Polémica ha causado el anuncio de la presidenta Bachelet de que enviará al Parlamento un proyecto de ley que despenalice el aborto en casos de situaciones terapéuticas, violación o riesgo de vida de la madre. Polémica que no debería darse, porque en una República, realmente democrática, no deben existir leyes que sancionen decisiones personales respecto del aborto (agrego la eutanasia). Por el contrario, tienen que existir leyes que resguarden el derecho de las personas a decidir libremente en estos asuntos.
También se debería permitir la existencia de lugares especializados para estos fines. Incluso para el suicidio, que en mi opinión es un derecho legítimo y personalísimo de ejercer. No veo nada de malo en ayudar a morir decentemente a quién ya no desee vivir. Tarde o temprano moriremos, lo raro sería no morir. Debemos respetar a quienes deciden abandonar el “paraíso terrenal” antes del tiempo que nos destinaron las Moiras. Existiendo leyes que protejan las decisiones personales, cada cual actuaría de acuerdo a sus convicciones sin temor a represalias, ni para él ni para quienes le asistan. Eso es democracia y libertad verdaderas. Personalmente, no soy partidario de los abortos, pero apoyo sin restricciones el derecho de quienes sí lo son. Además, considero que la vida, como tal, se inicia cuando el cerebro (que no es otra cosa que la materia altamente organizada) toma conciencia de la realidad objetiva.
Sobre el argumento de la derecha, en cuanto a que estos asuntos tienen que ver con el derecho a la vida (imagino que lo dicen desde un punto de vista cristiano), queda inmediatamente desacreditado viniendo de este sector. La derecha actúa con cinismo. Durante la dictadura jamás defendieron el derecho a la vida de los torturados, quemados, degollados, ejecutados, desaparecidos y arrojados al mar. Por otro lado, la Iglesia pretende imponer sus dogmas a toda la sociedad, incluidos quienes no creen en ellos ¿Qué democracia es esa? ¿Por qué los ateos materialistas dialécticos tienen que someterse a vivir bajo las condiciones de la Iglesia y de leyes que atentan contra el libre albedrío? En la definición de la derecha e Iglesia en estas materias, se oculta un aspecto netamente político, que no es otro que mantener al pueblo “valóricamente” sometido a su supuesta ética social, económica y política “superior”, pero que no refleja nada más que el espíritu de una clase que se tomó el poder, como explico en un artículo anterior, el 17 de abril de 1830. Una sociedad que se dice libre y democrática no puede aceptar este tipo de imposiciones. Es su deber rebelarse contra ellas.