Tiene apenas cuatro meses de vida e hizo una campaña electoral sin casi presupuesto. Pero Podemos irrumpió fuerte en la política de España: algo más de 1,2 millones de votos en las elecciones europeas del domingo hicieron de ella la cuarta fuerza nacional. Hoy era el protagonista de la resaca electoral.
Tal fue la sorpresa y tal el significado de su irrupción que su líder, Pablo Iglesias, protagonizaba la fotografía de portada de los dos diarios más importantes de España, “El País” y “El Mundo”, mientras el partido se convertía en tema destacado de análisis y comentarios en las tertulias políticas de radio y televisión.
Bajo el liderazgo televisivo del joven profesor universitario madrileño, habitual en debates de algunas cadenas privadas, Podemos rebasó las mejores expectativas de las encuestas electorales y se metió en el Parlamento Europeo con cinco eurodiputados.
Tres años después de que la Puerta del Sol de Madrid fuera ocupada por miles de indignados que clamaban contra el bipartidismo y arremetían contra la clase política que gestionaba la crisis, este partido heredero del movimiento 15-M da el salto a la política institucional. Y asegura que llega para quedarse.
“Por ahora no hemos conseguido nuestro objetivo, que es formar una alternativa de gobierno”, dijo Iglesias el domingo por la noche.
Sus votos los ha sacado sobre todo del fracaso del Partido Socialista (PSOE) y también de entre los votantes de Izquierda Unida (IU), la tercera fuerza de ámbito nacional. En Madrid llegó incluso a situarse por delante de esa formación. En otras cuatro regiones fue también la tercera fuerza.
Podemos tiene un mensaje antisistema, pero lo defiende desde dentro del sistema. No es una formación que persiga el final de la Unión Europea (UE), como algunas de las que en otros países han entrado en el nuevo Parlamento Europeo. Lo que Podemos defiende es que las cosas se pueden hacer de otra manera desde la izquierda.
Arremete contra el bipartidismo, cuyo declinar han confirmado las elecciones del domingo. Y apela directamente a los indignados, a los desencantados y a los que han sufrido directamente la crisis y la gestión que de ella han hecho los grandes partidos. Pablo Iglesias arrancó de hecho la campaña electoral en Berlín, dirigiéndose a los españoles que tuvieron que dejar España en busca de un trabajo.
Los otros cuatro candidatos que junto a Iglesias han logrado asiento en la Eurocámara son un conocido ex fiscal jefe anticorrupción (Carlos Jiménez Villarejo, que cumplirá 79 años en pocos días), una maestra, una desempleada y un científico.
La formación se ha levantado alrededor del joven profesor de la Universidad Complutense de Madrid que lleva su pelo largo recogido siempre en una coleta y que tiene el mismo nombre y apellido que el histórico fundador del PSOE por decisión de sus padres, socialistas.
Iglesias militó en su adolescencia y juventud en las Juventudes Comunistas y durante un tiempo participó en movimientos globales alternativos.
Se dio a conocer en España en tertulias políticas televisivas. Y cuando hace cuatro meses nació Podemos, lo eligieron a él como líder y cabeza de lista a las elecciones europeas. El personalismo del partido es de hecho una de las críticas que se hacen a Podemos.
Las papeletas electorales llevaban impresa la cara del politólogo.
En la noche electoral, en Twitter se extendió una crítica a todo esto: hubo tuiteros que rebautizaron al partido como “Pablemos”.
“Nosotros no contamos con la financiación del PSOE y el PP, no hemos pedido créditos, no tenemos amigos poderosos, ni amigos en los medios que nos den concesiones por favores, tenemos un chaval con coleta que sale en la televisión”, se ha defendido Iglesias.
Junto a su fama, el gran instrumento de campaña de Podemos han sido las redes sociales.
Para los analistas, el éxito de esta formación es la confirmación de la desafección ciudadana hacia los partidos y la política tradicionales.