Reuters reveló una política clandestina del Reino de Tailandia para vender a las bandas de tráfico humano establecidas en el área a los refugiados de etnia rohingya desplazados de la vecina Birmania/Myanmar. Los tratantes de personas aguardan en el mar a que las autoridades de Tailandia les entreguen a los rohingya, que viven hacinados y maltratados en campos de concentración para inmigrantes de esa etnia.
Los rohingya conforman un grupo étnico musulmán emigrado de Rakhine, Birmania/ Myanmar, de donde huyen a la vecina Tailandia para escapar de la persecución religiosa en su país de origen. (Desde 2010 Birmania se auto denomina Unión de Myanmar, pero Naciones Unidas sigue llamándola Birmania, no así la Unión Europea).
Los rohingyas huyen de la persecución religiosa en su tierra a través del sur de Tailandia, donde son secuestrados como rehenes -para cobrar eventuales rescates- o sencillamente futuros esclavos, sin ningún estatus jurídico. Generalmente los agrupan en campos ocultos cerca de la frontera con Malasia, hasta que sus eventuales familiares en ese país paguen miles de dólares para liberarlos. Cuando no aparece el dinero del rescate, sea porque no tienen familia en Malasia o sus parientes no tienen dinero, a algunos los convierten en mercancía del tráfico de esclavos y a quines no califican para negociarlos, simplemente los matan.
Miles de rohingya han pasado a través de este gulag tropical, con un número incalculable de muertos en la travesía, reportaron Jason Szep y Andrew R. C. Marshall en un informe especial de Reuters publicado el 5 de diciembre 2013. Algunos fueron asesinados por los guardias del campo, o sucumbieron a la deshidratación o enfermedades.
Los reporteros de Reuters localizaron tres de estos campos. Dos los hallaron por el testimonio de rohingyas que estuvieron cautivos allí y, caminando por la zona, llegaron a un tercero fuertemente custodiado, cerca del pueblo llamado Baan Klong Tor.
Las autoridades tailandesas aseguran que estas prácticas no significan tráfico humano, pero la Real Policía tailandesa dio a conocer por primera vez una política secreta llamada “Opción dos”, que consiste en transarlos en las redes establecidas del mercado de tráfico humano, para librar a Tailandia de estos emigrantes rohingyas.
“Una tarde de octubre, Muhammad Ismail, de 23 años, desapareció en la aguada tierra de nadie entre Tailandia y Myanmar”, reportó Reuters. “Funcionarios de inmigración tailandeses dijeron que estaba siendo deportado a Myanmar. De hecho, a Ismail lo vendieron, y a cientos de otros musulmanes rohingyas, a los traficantes de seres humanos coludidos con la policía, quienes los aíslan en campos brutales de la selva”.
Ismail atestiguó a Reuters que al poco tiempo los funcionarios de inmigración tailandeses lo vendieron directamente. Otros sobrevivientes aseguran que funcionarios tailandeses participaron en su venta a los traficantes de personas. “Parecía tan oficial al principio”, dijo Ismail. “Se llevaron nuestras fotografías. Tomaron nuestras huellas dactilares. Y luego, una vez en los barcos, a unos 20 minutos de viaje en el mar, nos dijeron que nos habían vendido”.
Tony Cartalucci, de AltthaiNews.blogspot.com, sostuvo en diciembre 2013 que el régimen de la primera ministra de Tailandia Yingluck Shinawatra, respaldada por EEUU, permitió que el tráfico organizado de refugiados sea realizado por su propio departamento de inmigración y policía, con beneficios pecuniarios para el gobierno, la policía y sus corruptos funcionarios. El Tribunal Constitucional de Tailandia destituyó a Shinawatra el 7 de mayo de 2014 por delitos de abuso de poder.
Cartalucci, quien también escribió citando la investigación de Reuters en tres países (Thailandia, Myanmar y Malasia), dijo que “los refugiados no deseados, en lugar de ser enviados de vuelta a su país de origen, se vendieron a la esclavitud como rehenes para pedir rescate o fueron asesinados en los campos del gulag a lo largo de la frontera Tailandia/Myanmar”.
“El rohingya Bozor Mohamed, cuyo frágil cuerpo le hace parecer más joven que sus 21 años, relató que estuvo cautivo en un campamento custodiado por hombres con armas y palos, y al menos una persona murió cada día debido a la deshidratación o enfermedad. ‘Yo solía ser un hombre fuerte’, dijo el ex productor de arroz, originario de Rakhine, Myanmar, en una entrevista [en Kuala Lumpur, Malasia], mientras se masajeaba las piernas marchitas”, según el reportaje de Reuters.
“Mohamed y otros dicen que tuvieron que soportar el hambre, la suciedad y múltiples golpes. Los codos y espalda de Mohamed tienen cicatrices de lo que dijo fueron las palizas administradas por sus captores en Tailandia”. El prisionero telefoneó a su cuñado en Malasia, rogándole que pagara un rescate de 2.000 dólares. “Algunos hombres no lograron encontrar un benefactor en Malasia para pagar su rescate. El campamento se convirtió en su hogar. Ellos tenían largas barbas y el pelo era tan largo, hasta la mitad de la espalda, que se veían parecidos a mujeres”, dijo Mohamed.
Pero ¿qué pasa con los rohingyas que no pueden comprar su libertad? Sigue siendo poco claro, reportó Reuters. “Un contrabandista con sede en Tailandia dijo que algunos se venden a las compañías navieras y a las granjas como trabajadores manuales no calificados desde 155 a 1.550 dólares cada uno”. El contrabandista, que habló bajo condición de anonimato, dijo: “Los precios varían de acuerdo a sus habilidades”.
Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno, jurado de Proyecto Censurado
Fuentes:
– Jason Szep and Andrew R. C. Marshall, “Special Report: Thailand Secretly Dumps Myanmar Refugees Into Trafficking Rings,” Reuters, December 5, 2013, http://uk.reuters.com/article/2013/12/05/uk-thailand-rohingya-special-report-idUKBRE9B400920131205.
– Tony Cartalucci, “Thailand: Shinawatra Regime Complicit in Rohingya Slave Camps,” AltThaiNews, December 5, 2013, http://altthainews.blogspot.com/2013/12/thailand-shinawatra-regime-complicit-in.html.
– Proyecto Censurado: Thailand Secretly Partaking in Human Trafficking
– http://www.projectcensored.org/thailand-secretly-partaking-human-trafficking/
Student Researcher: Sarah Martinez (Florida Atlantic University)
Faculty Evaluator: James F. Tracy (Florida Atlantic University)