La total prohibición del aborto en Chile es una fuente de injusto sufrimiento para muchas mujeres e impropio de un país que camina hacia el progreso y la igualdad. Que el embarazo sea fruto de una violación no es en Chile causa suficiente para interrumpirlo. Tampoco que el feto que lleve una mujer en su vientre haya muerto. Este país es uno de los pocos del mundo donde una menor que acude a un hospital público con peligro de muerte a causa de una hemorragia por un aborto ilegal puede ser denunciada a la policía por un médico, como ocurrió este mes en Santiago.
Entre 1931 y 1989 el aborto terapéutico estuvo permitido en Chile para casos de inviabilidad del feto o de peligro de vida de la madre. Pero Augusto Pinochet derogó la ley y solo ahora el Gobierno de la socialista Michelle Bachelet tiene la oportunidad de saldar una deuda histórica con la sociedad y las mujeres de Chile lanzando el proyecto de ley que prometió en campaña electoral y que despenalizaría el aborto en los supuestos de riesgo para la vida de la madre, inviabilidad del feto y violación.