Carolina Tohá, Alcaldesa de Santiago, es una veterana momia. A pesar de sus declamaciones, de su puño en alto en las iniciativas partidarias, y de su control para evitar la acidez que le produce la palabra compañero, es una persona de derecha.
Como en el caso del león, si tiene dientes, pelaje melena y ruge como león, no hay caso. Lo es.
Cuando le convino para lucir sus verbos, apoyó como la más entusiasta las tomas de los estudiantes. Hoy, de una manera burda, descalificativa, manipulando los hechos que pudieron ser producto de los comandos encargados de criminalizar a los muchachos, demostrando su falsía y su odio, usa un término propio del hampa para decir lo suyo: en el Instituto Nacional hay alguien “que la lleva”. Un coa perfecto.
Hoy, investida del pichiruche poder de la Alcaldía de Santiago, apoyada por un concejo servil, dispara contra los estudiantes, los más lúcidos de los últimos treinta años, sólo porque le desordenan su feudo.
Cómo los ha cambiado el mambo del poder a esta piara. Cómo ella y sus colegas de los partidos de la Nueva Mayoría, se han venido derechizando con el correr del tiempo y el dinero, ante los ojos aturdidos de una mayoría que no encuentra para donde volver la vista. Y ante la inocencia ciega de quienes los elijen.
Y llegan sin escrúpulo alguno, a utilizar las más bajas técnicas policiales para reprimir a los muchachos. Impulsando políticas represivas propias de la más brutal dictadura, como ha quedado demostrado en el juicio que le inventan al estudiante Camilo Díaz, equipos sofisticados de agentes secretos vigilan y persiguen a los estudiantes, invaden sus intimidades, correos y cuentas en Internet, crean montajes propios del Chico Peña, y no se les mueve un músculo de la cara.
La peste corrosiva de la impunidad, que hace no mucho era de exclusivo uso de los prófugos criminales de la dictadura, hoy se transforma en una herramienta de los que alguna vez en su vida asumieron ideas contrarias a las que hoy elevan a condición de dogmas inmodificables.
Vienen, ofrecen, prometen, firman documentos, dan discursos fogosos. Y luego, ya en posesión de cargos, estipendios y vinculaciones elegantes, simplemente se meten sus anteriores declamaciones en algún lugar alejado de la luz del sol.
Las autoridades y funcionarios de la Nueva Mayoría conforman un nuevo tipo de momiaje que resulta de la cruza consentida y amorosa entre los acomodados y arribistas de siempre, con los mutantes que después de la dictadura dijeron que ellos no sabían lo que había pasado. La ultra derecha, parió su propia derecha.
Esa mezcla, afincada en un creerse mutuo, ha dado como resultado ese menjunje que ahora se ve aderezado por la presencia de los otrora compañeros que estaban precisamente ciento ochenta grados más allá, hace no mucho. Ahora, en posesión de corbatas italianas y asientos en clase ejecutiva, la mutación no les ha causado estragos de temer en sus vesículas y colon.
Esa mezcla ha producido mentirosos de largo alcance, depredadores de las arcas fiscales, matones con fuero, arribistas que cambiaron hasta de apellido, frescos de raja profesionales, arquetipos del acomodado perfecto, amnésicos parlanchines de pocas luces a cargo de bancos y subsecretarías.
Algo grave debe ocurrir en este país, en este pueblo, para que lo que se sabe a diario, no se exprese en un reventón que deje ardiendo la ciudad. Y que quede en manos de los estudiantes, la conducta debida a trabajadores y ciudadanos decentes, al parecer más preocupados de pagar las deudas.
Estas autoridades sin escrúpulos, ni memoria, ni vergüenza, han sido capaces de traicionar a los estudiantes con leyes de circo. Se han burlado de sus consignas para el efecto de anestesiar una rebeldía justa y necesaria.
Han arrendado yanaconas, ávidos de escalamiento y figuración para ponerlos a disposición de sus planes pacificadores.
La indecencia escala hoy otro peldaño con la denuncia de acciones encubiertas que buscan reprimir de un modo cobarde, secreto, desde las sombras impunes. Drones, micrófonos, cámaras, agentes encubiertos, soplones, espías, satélites y provocadores profesionales, son parte de un modo menos evidente de represión, pero tan inmoral y peligroso como cualquiera.
Después de eso no les queda más que los escuadrones de la muerte, los secuestros, la desaparición forzada, los civiles son identificados.
Para entonces las Alcaldesas, los Intendentes y los ministros del neo momiaje, tendrán también explicaciones.
No la mismas, pero parecidas.