dejaría hacer la paz, “porque se le acabaría su razón de ser” y soltó un rumor que crecía en esta controversia: “Lo que falta para que esta farsa sea completa es que envíen un delegado a Cuba, tengan un contacto con las Farc y digan que ya están conversando”.
Los ojos se voltearon al excandidato a la Vicepresidencia del Partido Conservador, el excomisionado de Paz Camilo Gómez. En los mentideros políticos se dijo que este era el hombre de los contactos, que ya habría viajado o estaría pensando ir a La Habana y que su intención era iniciar acercamientos con la subversión. Información que fue desmentida por la propia delegación de las Farc e incluso fuentes oficiales de la Cancillería cubana negaron que hubiera ingresado a la isla.
Y fue a tal punto el chisme, que el propio Gómez le salió al paso, y en declaraciones a Blu Radio negó que estuviera haciendo contactos y que hubiese estado en Cuba, e insinuó que el Gobierno lo estaba espiando. “Me parece curioso que a Santos le preocupe que haya otros interesados por la paz”, expresó.
Fue entonces cuando salió a colación que el exministro Álvaro Leyva era una de las fichas claves de esos contactos del uribismo con las Farc. “La posición sobre la paz está clarísima y con el embajador cubano y con Álvaro Leyva puedo conversar las veces que sea sobre los temas que sean. Si me están preguntando por contactos clandestinos con las Farc, no los he hecho jamás, ni en este momento ni antes”, respondió con vehemencia Camilo Gómez, admitiendo eso sí que se ha reunido varias veces con Leyva y que cenó noches atrás con el embajador cubano.
Lo cierto es que los equipos de paz ya parecen tomar forma, ahora que los diálogos con las Farc son una bandera de los dos candidatos presidenciales. Santos ya aparece rodeado de Piedad Córdoba, Iván Cepeda y un largo etcétera de figuras de izquierda que podrían tener impacto en la opinión pública, con el activo de que serían escuchadas en La Habana. Del lado de Zuluaga y su alianza con los conservadores, miradas apuntan hoy a Álvaro Leyva y Camilo Gómez, quienes serían los llamados a asumir la tarea —nada fácil— de hacer que la propuesta de paz del uribismo sea escuchada en Cuba y promocionada en Colombia.