Las celebraciones en Rusia del 69 aniversario de la derrota del fascismo en la segunda guerra mundial tienen lugar solo días después de que los neofascistas ucranianos realizaron una espantosa masacre en Odesa. Para los que conocen la historia, el simbolismo gráfico habla por sí solo.
Y entonces un gambito geopolítico agrega un desconcierto absoluto a la hipocresía mostrada por los autoproclamados representantes de la “civilización occidental”.
El gambito proviene de –quién iba a ser– el presidente ruso Vladimir Putin, quien ahora mezcla activamente movidas de ajedrez con el Arte de la Guerra de Sun Tzu y Tao Te Ching de Lao Tzu. No sorprende que todos esos embaucadores de las relaciones públicas, inermes portavoces del Departamento de Estado, y generales de OTANstán no encuentren ninguna solución al problema.
A diferencia de la escuela de diplomacia propia de delincuentes juveniles del gobierno de Obama –que quiere “aislar” a Putin yRusia– una tregua y un posible trato en la actual tragedia ucraniana han sido negociados entre adultos dispuestos a comunicarse, Putin y la Canciller alemana Ángela Merkel, discutidos y finalmente anunciados en una conferencia de prensa por el presidente de la Organización por la Seguridad y Cooperación en Europa, Didier Burghalter.
El trato se mantendrá si los cambiadores de régimen en Kiev –que deberían ser descritos como la junta neoliberal, neofascista de la OTAN– abandonan su actual “operación antiterrorista” y se muestran dispuestos a negociar con los federalistas en Ucrania Oriental y Meridional.
El gambito de Putin ha sido sacrificar no una sino dos piezas; preferiría que los referendos de este domingo en Ucrania Oriental fueran postergados. Al mismo tiempo, cambiando la posición del Kremlin, dijo que las elecciones presidenciales del 25 de mayo podrían ser un paso en la dirección apropiada.
Moscú sabe que los referendos serán erróneamente interpretados por el desinformado combo de OTANstán como un argumento para que Ucrania se una a Rusia, como en Crimea. Podrían ser utilizados como pretexto para más sanciones. Y sobre todo Moscú quiere impedir cualesquiera operaciones de bandera falsa.
Sin embargo, Moscú no ha abandonado su posición firme desde el principio; antes de una elección presidencial debería haber cambios constitucionales hacia la federalización y más poder para provincias ampliamente autónomas. No tendrán lugar en el futuro previsible –si acaso.
Con la junta de la OTAN en Kiev que convierte en un lío absoluto el arte de “gobernar”; el Fondo Monetario Internacional que ya dirige el show del capitalismo de desastre, Rusia que corta los subsidios comerciales y de energía, y el movimiento federalista que crece con cada minuto que pasa después de la masacre de Odesa, Ucrania es tan absolutamente tóxica que Moscú tiene todo el tiempo del mundo de su parte. La estrategia de Putin es ciertamente la que Tao Te Ching recomienda en El Arte de la Guerra: observa el flujo del río mientras das suficiente cuerda a tu enemigo para que se cuelgue.
Estás con nosotros o contra nosotros
El pedido de Putin a la gente en la región del Donbass para que postergue el referendo –que tendrá lugar en todo caso [3]– provocó un feroz debate, en Ucrania oriental y en toda Rusia, sobre una posible traición rusa a los rusoparlantes en Ucrania.
Después de todo, la junta neoliberal, neofascista de la OTAN ha lanzado una “operación antiterrorista” contra ucranianos de a pie en la cual incluso la terminología proviene directamente del “estás con nosotros o contra nosotros” del régimen de Cheney.
Y una vez más el Desinformante en Jefe es –quién iba a ser– el Secretario de Estado de EEUU John Kerry, quien está “muy preocupado por los esfuerzos de separatistas prorrusos en Donetsk, en Lugansk, por organizar, francamente, un referendo artificial, fingido, por la independencia el 11 de mayo”. Es “de nuevo el guión de Crimea y ninguna nación civilizada va a reconocer los resultados de un esfuerzo tan ficticio”.
Es imposible esperar que Kerry sepa de lo que está hablando, pero a pesar de ello: la gente en Donbass no son separatistas. Son ucranianos de a pie –trabajadores de las fábricas, mineros, empleados del comercio, agricultores– que están por la democracia, contra la junta de la OTAN y son – ¡oh, delito capital!– rusoparlantes.
Y a propósito, no se necesita ser Thomas Piketty para identificar esto como lucha de clases clásica; trabajadores y campesinos contra oligarcas –los oligarcas actualmente alineados con la junta de la OTAN, algunos desplegados como gobernadores regionales, y todos con intenciones de permanecer en su cargo después de las elecciones del 25 de mayo.
La gente en el Donbass quiere federalismo, con una fuerte autonomía en sus provincias. No quiere separarse de Ucrania. Contra el ataque “antiterrorista” prescrito por EEUU, impuesto por Kiev, tienen sus comités de defensa popular, asociaciones locales y sí, milicias, para defenderse. Y sobre todo referendos “ficticios” para dejar absolutamente claro que no se someterán a una junta centralizada, plagada de oligarcas.
Por lo tanto los referendos tendrán lugar y serán debidamente ignorados por el combo de OTANstán. La elección del 25 de mayo tendrá lugar –en medio de una “operación antiterrorista” contra casi la mitad de la población– y será reconocida como “legítima” por el combo de OTANstán.
Mucho más allá de esta conducta cósmicamente vergonzosa de Occidente “civilizado”, ¿qué será lo próximo?
Nada logrará que desaparezca el odio inflexible que siente la junta neoliberal neofascista de la OTAN con sus partidarios neonazisde Banderastán en Ucrania Occidental contra el Donbass oriental. Pero entonces, en unos pocos meses, todos los ucranianos sentirán directamente lo que tiene preparado el FMI, no importa dónde se encuentren. Y esperarán si el nuevo presidente –sea el multimillonario del chocolate Petro Porashenko o la totalmente corrupta “Santa Yulia” Timoshenko– no paga la cuenta por energía de Gazprom de 2.700 millones de dólares.
Una vez más, Putin no necesita “invadir” nada. Sabe que no es el camino para “rescatar” Ucrania oriental y meridional. Sabe que la gente en el Donbass hará la vida difícil a la junta de la OTAN y su vástago del 25 de mayo. Sabe que cuando Kiev necesite verdadero dinero –no los préstamos interesados al estilo de la mafia del FMI– nadie en su sano juicio en la enana política UE estará disponible. Nadie querrá rescatar a un Estado fallido. Y Kiev tendrá que implorar, de nuevo, por la ayuda de Moscú, el prestamista de primer y último recurso.
Lao Tzu Putin está lejos de buscar un jaque mate. Puede esperar, y lo hará. El imperio excepcionalista seguirá haciendo lo que hace mejor –fomentar el caos– incluso mientras europeos sensatos, incluyendo a Merkel, tratan de hacer algo por el apaciguamiento. Bueno, por lo menos las plegarias de Washington han encontrado respuesta. Tardó algo, pero finalmente encontraron un nuevo espantajo: Osama Bin Putin.